Monterrey.- Las décadas de los 50 a los 70 marcaron el parteaguas de México para emerger como un país con libertades democráticas y dejar atrás el autoritarismo y la represión de sus gobiernos.
En la efervescencia de los movimientos sociales y políticos del país, se involucraron de manera directa y protagónica amplios sectores del pueblo: campesinos, indígenas, obreros, ferrocarrileros, petroleros, mineros, textileros, copreros, telegrafistas, médicos, maestros y estudiantes.
Los estudiantes eran los contingentes más comprometidos con las causas revolucionarias y las luchas estudiantiles. Fueron los protagonistas principales de los movimientos donde la semilla de la rebeldía floreció.
Toda expresión democrática de protesta política contra el autoritarismo y más si eran levantamientos armados, fueron cruel y sanguinariamente reprimidos por el Estado, con un saldo incontable de muertos, heridos, encarcelados y desaparecidos.
El movimiento estudiantil-popular de 1968 sufrió uno de los momento más negros de la historia de México, cuya represión sanguinaria e injustificada ocurrió el 2 de octubre en Tlatelolco.
Su lucha por libertades y contra la represión, así como por la Universidad del Pueblo, fue masacrada por el Batallón Olimpia por órdenes del presidente Gustavo Díaz Ordaz, bajo el falso argumento de que una “ola comunista” pretendían afectar las Olimpiadas y desestabilizar al país.
Miles de participantes del movimiento estudiantil optaron por engrosar las filas de diferentes vertientes de la izquierda mexicana, incluidas diversas organizaciones sociales como el movimiento urbano-popular de Monterrey.
A pesar de la cruel matanza, el movimiento estudiantil constituyó ese auténtico parteaguas en la evolución política e ideológica de México, al poner en evidencia el desgaste del sistema imperante y al derribar los mitos sobre la invulnerabilidad del grupo en el poder.
Pero, sobre todo, al hacer posible la participación de las masas en la gestión política y al demostrar que la única forma de garantizar la satisfacción efectiva de las necesidades sociales es la actuación organizada y resuelta de las grandes mayorías del pueblo.
Entre 1970 y 1976, la sociedad regiomontana también se vio involucrada en la vorágine de los conflictos sociales del país, mediante huelgas, mítines y movilizaciones de colonos, inquilinos, posesionarios, obreros, mineros, trabajadores universitarios y estudiantes que unían fuerzas.
Los reclamos y exigencias eran tan diversos como regularizar la tenencia de la tierra, desarrollar programas de vivienda popular, brindar servicios urbanos básicos, ofrecer seguridad a la ciudadanía, democratizar a los sindicatos, crear condiciones de igualdad en el acceso a la educación y reconocer la autonomía universitaria.
La Universidad de Nuevo León (UNL), la Escuela Normal Superior (ENS) y la Escuela Norma Básica (ENB), en conjunto con diversos sindicatos y dirigentes políticos de izquierda, conformaron un bloque revolucionario que las autoridades estatales fueron incapaces de neutralizar.
Lo más importante fue la politización de la juventud, que alcanzó niveles sin precedentes en el convulso 1971.
A 53 años del asesinato de estudiantes de la UNAM, del IPN y de Chapingo que marchaban en respaldo de la autonomía de la Universidad de Nuevo León y en contra de la Ley Elizondo, tristemente recordada como la matanza del Jueves de Corpus, ejecutada por el grupo paramilitar de “Los Halcones” en el barrio de San Cosme de la Ciudad de México, por órdenes del presidente Luis Echeverría Álvarez, para el movimiento urbano-popular de Monterrey la trágica fecha ¡no se olvida!
Ayer lunes, como cada 10 de junio, tomamos las calles de la ciudad para recordar la memoria de los mártires estudiantiles y señalar que ¡ni perdón ni olvido! al Crimen de Estado que sigue impune, pues hasta la fecha los culpables no han sido castigados.
No solamente rendimos tributo luctuoso a los caídos, sino que refrendamos el compromiso de continuar adelante con sus causas, con sus banderas de lucha e ideales revolucionarios.
“¡Por los caídos, no un minuto de silencio, sino toda una vida de lucha!”