PEREZ17102022

¿Quien creó al Filósofo de Güemes?
Francisco Ramos Aguirre*

Ciudad Victoria.- Desempolvando libros, papeles viejos y recortes de periódicos, encontré un extenso artículo de mi autoría titulado “El Filósofo de Güemes”, publicado hace más de 20 años en la sección cultural Maratín, del Diario de Ciudad Victoria. Al releerlo recordé un proyecto editorial que había pensado acerca de esta figura popular. Visto a la distancia, el personaje me sigue pareciendo atractivo para exponer mi versión sobre el asunto.

A pesar de las limitaciones culturales que al final de cuentas lo ubican como una leyenda popular construida a través de los años, el origen del Filósofo de Güemes es tema de acaloradas polémicas, entre quienes opinan sobre él, y salen a relucir otras figuras célebres.

Por ejemplo, Margarito Ledesma –versero repentista de Guanajuato–; Arnulfo Martínez (El Nivel), poeta popular de Ciudad Victoria, rescatado por el maestro Raúl García García; la Tía Melchora, de Los Herreras, Nuevo León; La Pichorra, El Poeta del Crucero en Yucatán; y José Vasconcelos, alias El Negrito Poeta Mexicano, célebre entre la aristocracia de la Nueva España durante los primeros años del siglo XVIII, cuya antología de versos fue prolongada en Culiacán, Sinaloa (1961), por el tamaulipeco General Ernesto Higuera.

Otras figuras de la picaresca popular son Diego Romero (El Alcalde de Lagos de Moreno, Jalisco) y El Tío Laureano de León (originario de Nava, Coahuila), cuyas ocurrencias describe puntualmente Francisco L. Urquizo en su Breviario Humorístico. Ellos y otros que escapan a la memoria tuvieron vigencia en su tiempo y región. En lo que respecta a Tamaulipas, el Filósofo de Güemes se convirtió en uno de los personajes norteños más famosos de finales del siglo pasado, y fue llevado a la imprenta.

Vale decir que recobrar la riqueza lingüística, chistes, ocurrencias y anécdotas a través de la narrativa literaria, representa un ejercicio revalorizando al paso del tiempo. De acuerdo a la opinión de Lionel Gossman: “La pasión por escribir ha demostrado que la gente tenía guardadas muchas cosas que necesitaba sacar, y que la gente deseaba que se hicieran memorias”. Así las cosas, las ocurrencias del filósofo más filoso, tienen su origen en la tradición oral atiborrada de sentido del humor, que refleja el carácter de los pobladores del noreste mexicano.

Para documentar el carácter e identidad de los mexicanos, existen ensayos literarios donde se analiza con sentido crítico de nuestros orígenes identitarios. El perfil del hombre y la cultura en México, de Samuel Ramos, Fenomenología del relajo, de Jorge Portilla, El laberinto de la soledad, de Octavio Paz, Análisis del ser mexicano, de Emilio Uranga, y Escenas de pudor y liviandad, de Carlos Monsiváis, por mencionar algunos.

Otro ejemplo del desenfado en la expresión oral, lo encontramos en Picardía mexicana, del arquitecto Armando Jiménez, quien definitivamente abandonó su profesión para dedicarse a investigar lo relacionado con el lenguaje popular, desde albures, palabras de doble sentido, chistes, grafitos, iniciales, maldiciones y desmadre del mexicano. Sus libros tienen más de cincuenta ediciones y han sido prolongados por escritores de la talla de Alfonso Reyes y Octavio Paz.

Origen del Filósofo de Güemes
Hasta donde sabemos, con base a la tradición oral existen al menos cuatro personajes relacionados con el origen del mencionado filósofo. María Luisa Galindo Morales asegura que uno de ellos es Arnulfo Martínez, político, juez y uno de los poetas populares más importantes del noreste mexicano. Sin embargo, de acuerdo a los escritos que se conocen de él, en ninguno de ellos hace alusión a sus frases.

Uno de los primeros en mencionarlo a través de la prensa local fue el licenciado Gerardo Campos Martínez, quien, a mediados de la década de los setenta del siglo pasado, cita sus frases en varias colaboraciones del periódico El Mercurio de Ciudad Victoria.

La popularidad que alcanzó el pensador güemense, gracias al licenciado Durón, quien terminó por apropiarse del personaje, derivaron en una serie de reportajes del periodista Felipe Martínez Chávez, donde cita a José Calderón, quien se ostenta como autor de dichas ocurrencias y frases de carácter humorístico.

Sin embargo, mis hallazgos numerosos de frases publicadas en el Bisemanario de Información El Gallito, durante la década de los treinta, me llevan a suponer que probablemente el primer filósofo era el director de este semanario: Lucio Mancha. Sin embargo, las columnas jocosas no vienen firmadas por él, lo cual nos lleva a considerar que podrían ser de la autoría de Arnulfo Martínez, porque en esa época era muy conocido por su vena humorística.

Pedro Páramo y el Filósofo de Güemes
Y el novelista Juan Rulfo sabía mucho acerca del lenguaje de los campesinos de los pueblos de Jalisco y Colima, porque los escuchó hablar solos mientras iban y venían entre caminos polvorientos en busca de lugares imaginarios, donde aprendieron a platicar con el viento, pájaros y fantasmas. De ellos recogió muchas historias, cuentos, narraciones que después las llevó a la literatura. Rulfo era como los personajes de su novela: huraño, callado, observador, sorprendido hasta de su propio nombre: “Me llamo Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno; me apilaron todos los nombres de mis antepasados paternos y maternos, como si fuera el vástago de un racimo de plátanos, y aunque siento preferencia por el verbo ‘arracimar’, me hubiera gustado un nombre más sencillo.”

¿Cuál es la relación entre Pedro Páramo y el Filósofo de Güemes? Desde el punto de vista literario, tal vez ninguna, porque el primero se convirtió en un personaje universal dentro de las letras, gracias a Juan Rulfo. Una de las coincidencias de estos personajes es el vocabulario. La misma frase: lo que de aquí para allá es subida, de allá para acá es bajada (atribuida al mentado filósofo tamaulipeco), se consigna en la novela Pedro Páramo (1955): “El camino subía y bajaba: Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para el que viene, baja.”

Definitivamente, el Filósofo de Güemes podría ser anterior a Pedro Páramo, si consideramos una selección de las siguientes frases, o “Refranes Corregidos”, con el mismo genial estilo del célebre filósofo, publicadas del 29 de noviembre de 1931; marzo 27 de 1932; 12 de marzo de 1933; 16 de mayo de 1936; mayo 19 de 1936; junio 20 de 1937, de El Gallito. En su conjunto nos hablan del ingenio y humorismo que caracterizó a los victorenses de aquella época.

Esta clase de filosofía jocosa al estilo Perogrullo, o la lógica del absurdo, es propiamente la alteración entre un mensaje original derivado de dichos, decires, aforismos, refranes populares y “puntadas de vacilón”. Manche les imprimió a los refranes un sentido de humor blanco y jocoso. La siguiente es una pequeña muestra de refranes corregidos o modificados.

A caballo dado, no lo montes nunca.
A Dios rogando, y al vecino fastidiando.
A la mujer todo el amor y poco dinero.
A la tierra que fueres, haz lo que quieras.
Al que anda con miel, alguien se le pega.
Al villano dale el pie y te quitará el zapato.
Ande yo caliente y me ofrecerán un abrigo.
De la mano a la boca, usa la servilleta.
De la pila nace el agua, del agua los pescaditos, y los pescados más grandes, se comen a los chiquitos. Los meros Villarrealistas.
De noche todos los gatos, andan por los tejados.
En el arca abierta, no hay nada.
En la casa del herrero, duermen en el suelo.
En martes no te cases, ni en ningún otro día de la semana.
En tierra de ciegos, ninguno ve nada.
En todos lados se cuecen habas, y en mi tierra frijolitos.
Es mejor malo conocido que si lo quieres conocer.
Si alargar quieres tu vida, toma siempre leche hervida.
Su muerte apresura el que toma agua impura.
Una guacamaya pinta, le dijo a una colorada: vámonos para Terán, porque aquí no hacemos nada. [A los portesgilistas, en burla porque Plutarco Elías Calles acudía temporalmente a descansar a su Hacienda Soledad, localizada en Terán, Nuevo León.]
Ya el águila se voló y quedó el nopal solito. [A los Villarrealistas de Nuevo Laredo.]
Ya se cayó el arbolito, donde estaban todas mis ilusiones, ahora me voy a Brownsville, a remendar calzones. Don Amado el de Nuevo Laredo.

* Cronista de Ciudad Victoria.