Monterrey.- Vemos al empresario ido a político Donald Trump, candidato a la presidencia de los Estados Unidos, con un brazo en alto y sangre a un lado del rostro, mientras el cuerpo de seguridad intenta resguardarlo. Contundente imagen directo al Pulitzer, en el país de los montajes.
Los Hijos del Tío Sam se han convertido en los primeros consumidores de ese combo mediático de reality show que trasgrede fronteras, convirtiendo a cualquier figura pública en influencer, y luego en lo que le venga en gana. Empresarios que hacen show en el medio tiempo del estadio que compraron, o que viajan al espacio, salen con estrellas de cine y tienen novias de Inteligencia Artificial. Era cuestión de tiempo para que se metieran en el territorio de la política para convertir los discursos frente a la prensa mundial en su recreo de la escuela.
Donald Trump jugó de esa manera y no le fue tan mal. Convenció a gran parte de los estadounidenses que él realmente buscaba proteger a su país y a sus familias. Que era el guardián que la nación necesitaba.
Montaje mediático. Los estadounidenses creen tanto en una figura así como en las hamburguesas de McDonalds y los hotdogs en un partido de beisbol.
¿Será contundente en las próximas elecciones (que significa la oportunidad de que Trump regrese a la Casa Blanca) una fotografía que parece portada de disco vinil de rock?
Sí. La respuesta contundente es Sí.
Si esto fuera una estrategia mediática para despertar de nuevo los ánimos de los estadounidenses, obviamente está muy bien hecha. Un trabajo de gran calidad.
Tenemos ante nosotros una imagen que en un par de días ya es clásica del siglo XXI y va directo a un tomo de fotografías de la revista Time.
Su manufactura, su equilibrio de color, de luz y dramatismo (como muestra de la “vulnerabilidad humana”) es totalmente profesional.
Pero, ¿y si fuera un falso atentado? Eso es una minucia en el juego de despertar las pasiones políticas. Trump está convencido de ello si puso una oreja de por medio. Ya hace tiempo un pintor (que ahora es famoso, pero toda su vida la pasó miserable) la expuso. Y un político yanqui sabe que la sangre levanta al ciudadano estadounidense de sus asientos.