El Mediterráneo y sus puertos
fueron destino y estadía.
El alma se llena de sus azules,
lenguas y culturas entremezcladas
en el silencio abierto de mi corazón.
Nubes viajeras como mis ojos.
Marzo de paisajes y ciudades
envueltas aún en el friolento azul
del cielo todavía invernal.
Vientos helados que hacían
que abriera mis alas mustias
en la acrópolis ateniense.
Nápoles, donde mis brazos
anhelaban extenderse de punta a punta
para abarcar la estrechez de sus angostísimas callejuelas.
La mano blanca de Kusadasi,
abierta para anidar en su palma
a las gaviotas y ese cuervo negro.
Las estruendosas tormentas de Civitavecchia
de esas dos negras noches iluminadas por relámpagos.
El sushi sorprendentemente delicioso
de ese restaurante, Lucky Sushi,
a la orilla del mar Tirreno.
Allí volví a vivir aquella
deliciosa experiencia del
sabor perfecto de los camarones
en la Guadalajara de mi juventud
(tal delicia que no volví
a degustar hasta este viaje).
Mallorca, gracias por tu mar que se aprecia
desde tu centro evocador
de olas, sal y sol.
En tu hotel Cappuccino pasé un rato
que hizo que yo deseara ser tuya:
una europea cosmopolita y sofisticada.
Barcelona que ayer se me obsequió en lluvia
desde que bajé del barco por la mañana
hasta la medianoche. Yo, cual anciana
de 63 años, envuelta en bufanda y cubierta
por la capucha de mi sudadera mallorquina.
Barcelona, tus bailarines en el Tablao Cordobés
del barrio gótico de Las Ramblas. Hermosos seres humanos
dejando al alma zapatear fuerte y desgarradora
en esa pequeña tarima de maderos desgastados.
Sin embargo, Barcelona, te confieso
que ese tu desgarramiento que presencié
no llegó a tocar las fibras de mi alma mexicana,
fibras que un mariachi entreteje con el tun-tan-tan
tun-tan-tan
de sus rancheras más lacerantes y ese su
desbordamiento de tequila y dolor campesino.
Puertos del Mediterráneo:
Me voy a otro país que tampoco es el mío
pero del cual me he vuelto a apropiar desde el ’89.
Vuelvo a Texas donde pude redefinirme
como mujer bienamada de un muerto
que se llevó mi corazón; donde se forjó en mi vientre
la linda joven morena que ya es la pionera
del sendero de su vida, esa vida
que ya incluye al muchacho blanco y flaco
de quien vive enamorada.
Vuelvo a Texas, que por estos motivos
se ha vuelto mi hogar.
Pero, ay Mediterráneo, las raíces de mi alma
están tan pero tan enterradas en México,
que es imposible desenraizarlas.
Desbocada y atropellada, allí está ella, mi alma,
con los niños sucios que usan sus codos como moldes para hacer
cazuelitas de lodo y jugar “de mentiritas”.
Está con los niños pobres y desposeídos
que con una botella de refresco de plástico de dos litros
juegan despreocupados y libres al futbol;
dos piedras, la portería. Y ellos, los niños,
patean de un lado a otro esa botella-balón,
como cuando mi madre jugaba a las muñecas
con una piedra alargada envuelta en un trapo.
Mediterráneo, aquí tienes mi alma,
que ya sosegada y en calma,
te agradece me hayas permitido
vivir tu belleza y tu gente.
Condesa Suites, barrio gótico
Barcelona, España
Domingo 10 de marzo de 2024.