La noche del 26 de abril del 2006, la delegación Nuevo León de la Asociación Nacional de Locutores celebraba su asamblea correspondiente al último miércoles de cada mes. A medio programa, la mesa directiva, entonces en funciones, anunció que el candidato panista a la alcaldía de Monterrey, Adalberto Madero, había sido invitado para participar como orador. Minutos después, hizo su arribo este personaje y se abrió el espacio para escuchar su mensaje. Debo aclarar que desde el anuncio algunos locutores señalamos que la forma un correcta de proceder habría sido acordar previamente tal invitación dentro del pleno de la asamblea y, sobre todo, hacerlo como parte de un plan equitativo que incluyera la participación de los candidatos de todos los partidos contendientes. Minucias aparte, y ante la presencia en el edificio de los locutores del susodicho político, los ahí presentes nos dispusimos a conocer las ideas del flamante candidato de la sonrisa sempiterna. Con toda objetividad hago memoria: ¡Qué decepción! Durante unos veinte minutos Adalberto convirtió aquel encuentro en chismes de lavadero más parecido a unas elecciones escolares preparatorianas, que a un planteamiento serio, social y políticamente comprometido con la realidad de una ciudad como Monterrey. Desde el inicio, el discurso se entonó con frases como la “lucha que he tenido que sostener porque no me quieren”. Luego desglosó abiertamente sus broncas personales con los comités locales del PAN a niveles estatal y municipal. En su ingenuo (?) desenfado llegó a afirmar cosas como ésta: “Me han querido imponer gente en mi planilla, y yo les he dicho que el candidato soy yo. Si ellos quieren poner a sus amigos les digo que hagan su planilla, porque esta es mía y yo aquí digo a quién pongo y a quién no”. Recuerdo haberle interpelado para preguntarle por la ideología, y al menos un esbozo de acciones concretas. Ahí pude ver en plenitud su estilo, ahora ya como alcalde bien conocido, y que consiste en escuchar sólo lo que le conviene y reiterar sus cantos plañideros, cuya parte más sólida es el estribillo “estamos trabajando”, casi siempre para corregir lo que nunca se corrige. Y no es necesario detallar de nuevo la creciente lista de quejas en tránsito, comercio, construcción, casinos, alcoholes, permisos y concesiones, más lo que se acumule en la semana. Complot panista contra el panista ¿Pero qué fue realmente lo que sucedió el viernes allá en León, Guanajuato, a donde el edil regiomontano fue citado como uno de los ganadores, y luego fue ofensivamente ignorado, en una lamentable pérdida de las formas que afecta a todos los involucrados? Entre jaloneos, improperios y hasta lágrimas en medio de un panismo de tres niveles, convulso y pleno de incertidumbre, María del Rosario Castro Lozano, coordinadora del Instituto Nacional para el Federalismo, de la Segob (entidad que auspiciaba el reconocimiento) sólo atinó a decir “fue un error”, sin aclarar si el error fue la exclusión de última hora del alcalde de Monterrey, ya ahí presente pues fue convocado, o el error había sido de origen, es decir, cometido al concederle a Madero un premio a todas luces inmerecido. Luego de negociaciones a puerta cerrada, después de finalizado el acto oficial, finalmente se entregó el trofeo correspondiente, sin mayor protocolo y ante la prensa, mi alcalde, pues vivo en Monterrey (aunque no voté por él) se mostró sonriente y complacido. Pero por la noche, este señorito, que en ocasiones me recuerda al “Guasón” (no al de Heath Ledger o de Jack Nicholson, sino al de César Romero), cambió la sonrisa por su otro recurso de costumbre y procedió a “denunciar una campaña de desprestigio en su contra”. Voceros de Acción Nacional ya respondieron confirmando lo evidente. ¿Un complot a nivel nacional para “partirle el queso” a nuestro sufrido alcaldecito? ¡Por favor! Moraleja que parece chiste ¿Capici? ¿Desea dar su opinión? |
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