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Seamos realistas, pongámonos estrictos, ¿qué hay detrás de la crisis económica norteamericana, de la inminente derrota electoral del bushismo?: el quiebre del modelo económico neoliberal que se agrega al derrumbe del evolucionismo fundamentalista (hegemonismo norteamericano). Pero, ojo, la frontera del Río Bravo no evitó que los problemas alcanzaran a México, que hayan crecido bajo circunstancias locales hasta dominar a nuestra política y a nuestra sociedad, enfermas ambas de “enanismo intelectual”, corroídas por los convencionalismos, aherrojadas por la corrupción. Se trata de una crisis moral, total por sus alcances, terminal por su profundidad. Dejemos a los estudiosos de altura el análisis de lo que ocurre en el mundo, en los Estados Unidos y en México, y aboquémonos a discernir lo que ocurre, lo que atenaza y carcome a Yucatán.

Algo tendríamos que decir los yucatecos, por lo menos desde el punto de vista moral, cuando son los boliteros (J.C. Xacur, Huiro Sosa, Álvaro Traconis) y los agiotistas (Patrón Laviada, Canto, Navarrete, Palomeque) –que ayer operaban y se mantenían en los albañales de la sociedad- son ellos que ahora mandan y determinan el rumbo de Yucatán, sea por el eclipsamiento de los líderes empresariales, o por el encumbramiento del narco, de la especulación y de la corrupción, tanto en las esferas públicas como en las privadas. Algo turbio, socialmente preocupante, debe estar ocurriendo en Yucatán cuando los dirigentes empresariales no son empresarios, sino empleados a sueldo; cuando los políticos de renombre inscribieron su nombre, su pasado y su presente, en la nómina gubernamental (los del PAN, en la nómina felipiana; los del PRI, en la nómina ivonniana), creyendo que así –y sólo así- tendrían derecho al futuro.

¿Por qué perdió el PRI la gubernatura en el 2001? Porque la sociedad yucateca, influida por el triunfo de Fox a nivel nacional, quiso saber cómo se vivía fuera del control del PRI, se decidió a protagonizar un cambio, cansada que estaba de las limitaciones de los gobiernos priistas, harta de los excesos de sus gobernantes. Patricio Patrón encarnó de manera ejemplar esa aspiración de cambio frente a la imagen tradicional de Orlando Paredes y su manifiesta subordinación a la figura y a los dictados de Víctor Cervera. En síntesis: el PRI aparecía cautivo, sin posibilidades para decidir algo distinto a lo que quería e imponía Víctor Cervera, por eso perdieron, estrepitosamente, el PRI, Orlando Paredes y Víctor Cervera.

Algo lamentable, desde el punto de vista moral, para no enredarnos con una ley que poco vale, algo vergonzoso debe estar pasando en la entidad cuando son los mismos narcos los que persiguen y eliminan a los narcomenudistas, mientras las autoridades nada ven y a nadie pescan; cuando la gobernadora y su suplente se declaran respetuosísimos de la ley…de la selva. Algo raro debe ocurrir en Yucatán cuando son los choferes de los altos funcionarios los clientes VIP de “El Cielo”, cuando la secretaria que ni aparece ni habla en el PRI (unos dicen que es el capricho más discreto de Ivonne, otros, que es el adorno más caro de Mauricio) pero sí arma escándalos electorales en la UADY, amenaza a candidatos y reparte dinero a diestra, más diestra y retemás diestra (nada con la siniestra).

¿Por qué perdió el PAN la gubernatura en el 2007? Porque el grueso de la sociedad yucateca sintió defraudadas las expectativas de cambio que había depositado en el PAN y en Patricio Patrón. Y el pequeño grupo de poderosos que habían roto lanzas con el PRI y con el cerverismo para apoyar la candidatura de Patricio Patrón, ese pequeño grupo no sólo no satisfizo sus aspiraciones de poder y de dinero con el “Gobierno del Cambio”, sino que se sintió defraudado por la manera torpe, burda, cínica, como Patricio Patrón favoreció a los advenedizos que lo rodeaban, excluyendo del disfrute del poder a esos poderosos. Al revanchismo de la élite se agregó el descontento popular, asegurando el retorno del PRI, disfrazado ahora de Nueva Mayoría Ciudadana.

El PAN, controlado de manera asfixiante por los “laviadistas”, no tuvo oportunidad de revertir su deterioro electoral ni de distanciarse del descrédito político del Gobierno del Cambio. Por eso perdieron, estrepitosamente, el PAN, Xavier Abreu, Patricio Patrón y los laviadistas.

Grave resulta que un “promotor deportivo” sea acusado nacionalmente de ser Lavador de Dinero Negro (Arturo Millet) y en Yucatán nada se haga por aclararlo, a pesar de que las mismas sospechas son vox pouli de tiempo atrás (ese “promotor” tiene concesionado el Estadio Iturralde y anunció la inminente construcción de un Centro de Espectáculos y de Comercios en Ciudad Caucel).

¿Qué pasa ahora con el gobierno de Ivonne Ortega y con las relaciones que ha fincado con los distintos grupos sociales? La irrupción de Ivonne Ortega, primero como candidata y, ahora, como gobernadora, no sólo representó un cambio generacional en las filas del PRI y del gobierno sino, con el ejercicio faccioso y caudillesco del poder que caracteriza a la Ninia de Dzemul, se han violentado los sutiles hilos que enmarcan y determinan la interacción entre los distintos conglomerados sociales, particularmente con aquellos que forman parte del “bloque de poder”, los que reinan-pero-no-gobiernan. La sociedad yucateca está siendo sacudida por la intempestiva irrupción de un grupo de “trepadores” que, valiéndose de los recursos públicos y del respaldo de la estructura gubernamental, se acomodan en la cúspide social o en los intersticios que les brindan las complicidades de sus integrantes.

Algo debe estar descompuesto en Yucatán cuando la actual titular del IVEY fuera, ayer, socia/operadora de las empresas del “Teclas” Guzmán, mientras el padre de sus hijos fungía como subordinado de “El Teclas”, en realidad, el “segundo de abordo” de la COUSSEY. Salió el “Gobierno del Cambio” y llegó el de “La Nueva Mayoría”, los papeles cambiaron pero las cosas están igual…o peor: hoy, el arquitecto Pedro Espadas es el “factotum” de la especulación de tierras urbanas (que a las empresas inmobiliarias de Pedro Navajas les dicen “El Jocoque”, porque se hicieron de la noche a la mañana), mientras su concubina dirige los destinos del remozado IVEY.

Algo debiera parecernos mal, por decir lo menos, cuando una escuela de luenga tradición distingue al Señor de los Taxis, Cheka del cerverismo, como su “alumno más distinguido” (olvidándose de intelectuales, de maestros(as), de empresarios y políticos, que también pasaron por sus aulas), empujados sus directivos por la urgencia de congraciarse con la mafia sindical que controla la Secretaría de Educación estatal.

Los problemas de identidad y de soporte social que arrastra la gobernadora Ortega Pacheco no terminan en el ejercicio inmediatista y chato del poder, sino que es allí, precisamente en ese espacio en donde empiezan los problemas que la envuelven, problemas que ella causa y alimenta pero que no alcanza siquiera a detectar, mucho menos a comprender.

El ejercicio populista del poder, la “burbuja” de halagos y de sumisión que envuelve a la persona de la gobernadora y a su desempeño político, la percepción/seguridad de “estar arriba del guayabo”, ha sido aprovechada por el grupo que rodea a la Ñora del Justam para reposicionarse política y socialmente, ocupando los lugares que otros ocupaban, desplazando de los círculos concéntricos del poder a quienes estaban allí por méritos distintos a la afinidad partidista o a los afectos y relaciones con el “primer círculo”.

Algo debiera parecernos mal, al menos en nuestro fuero interno, cuando el silencio cómplice de los medios o sus elogios interesados se pagan con enormes tajadas del erario; cuando el dinero de nuestros impuestos sirve lo mismo para pagar favores de los camioneros, de Televisa y TV Azteca, que para mantener en calidad de parásitos a decenas de “asesores”, a cientos de activistas de la Ola Roja o a los miles de cometortas que se utilizan como Carne de Mitin. Algo debiera olernos mal cuando Yucatán está entregado al derroche y al festejo: los festivales del Día del Niño, duraron un mes; los informes regionales y los informes sectoriales, que siguieron al Primer Informe Ciudadano y al Informe del Primer Desaire duraron, nada más, del 1 de agosto, al 31 de octubre; justo antes del Hanal Pixán y de los altares que sirvieron de preámbulo a la Feria de Xmatkuil.

Por si lo anterior no bastase para secar cualquier presupuesto, nada más en octubre estuvieron en Mérida los cantantes Juanes, Francisco Céspedes, Julieta Venegas, Joan Manuel Serrat, Lupita D’Alessio, Plácido Domingo y la Orquesta Sinfónica de la BBC, además de los 560 eventos del Otoño Cultural. Algo debiera olernos mal cuando al tenor Plácido Domingo le pagaron 200 mil dólares por cantar en un estadio, en Chihuahua (entrada gratuita) y, tres días después, se llevó ¡un millón 200 mil dólares! por hacernos el favor de cantar en Chichén Itzá (15 mil espectadores con boletos que iban de los 3 mil a los 10 mil 500 pesos). ¡Con razón ‘amenazó’ con venir a cantar otra vez a Yucatán!

Desconocedora por completo de las “reglas no escritas” de la política, Ivonne Ortega se “emborrachó” con su triunfo electoral. Sin experiencia alguna en los “controles de mando”, con marcadas limitaciones personales, Ivonne Ortega ha protagonizado un populismo ramplón, entregada al ejercicio cotidiano del asistencialismo que la hace sentir “muy cerca del pueblo” y que la aleja de otros grupos sociales. La actitud de estos grupos con relación al gobierno de la Nueva Mayoría pasó de la expectativa a la reprobación, en cuestión de meses.

Es posible que, en las semanas y meses por venir, el creciente descontento alimente el descrédito y la división para conformar un clima de confrontación (oootra vez), confrontación social y política que atraviese y descomponga a la sociedad yucateca. Si las cosas en el país siguen como hasta ahora, Yucatán se sumará al conflicto nacional, por más que las causas (como las fuerzas y los protagonistas) de la confrontación en Yucatán sean un tanto distintas a las del país.

Algo debiera parecernos mal, o al menos “desajustado”, cuando la gobernadora se dedica a “pescar dzililes”  y encarga estudios multimillonarios para tapar una burrada, en lugar de reconocerla y enmendarla: que el Tren Bala no puede balar. Algo debe andar mal en Yucatán cuando la Seño de los Cochis no hace más que repartir prótesis y zapatitos mientras los proyectos de innovación tecnológica (Casa Telmex y mochila Idem), las inversiones para la atención de los grupos vulnerables (Crit, Casa Hogar El Porvenir, Hospital del Niño) y hasta los pasos peatonales, quedan en manos de empresas privadas.

Algo debiera olernos mal cuando el ejecutivo del estado solicita (léase impone) al Poder Legislativo que abdique de su potestad fiscalizadora, concediendo aprobación anticipada a un crédito por 750 millones de pesos, estableciendo además que la deuda pública no-requiera-de-mayoría-calificada (2 terceras partes de los diputados), sino mayoría simple, es decir, con el respaldo solamente de la fracción del PRI. Algo debiera parecernos sospechoso, para no decir que denigrante e inaceptable, cuando algunos protagonistas de nuestra política califican como nepocracia, lo que ocurre en Yucatán, mientras otros lo califican de lesbocracia o huirocracia.

Algo debe estar podrido en Yucatán, porque huele mal en Dinamarca.

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