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Difícil resulta al ser humano sustraerse a pronosticar el futuro, sea por temor o por curiosidad, pero lo hacemos con frecuencia. Un campo que es muy propicio y tentador es el de la política y más aún la electoral. Predecir el resultado de una elección o cuál será la suerte de tal o cual personaje público acentúa el prurito especulativo.

Sabemos bien, por experiencia, que es preferible ser historiador que profeta –René Alonso dixit-, pero a pesar de ello vamos  hoy en contra de esa regla del sentido común  para bordar a cerca del futuro político de Adalberto Madero.  Mejor conocido como “Maderito”, tanto por  sus bien como para sus mal-querientes.

El  tema nos obliga a abrir un marco comprensivo como el siguiente: al país entero, pero particularmente a sus partidos y correligionarios, les ha quedado una experiencia que es producto neto de los tiempos post-autoritarios, una  circunstancia que iguala a Vicente Fox con Andrés Manuel López Obrador.

Como se recordará, ambos facilitaron en su oportunidad, uno al PAN y otro al PRD, la designación de sus candidatos a la presidencia de la república; ambos realizaron un exitoso proceso de pre-campaña que abarcó lo interno y lo externo, con el cual ganaron de antemano la candidatura a la que aspiraban.

A fin de cuentas los órganos partidarios tuvieron que rendirse a la evidencia y aceptar lo que en buen romance fue una imposición. Dicho llanamente: Fox y López Obrador impusieron su candidatura al interior de sus respectivos partidos. Craso error hubiera sido negárselas en aras de una justa y democrática contienda.

Adalberto Madero ha jugado con la ambivalencia y ha hecho que cada uno de los actos de su gestión sea visto como pre-campaña orientada a ganar la candidatura de su partido para las elecciones de gobernador el próximo año, tal y como, a su manera, lo hicieron Fox y López Obrador. 
 
Hoy por hoy la moneda está en el aire, la pre-campaña que no lo es ha rendido sus resultados y las preferencias ciudadanas medidas a través de las encuestas de la prensa escrita, lo colocan en un lugar privilegiado entre los cuatro aspirantes punteros.

Nuestro punto de vista no ignora ni pretende minimizar las acusaciones que por corrupción, tráfico de influencias violación de disposiciones electorales, etc., etc., que se le hacen cotidianamente a Adalberto Madero, pues, como se sabe, en política las apariencias son realidades y se sabe también que en los terrenos que pisamos rige la divisa “piensa mal y acertarás”, así  que partimos del supuesto de que él es responsable de todos los cargos que se le imputan,  a los que habrá que agregar los que se acumulen esta semana.

Un somero repaso al currículo político de Adalberto Madero nos muestra que antes de ser alcalde, fue senador  de la república, y obliga a aceptar que sus logros no son fruto del azar o del impulso que le ha dado su partido, hablan más bien de una táctica y una estrategia política que no puede ser minimizada.

En cuanto a su estilo personal de actuar políticamente, hay que hacer notar que, por regla general, no responde a los ataques de que es objeto, salvo aquellos a los que él decide, sin que sean los más virulentos.

Es claro que está sujeto al fuego cruzado de sus malquerientes de todos colores y sabores, entre los que aparecen sus propios compañeros de partido, que dan la impresión de ser los primeros interesados en dejarlo sin candidatura y hasta fuera del PAN.

Hay que ser muy bien pensado o quizás ingenuo para no darse cuenta de que las campañas de la prensa escrita  en contra de personaje tan sui géneris, no son casuales, ni gratuitas, van y vienen en oleadas según se aprecie su avance o retroceso en la campaña que no lo es.

Concédase pues, que todo lo que desvalora las aspiraciones de Maderito sea un hecho duro y que en rigor no debería ocupar el lugar que ocupa en las encuestas, pero, entonces, ¿qué se puede aducir para explicar por qué acapara tan importante cuota de preferencias  ?

A estas alturas, las dirigencias nacional y estatal del PAN afrontan una serie de disyuntivas de las cuales la primera es: ¿permitir que Adalberto Madero imponga al interior del partido su candidatura? Y luego, ¿qué hacer ante la oleada de imputaciones cada vez más serias?: ¿expulsarlo?; ¿arrojarlo a los brazos de otro partido del cual ya se tiene nombre y apellido?; ¿permitir que se lleve consigo todo el capital político y las simpatías ciudadanas que bien o mal mantiene?;  ¿correr el riesgo de designar un candidato impoluto que tendrá que pasar las de Caín para obtener el triunfo de su partido?; o bien, ¿dejar todo librado a que el dedazo presidencial vuelva a funcionar como en los mejores tiempos del PRI, diga  quién es el bueno, todo mundo lo acepte sin chistar y se olvide de los rejuegos de una incipiente democracia y volvamos a tener más de lo mismo?

El desenlace llegará pronto y entonces podremos contar la historia, tal y como fue.
 

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