* Un espléndido éxito el Encuentro Latinoamericano del jueves 13
* Nuevas esperanzas se concretaron para mitigar el dolor de la muerte
Algunos paraperiodistas han pretendido desvirtuar la verdad en los hechos sangrientos del 22 de diciembre de 1997 en Acteal, en donde, como ya todos saben, fueron masacradas por un grupo de paramilitares y policías, mandados "quién sabe por quién", 45 personas que se encontraban en oración en la ermita del paraje enclavado en San Pedro Chenal'ho, uno de mis primeros destinos de trabajo de campo, hace ya unas cuatro décadas. Y ahí en Acteal, como lo informamos en este espacio, el pasado martes 11 de este frío noviembre, por fin se realizó el Encuentro Latinoamericano por la Verdad y la Justicia, que tiene que rendir frutos, si no entre la derruida clase política, sí en los corazones de los de abajo, de quienes están, en Chiapas, aprendiendo a valerse por sí mismos, sin esperar que las autoridades les resuelvan sus carencias, que eso está probado que no funciona y funcionará nunca, porque los políticos sólo están en su puesto para servirse a ellos mismos con la cuchara grande y les importa un pito la suerte de los que no tienen más que su dignidad de seres humanos.
El jueves 13 se reunieron en Acteal, tierra de mártires y objetivo de los fusiles de los contrainsurgentes, guardias blancas y policías, se reunieron poco más de 200 personas de 18 países representantes de organizaciones y comunidades, convocados para encontrar un espacio para escucharnos y aprender a encontrar la paz con Justicia y con Verdad, ante la violencia estructural e impunidad que cotidianamente viven y les afecta. No llegaron los paraperiodistas porque el evento no era de sangre ni de balas, que es lo que vende periódicos y espacios en la radio y la televisión. Pero lo que menos les importaba a los organizadores y participantes en el Encuentro era la presencia de los taquígrafos e interpretadores de la prensa escrita o de los repetidores de lo que les ponen enfrente en un telepronter, engañando al teleauditorio como si ellos fueran los autores de los "comentarios" y que estos fueran a bote pronto. Eso ya no les importa a los indios de Acteal ni de las zonas controladas por el movimiento zapatista. Quizá el último testimonio público, y no en las páginas frontales de los periódicos, sino en forma de libro sea Corte de Caja, escrito por Laura Castellanos, con espléndidas fotografías de Ricardo Trabulsi, quienes registran precisamente lo que digo, que a los movimientos indios revolucionarios no les interesa ya la mediática porque están tan metidos en la organización de sus procesos políticos, económicos, sociales y culturales, que la presencia de representantes de la gran prensa, no democrática por supuesto, en lugar de ayudarles les estorba, aunque los medios digan que tales movimientos se han perdido en la inacción, sólo porque no producen muertos.
Pero yo iba a comentarles el Encuentro sostenido por gente comprometida con los de abajo – no hubo un solo representante de los de arriba. Para qué. Quien no ayuda que no estorbe - en aquella Tierra Sagrada de Acteal, donde en mi juventud estuve acompañando al Tatic Samuel Ruiz García, en sus primeras aventuras pastorales en tierra de indios, donde corrió la sangre de los hermanos masacrados en diciembre de 1997 y trajo a la memoria a los miles de masacrados que los gobiernos opresores han dejado a lo largo y a lo ancho de América Latina. En particular se escucharon las historias de los hermanos y hermanas de El Salvador; cómo sufrieron por tantos años la represión, la guerra, las torturas, las masacres y se escuchó el testimonio de cómo los sobrevivientes han enfrentado esa realidad, cómo han tratado de sanar las huellas que la violencia ha dejado en su corazón, en sus comunidades, en su país, obviamente apoyados por sicólogos sociales que fueron entrenados por los jesuitas, masacrados también, hace 19 años en un recinto de la Universidad católica, y que ya comentamos porque precisamente el día domingo 16 se conmemoró dicho aniversario, con un Congreso de Sicología Social en la Universidad de la Tierra en nuestra querida San Cristóbal, en el valle de Jovel.
La participación de grupos centroamericanos que afrontaron situaciones similares de represión y masacres, como en El Salvador, dieron ánimos a los actealenses, pues les confirmaron que la restauración de la paz en los corazones y en las comunidades no va a venir del gobierno, sino de ellos mismos. Es como vivir un largo duelo por la muerte de la más querida persona de la vida, y ellos perdieron 45, muy queridos y queridas y de repente darse cuenta de que hay cosas que no podemos cambiar y tenemos que aceptar con alegría, porque así es la vida corporal, que termina con la muerte corporal en un proceso natural o provocado, en este caso, por esbirros de quien sabe qué poderes fácticos diabólicos. Las historias que narraron los asistentes extranjeros en el Congreso hizo recordar a los actealenses sus historias, su historia de represión, muerte y dolor profundo y se unieron dolores, tanto que concluyeron que los dolores se unen, por la com-pasión, por la com-unión y de tantos dolores juntos tiene que salir la alegría y la paz, así como a la noche tiene que suceder el día.
Los actealenses, aglutinados en la organización Las Abejas, un grupo pacífico y pacifista que nada tiene que ver con movimientos armados, aunque simpatiza con el pacifismo y la decisión del EZLN de caminar su propia historia de salvación al margen del establishment neoliberal y globalizador, han dado un testimonio de grandeza de ánimo y de ánima, pues escucharon de boca de quienes han visto a sus familias masacradas que el poder de su corazón es muy grande, que han sabido perdonar a sus agresores sin sacrificar la verdad ni la justicia; que de esta manera han recobrado la paz en su corazón y han sembrado la semilla de la reconciliación en sus comunidades. Comprobaron a estos hermanos que han sufrido tanto como ellos, que tienen esperanza, que tienen alegría.
Los asistentes al Encuentro, que llevaban heridas ya cicatrizadas de represión y muerte, les lanzaron un reto a los actealenses, quienes confiesan que aún tienen que reflexionarlo porque muchas de sus palabras son nuevas para ellos. Lo que sí ven claro es que no pueden abandonar su lucha. Si los hermanos salvadoreños no abandonaron su lucha a pesar de tanto sufrimiento y represión, nosotros tampoco la abandonaremos. La historia y la experiencia de nuestros hermanos de El Salvador nos invitan a reforzar nuestro camino hasta que la verdad sea reconocida: el responsable de la Masacre de Acteal es el estado mexicano como victimario y todos los que diseñaron, promovieron y ejecutaron el ataque contra nuestras comunidades. Sólo con la verdad podremos lograr una justicia verdadera y reestablecer la paz, advirtieron.
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