* Una espléndida entrevista al “Sup”
* Qué importa que sea la última o no
Acabo de leer “Corte de Caja”, una espléndida entrevista que le hacen al “Sup” Laura Castellanos y Ricardo Trabulsi, editada por Grupo Endira, bajo el sello editorial “Alterno”, y lo leí “en una sentada”, poco menos de 150 páginas que fluyen como fluyen los ríos, corrientes y arroyuelos de la selva zapatista, con un prólogo inteligente de Guillermo Osorno, director de la revista Gatopardo.
Pero lo relevante, a decir verdad, no es la entrevista en sí, sino la oportunidad de su confección, en momentos en que la paraprensa tiene su mirada en la sangre y la muerte que ha desatado la guerra contra la delincuencia organizada y el narcotráfico, que son molinos de viento que distraen la atención de la opinión pública porque, en honor a la verdad, es una guerra perdida, porque se combate a los peones y no a las piezas mayores que manejan la empresa diabólica de las drogas, que esos tienen sus posas en otros lares, en Washington, Nueva York, los paraísos fiscales y Wall Street y que son los intocables, los que preparan el jaque mate final contra los pueblos y gobiernos que, como México y Colombia, en esta nuestra esperanzadora América – no por estos, sino por los otros –están copados por peones que, aunque "poderosos" sólo reciben órdenes de los "capos de capos" que son criminales sin rostro y que imaginan y organizan guerras y actos terroristas para defender lo suyo, el comercio de las drogas.
Pero volviendo a "Corte de Caja", su lectura me confirmó lo que yo ya pensaba e imaginaba, sigo pensando e imaginando, a pesar de haber estado alejado físicamente de la cobertura de los hechos y los dichos que se dan en la selva, particularmente de los que ocurren en los 39 municipios autónomos que son zapatistas y lo que contraocurre en aquellas comunidades y pueblos que se dejan llevar por los cantos de las sirenas. Y así pienso e imagino, leyendo entre líneas la prensa y gracias a los informes que me envían los amigos del Frayba, de Las Abejas, del Colectivo Alas, del Observatorio Eclesial, de Sicsal, de mi hermano Gilberto, que es médico pediatra en Chiapas, pero que en toda su vida ha estado comprometido con las luchas del pueblo y que por eso mandó al diablo al PRD chiapaneco, de quien los periodistas locales consideraban "el líder moral", porque tal agrupación partidaria se convirtió en nido de alacranes, banda de represores, cómplice de paramilitares o guardias blancas y cueva de ladrones.
Me confirmó pues "Corte de Caja" que los paraperiodistas son unos mentirosos, que viven del resentimiento, propalando la idea de que los zapatistas están muertos y que ya no son, por tanto, materia de noticias, y por lo tanto ya no envían a sus reporteros a cubrir ningún acto que organice el EZLN. Creyeron, quisieron creer, de acuerdo con las leyes del libre mercado, que el movimiento de los indios, que salió a la vida pública en la noche madrugada del 31 de diciembre de 1993 y el primero de enero de 1994, era Marcos, el blanco que sobresalía en el parque central de San Cristóbal, con su uniforme de campaña y su gorro y su pipa, porque la mayoría de los milicianos eran chaparritos y prietos y él era, y es, y espero que lo sea muchos más, blanco y entre los paraperiodistas el racismo está presente.
No entrevistaron a los comandantes, que eran y son los que mandan al "Sup", sino a éste porque éste les daría lectores, audiencia y teleaudiencia. Todo un personaje de alfonbra roja en la alfombra verde de la selva. Claro que era el blanco de los reflectores. Pero Marcos, como individuo, sólo es un pasamontañas, una pipa humeante, una cachucha con tres estrellas rojas, símbolos del EZLN, un fusil a la espalda, unas cananas cruzadas sobre el pecho, dos relojes que miden, uno el tiempo sin prisa de los indios de mi datcha y el otro que mide el tiempo enajenante de la Cristiandad, esa cristiandad que obligaba a los originarios de aquellas tierras a bajarse de la acera cuando ella pasaba con sus gabanes negros, sus botas de finísmo charol y su sombrero negro de fieltro y ala ancha, como muy buenos recipendarios de los usos y costumbres de los conquistadores españoles, que votaron a los originarios de los valles y los lanzaron a las laderas de las montañas, en tiempos de esa desafortunada colonización de hace ya poco más de 500 años. Igualito que ahora, cuando los más adinerados banqueros e inversionistas españoles se han adueñado de muy buena parte de la riqueza de este país triste, de sus playas más exóticas y que se están enriqueciendo a costa de la gente prieta – muchos españoles nos dicen prietos a los mexicanos: los prietos.
Pero no. El movimiento indio, aglutinado en el EZLN, no es ni Marcos, ni sus comunicados, ni sus espléndidas narraciones literarias, ni Durito, ni muertos ni sangre, materiales de oro para los paraperiodistas. Es mucho más que eso. Comenzado como un movimiento armado que cimbró a México y a Norteamérica, u al mundo entero, porque hizo su aparición precisamente el día en que entraría en vigencia el Tratado de Libre Comercio de Norte América, como un símbolo de rechazo a la globalización y el decir "Ya basta" a la situación de exclusión, de despojo, de racismo, de pobreza, miseria e indigencia en que vivían los indios (situación que infortunadamente sigue vigentes en la mayor parte de la geografía nacional y latinoamericana), globalización y libre comercio que resultaron únicamente en globalización de la concentración de la riqueza en muy pocas manos, y la globalización de la pobreza, la miseria y la indigencia de los trabajadores y de las medianas y pequeñas empresas, el movimiento se hizo pacífico, quizá gracias a las presiones de lo que hace ya casi 15 años era llamado Sociedad Civil y que ahora se ha venido depurando y ha quedado sólo en manos de gente consciente y comprometida realmente, no con el folclor, no con el turismo revolucionario, sino que no está con los pobres, sino que se hace pobre con los pobres como aquel Poverello de Asís, que en su toma de conciencia – los místicos dirían: en su despertar espiritual – se bajó de "arriba", desnudándose todo, y se fue ha integrarse, a con-fundirse con los pobres de los más pobres.
La esplendida obra de Laura y Ricardo, con la inefable presencia del vocero del movimiento indígena, me confirman que aún hay posibilidades de otro mundo mejor, y eso lo estoy viendo, con todos los asegunes que usted quiera, en Bolivia, Ecuador, Paraguay y en Venezuela mismo, y en otros países sudamericanos que bien pueden ser la punta de lanza de un cambio profundo en estas diabólicas relaciones de producción. Mucho de interesante, de positivo, de comunión hay en el modelo zapatista, que va de abajo para arriba, que no necesita de pumpos para nadar en sus procesos políticos, económicos, sociales, educativos, culturales, que los de "arriba" buscan a toda costa sabotearlo con mecanismos contrainsurgentes que son cuchillito de palo. Pero estoy seguro de que los indios zapatistas no caen, ni caerán, en la provocación porque han elegido el camino de la paz. Y qué bueno que los paraperiodistas los han dejado solos. Vale más solos que mal acompañados…
analisisafondo@gmail.com
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