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- Aparte de desapariciones y asesinatos, los poderes institucionales amagan con auditorías
- El objetivo es intimidar a los periódicos independientes en su afán de destapar los albañales
 El diario peninsular Por Esto! documentó y publicó ayer la posición del ombudsman del Distrito Federal, el maestro en sociología Emilio Álvarez Icaza Longoria, quien entrevistado por el colega Roberto López Méndez habló largo y tendido acerca de la villanía, perversidad, odio y venganza en contra de los reporteros que cubren las fuentes policiacas y particularmente los hechos del combate a la delincuencia organizada y al narcotráfico.
Álvarez Icaza asumió un asunto poco tratado en los medios, que no lo tocan porque muchos tienen cola que les pisen. Los ataques de "cuello blanco" manifestados en auditorías y revisiones contables por parte de la autoridad con el propósito de censura o limitación de la libertad de prensa.
Al margen de los levantones (secuestros exprés, para desaparecer o asesinar periodistas), granadazos, amenazas, secuestros y homicidios del crimen organizado, frente a los cuales el gobierno es responsable porque abdica de su obligación de impartir justicia, muchos medios informativos – no los paraperiodistas, sino los auténticos periodistas, sufren los ataques de "cuello blanco" manifestados en auditorías y revisiones contables para amedrentarlos y acallarlos en su oficio de destapar cloacas, que ya estamos viendo, con los acontecimientos del viernes, que hay muchos albañales.
Emilio se lamentó que en México exista la tendencia perversa, diabólica, de agredir a los medios e incluso de demandar a los periodistas mediante procesos penales que debieran ser civiles, lo que va en contra de lo que debe considerarse un régimen democrático, ante lo cual propuso que en cada Estado del país, las comisiones de defensa de los derechos humanos se aboquen a crear una relatoría para la libertad de expresión y la defensa de los defensores de los derechos humanos. El presidente de la CDHDF fue cuestionado por Por Esto! en el merco de la XIII Asamblea General y el Congreso Anual de la Federación Iberoamericana de Ombudsman, y ante el reportero pasó revista a los temas de actualidad más importantes sobre la libertad de expresión.
Ya hemos insistido, no hasta el cansancio, porque nunca nos cansaremos de nuestro oficio, en las agresiones, amenazas, secuestros, desapariciones y asesinatos de reporteros, pero al maestro Álvarez Icaza Longoria realmente le preocupan también las demandas penales cuando deberían de ser procesos civiles. Y a estas prácticas les llama la penalización de los delitos de prensa. Los periodistas tienen que estar defendiéndose, en lugar de estar ejerciendo su oficio de informar a la sociedad.
Hay otra tendencia preocupante – que nos la recordó don Emilio, mientras estamos inmersos en la denuncia de los asesinatos, que es la máxima represión contra un periodista, como de limitar la publicidad, de cortar los recursos públicos, o de generar procesos de auditorías o de revisiones contables, que si bien son una atribución de la autoridad, en ocasiones tienen más un mensaje de que los medios independientes se dediquen a revisar o defenderse de este tipo de cosas en vez de dedicarse a ejercer un periodismo.
Álvarez Icaza cree y tiene razón que es indispensable entender que, cuando se agrede a un periodista o a un medio de comunicación, se agrede a la sociedad completa. Los periodistas son ojos, oídos y bocas de la sociedad. Y ese es un tema que en los últimos años se ha venido desarrollando en México. Es un tema preocupante.
De acuerdo con lo que confidenció Álvarez Icaza al compañero Roberto López Méndez, lo que debe entenderse es que la autonomía que deben gozar los periodistas es parte de las condiciones básicas de un régimen democrático, y la autonomía tiene que ver con la independencia y con la seguridad de su trabajo. Y eso no sólo es en términos de que no haya agresiones por parte de los poderes establecidos, sino también que cuando los periodistas sean víctimas de un delito haya culpables. Uno de los grandes desafíos que en materia de prensa existen en este país es que se manda un poderosísimo mensaje de impunidad. Unos de los principales ataques a los periodistas vienen de la delincuencia organizada, y el problema es que esos delitos no tienen culpables. Entonces, el Estado viola los derechos humanos cuando la justicia no actúa".
"El Estado no es el primer responsable en materia, por ejemplo, de las agresiones por los levantones, por los secuestros, los homicidios, pero sí es responsable cuando abdica de la responsabilidad de la justicia y no hay culpables. Entonces envía un poderosísimo mensaje de impunidad, y es cuando muchos periodistas en distintos lugares del país deciden no continuar investigaciones porque saben que no los van a proteger, y se da un fenómeno muy preocupante de la autocensura, de no trabajar ciertas líneas que tengan que ver con la delincuencia organizada, o con los vínculos de la clase política con la delincuencia organizada, porque no hay culpables. Entonces, el tema más grave es que la justicia que tendría que estar protegiendo a los periodistas no está funcionando".
En el norte del país apenas la semana pasada mataron a un periodista afuera de su casa, en Ciudad Juárez, cuando llevaba a sus hijas a la escuela. Son cosas que alarman; en Tabasco, inclusive han llegado al extremo de poner artefactos explosivos, o dispararle a los edificios o lanzarles granadas, como acaba de ocurrir con El Debate de Culiacán, pero el problema es que no hay culpables.
Cuando el reportero le explicó que en los Por Esto! de Mérida y Cancún han lanzado granadas para acallar su línea editorial, Álvarez Icaza respondió: "Por eso es tan importante que la justicia intervenga y nos diga con toda certeza quién está agrediendo a los medios.
Qué trágica posmodernidad
Hoy estamos jodidos: los poderosos son incapaces
Del laberinto de la soledad a la liberación colectiva
Los mexicanos en el laberinto de su soledad, parafraseando al inmemorial Octavio Paz, pudiera titularse el libro que colectivamente estamos escribiendo en este infausto sexenio calderonista. Y es que los mexicanos nos sentimos solos ante la violencia, ante el secuestro, ante el asesinato, ante los feminicidios, ante la corrupción que no sólo ha tocado las puertas del Estado, sino que estaba ya dentro corroyendo todo, haciendo más inútil los esfuerzos gubernamentales por abatir a la delincuencia organizada y al narcotráfico. En esta soledad pareciera que no hay nadie que nos salve, ni Dios Padre. Estamos a la deriva y no lo queremos reconocer que es lo peor que nos puede pasar, como el enfermo alcohólico que dice luchar contra su alcoholismo, y que le promete a la esposa que ahora sí va a dejar de beber, que el puede hacerlo cuando quiera, pero que no se da cuenta, porque está imposibilitado de darse cuenta, de que su alcoholismo no es un vicio, sino una enfermedad incurable, progresiva y mortal por necesidad.
La coyuntura mexicana es del México Negro, del México Profundo, del México trastocado por la inconciencia colectiva, por la soberbia de los poderosos, gobernantes y riquísimos empresarios, y por la locura de la derecha que no sabe qué hacer más que acumular riqueza y por la estupidez de la izquierda partidista – me refiero concretamente, sin ambages, sin temores, al PRD, lleno de telarañas ideológicas – la ideología es sinónimo de fascismo -, que tiene arrinconados a los verdaderos izquierdistas en las aulas y cubículos académicos que pueden salvarla y que ha olvidado al pueblo, que tiene la fortaleza y la sabiduría para cambiar las cosas que se pueden cambiar, como ha ocurrido en la historia del propio México, con la independencia, con la revolución, con el 68, con los terremotos del 85.
Pareciera que – verdad de Perogrullo – no vemos una luz al final del túnel. Estamos como en los peores momentos prerrevolucionarios, cuando el dictador miraba a Francia como el ideal de sus ideales, o mandaba a sus opositores al Valle Nacional, o los desaparecía, o como cuando la hiena de Victoriano Huerta ordenó cortarle la lengua al doctor Belisario Domínguez, o como cuando alguien mandó matar a Luis Donaldo Colosio, o como cuando los indios chiapanecos decidieron levantarse en armas porque su situación era ya inaguantable y habían agotado todos los caminos institucionales, legales y pacíficos ante las autoridades para resolver sus ancestrales, centenarias carencias. Así estamos; en un callejón sin salida. Y la tentación de la violencia revolucionaria revolotea en muchas mentes juveniles en toda la geografía nacional, porque las generaciones de maduros que están arriba no entienden de nada, menos de que gobernar no es servirse con la cuchara grande, sino servir a los demás, al pueblo, a la colectividad y rechazan, por "subversivo" ese axioma verdadero de "mandar obedeciendo".
Los hechos recientes confirman que el egoísmo individual y colectivo no tiene medida, que ni siquiera un caballero andante, como el Caballero de los Leones, conocido como el Caballero de la Triste Figura puede desfacer todos los entuertos que agobian a niños, niñas, jóvenes violadas y asesinadas, jóvenes atrapados en la diabólica red de la adicción a las drogas, de hombres y mujeres que viven solos y abandonados, de universitarios que se engañan o que son engañados por las universidades en su intento de ser alguien y de vivir con una desahogada calidad de vida y que cuando salen del aula titulados se hayan en medio del arroyo, encuerados y en calzones y muchos ni siquiera calzones, porque no hay empleo para ellos. Y los más pudientes logran poner un puesto de baratijas en cualquier mercado sobre ruedas.
Pero no podemos perder el optimismo, la esperanza – dicen que ésta es la que muere al último, muere con el mortal que deja la zalea en cualquier parte, ya sea por muerte natural o por muerte violenta – porque no hay mal que dure cien años, ni burro que los aguante. Vivimos una época oscurantista, más que la de la horca en los tiempos de aquella edad en que los herejes, las prostitutas, las brujas etc eran quemadas vivas o colgadas en un cadalso. Los poderes están ausentes. El gobierno, en lo suyo. Creando camadas de nuevos ricos cada seis años. Los obispos, en lo suyo, que no en las cosas de Dios, salvo raras aves. Los empresarios buscándole la vuelta al fisco y enviando sus dólares a los paraísos fiscales; los paraperiodistas, ensalzando las manos que les dan el maíz y el pueblo, como dicen los chavos, ái te ves… sufriendo un sufrimiento dolorosísimo, que si no lo lleva a la desesperación del suicido es por la grandeza de ánima que lo protege.
Una edad de pánico que tiene que pasar, que tiene que bajar, como sube y baja por necesidad la línea de una gráfica, pero en el caso de nosotros, seres humanos que ahora vivimos como los irracionales, guiados únicamente por el Eros, por el deseo, siempre hay una luz en el entendimiento que nos hace acordarnos de nosotros mismos y de que vivimos en una sociedad, que somos interdependientes y que si seguimos como vamos acabaremos con el Planeta que es el único lugar donde podemos vivir, convivir, en comunión. Si esto llegara pronto, decimos, como quien tiene prisa, pero lo que olvidamos que los únicos que tienen prisa son las ambulancias de la Cruz Roja, las autobombas apaga incendios y los pendejos, los jilipollas. No hay que desesperar, entonces, que haremos los cambios, pero los haremos el pueblo, los de abajo. No podemos confiar en nada en los de arriba, sean gobernantes, sean empresarios, sean obispos, sean cardenales y papas. El cambio vendrá de abajo, de los desprotegidos, de los excluidos, de los discriminados, de las prostitutas, de los que sufren el Sida, de los cancerosos, de los pobres, los miserables y los indigentes. Y como dicen algunos paraperiodistas: Al tiempo…
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