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No. 159 Lunes 24 de Noviembre de 2008

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El trabajo orientado a esclarecer qué pasó con el jet Lear 45 de la Secretaría de Gobernación no ha concluido.

A nivel internacional continúa la muy ardua labor de expertos sobre la manera, orden y proporción en que los diversos factores presentes en la tragedia del martes 4 de noviembre confluyeron para causar tan infortunado desenlace. Para los fabricantes del avión (Learjet) y de las turbinas (Honeywell), los problemas internos de México, políticos o de cualquier índole, son circunstancias aleatorias secundarias, importantes sólo en la medida en que eventualmente pudiesen haber generado circunstancias o situaciones capaces de incidir significativamente en la caída del avión.
 
Los expertos de la Dirección General de Aeronáutica Civil, junto con los peritos de la NTSB de Estados Unidos, y la AAIB, del Reino Unido, tienen ante sí la difícil tarea de corroborar que ningún factor externo, no relacionado con la aeronave y su historial, con la tripulación, y/o con la operación del vuelo, hayan tenido relación alguna con el suceso. En una investigación de estas características está totalmente descartada la posibilidad de concluir con un más o menos, o con nuestro mexicanísimo a’i se va. Esta es la parte que seguramente va a tardar algunos meses en llegar a conclusiones satisfactorias y de fondo.

Pero es evidente que, por el lado mexicano, la presión es muy fuerte y el plazo para esperar respuestas se percibe mucho más corto. Tanto, que hasta el gabinete insensible tuvo que demostrar capacidad de reacción, y hacerlo con acciones verdaderamente inusitadas. Pero si bien en la primera rueda de prensa de la SCT, en donde Téllez y compañía exhibieron videos y grabaciones en un hecho sin precedente y se pudo apreciar una voluntad política abierta y con presuntas intenciones de apertura y transparencia, ya en las subsecuentes comienza a notarse el estilo autoritario tradicional, emanado plenamente desde la plataforma del poder. Sin embargo, tampoco es muy difícil o complicado observar el porqué de este cambio de postura o posición.

El aparato del gobierno federal está sacando de nuevo “las garras” por la sencilla razón de que las investigaciones más recientes están arrojando información importante y muy reveladora: el caso del avión del secretario de Gobernación demuestra que los criterios de licitación impuestos por la propia administración pública se revirtieron en su contra.

Luis Téllez, titular de la SCT, debió reconocerlo así, con todas sus letras, frente a la prensa el martes 18, cuando señaló que la Secretaría de Gobernación hizo la licitación directa de la contratación de los pilotos, y que la Ley de Adquisiciones establece que las licitaciones, aún de servicios, se tienen que dar al mejor postor en términos económicos.

“Claramente eso es lo que no se debe hacer en una situación de seguridad”, agregó el funcionario al indicar que ello no garantiza que sea el mejor, el más seguro y profesional, por lo que debe efectuarse una revisión de dicha ley.
En este enorme nudo gordiano que nos envuelve y ahoga, sólo pienso con atención plena en el significado de las palabras del secretario de Comunicaciones y Transportes:

“Claramente eso es lo que no se debe hacer en una situación de seguridad”
 
Entonces saltan infinidad de interrogantes, unas más absurdas que otras: ¿Quién y cómo elabora las leyes? Donde existe una ordenanza que contraviene la seguridad, ¿a quién se debe obedecer? ¿Cómo se puede ahorrar en terrenos que implican poner en riesgo la vida de personas, ya no digamos funcionarios de alto nivel, sino sólo personas? ¿Ni siquiera la propia autoridad responsable de promover y difundir la cultura de seguridad en nuestro país cuenta con funcionarios que entiendan el espíritu de la ley? ¿Si la autoridad responsable no es responsable, entonces quién es responsable?

Sigo escuchando voces que con gran escepticismo señalan como “un escape”, o como una “cortina de humo”, o como la “creación de un chivo expiatorio”, el asunto de la falta de cumplimiento en las licencias y capacitación de los pilotos del XC-VMC. Y tampoco faltan los agoreros de la guerra, los que apuestan por y siguen difundiendo la teoría de la conspiración, según ellos “porque hay muchos indicios que así lo plantearían”.

Hasta el momento, según lo que se ve, el asunto es más simple pero no por ello menos grave: estamos hablando de una enorme, increíble, imperdonable pero evidente, muestra de la más supina estupidez. Y fue una cadena de estupideces lo que nos tiene aquí preguntándonos si el crimen organizado tiene o no tiene la capacidad para atentar contra el Estado mexicano al nivel de lo que estamos viendo.

Algunos podrán ver guerra; yo veo, insisto, estupidez. Mucha estupidez. Institucionalizada, que es lo peor.

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