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Los dos últimos eventos al que han sido convocadas las brigadas del movimiento en defensa del petróleo se han desarrollado bajo condiciones climáticas poco favorables: el domingo 26 de octubre el sol caía a plomo y teníamos que buscar refugio a la sombra posible de árboles o edificios, mientras que el martes 28 amaneció con un cielo despejado que anunciaba un día de sol que nunca fue; por el contrario, un aire helado nos acompañó todo el recorrido y, sobre todo, las largas horas de estancia en espera de resultados.

mitincamNo obstante, está presente siempre el espíritu festivo, alegre, de las brigadas y el público en general. El domingo me tocó estar a un lado de una familia de Tabasco, una mujer y dos hijos jóvenes, que aceptaban era la primera vez que acudían, "porque no toda la gente puede venir, usted sabe, se tiene a los hijos en la escuela, y no hay modo", y luego agregaban "y dicen que Andrés Manuel ya está solo, que no viene nadie, ¿y nosotros qué somos?", en su peculiar acento tabasqueño, y en referencia a los muchos miles que ahí estábamos. Al despedirnos con un "hasta el martes en el Zócalo", me regalan un apretón de manos y sus sonrisas francas que no habrán de abandonarme.

Por supuesto que en el Zócalo no los encontraré, no porque no estén sino porque entre todos los rostros, manos, gritos, consignas, música, no alcanzo ni siquiera a descubrir a l@s compañer@s de Monterrey que sé que andan acá. En ambos actos, se nota la ausencia de banderas y contingentes del PRD, que antes sobresalían y competían con las de los otros partidos; de hecho, también faltan las banderas que abundaban de Convergencia. Tiene que ver con la desmarcación de los chuchos, pero si hicieran falta en número, no así en combatividad y entrega al movimiento.

Ahora son las banderas de las brigadas las que sobresalen y ondean ufanas la ciudadanización del movimiento. No pocas enormes banderas del PT también dicen presente. Parece así que es este partido el que permanece más fiel a la causa.

Poco después de las 8 de la mañana del martes inicia el periplo por las calles del centro de la capital, los barrios añejos, los mercados que ya reciben clientes y hacen valla al contingente, hombres y mujeres que aceptan de buen grado los volantes, los cuelgan en sus puestos, se suman por lo bajo a las consignas que enjundiosamente las brigadas corean, cantan, gritan.

Como la marcha es en brigadas y no pertenecemos a ninguna, nos sumamos a la de los Círculos de Estudios, algunos de cuyos organizadores ya nos conocen y nos reciben amistosamente. Atrás de nosotros viene la brigada de la delegación Cuauhtémoc, tan vigorosa y entusiasta como aquella en la que vamos. Llegamos y paramos en el cruce de Fray Servando y Congreso de la Unión, porque ahí le tocó a "nuestra brigada". Por desgracia es la esquina donde están alrededor de doscientos granaderos del DF, en dos filas, al frente los más maduros, más experimentados, atrás los más jóvenes. Todos traen su equipo de rigor, cascos, escudos y unos rostros duros e impenetrables. Los responsables de la brigada repiten una y otra vez que guardemos el orden y que no caigamos en ninguna provocación, que los granaderos son del DF, es decir, "cuates". A quienes se nos enchina el cuero ante la presencia siempre exagerada de las fuerzas de seguridad, de cualquier cuerpo, nos es difícil aceptar la situación, pero bueno, hacemos como que no están.

Las mujeres de la resistencia son especiales, por decir lo menos; al rato de estar frente a frente a los uniformados, no falta alguna que les chiste: "Poli, poli, ¿entonces qué, jalas con nosotros?"; y el poli pierde la compostura, para reírse. Algún otro sigue la tonada de las consignas con la mano enguantada sobre el escudo.

Después que pasan no sólo las horas y la espera de los acontecimientos, el mismo día se va yendo entre el aire gélido que derrota a los resistentes que no logran calentarse ni con los tamales, el café, el chocolate o el atole que vendedores oportunos van ofreciendo; los que restan se ponen a jugar a la pelota, a cantar y bailar, frente a los uniformados que ya para estas horas también han echado uno que otro bocado, están en la plática entre ellos o viendo el futbolito organizado por los más chavos de la brigada. La larga y fría jornada también los ha vencido y de su férrea postura corporal no ha quedado prácticamente nada.

A lo largo del evento, escuchamos las palabras de la comparecencia de AMLO, la entrevista a diputados sobre su intervención, sabemos de la toma de la tribuna, la cual es festejada por los asistentes, luego la reanudación de los trabajos y poco a poco, en una lentitud agravada por el frío que padecíamos los que esperábamos afuera, se fueron aprobando los dictámenes que serán leyes seguramente en unos días.

La mayoría de los resistentes poco a poco ha ido abandonando las inhóspitas calles, los muchos miles se fueron reduciendo a muchos cientos que se apretujaban fundamentalmente en tres puntos: en nuestra esquina, afuera de la entrada principal del Palacio Legislativo y alrededor del camión templete donde habló por dos veces Andrés Manuel: la primera inmediatamente después de su comparecencia, y la segunda al término de la sesión parlamentaria. Entre una y otra de sus intervenciones hubo música de voluntarios resistentes y los esfuerzos de Jesusa y el Tata, que hacían lo posible por mantener el ánimo de los congregados.

La jornada concluyó tarde (más de 10 horas después de haber comenzado) con el discurso de López Obrador en torno al futuro del movimiento. En él, reconoce el esfuerzo de los brigadistas y ciudadanos sin cuya participación el movimiento no existiría; aclara que la lucha no ha terminado, propone algunas medidas, como visitas a la Secretaría de Energía, la Comisión Nacional de hidrocarburos, incluso al usurpador en los Pinos porque es él quien firmará los decretos, y la aclaración y vigilancia a las compañías trasnacionales ya que no se les permitirá que se adueñen de territorio mexicano; también la lucha en el plano legal y el recurso de ir a foros internacionales. Por supuesto, fundamental sigue siendo la actividad ciudadana de las brigadas.

La fiesta terminó sin novedades (la aprobación por parte de los legisladores era del todo previsible), pero ya hay fechas para recomenzarla: el jueves en el Hemiciclo a Juárez (que para estas horas ya debe haberse llevado a cabo) y el 23 de noviembre en el Zócalo. Y es que en cada reunión del movimiento se da el encuentro y el reconocimiento gozoso de los asistentes, que se ven unidos por ideales comunes y están dispuestos a seguirle, porque es claro que la lucha es larga.

El lazo entre los concurrentes es invisible pero consistente. Una masa de miles, ignorados por la mayoría del país, porque los medios de comunicación insisten en no sacar imágenes de estas multitudes. Miles que saben lo importante de la participación activa, no desde nichos pseudointelectuales, no desde el rechazo al compromiso, no desde la indiferencia que resta fuerza, no desde la comodidad de la sala o el café, sino de estar ahí, físicamente ahí, siendo objeto de improperios y traiciones, de golpes morales y hasta físicos.

 

Esa masa que se alegra al saberse parte de un México que busca reconstruirse en un tejido social sano, con justicia y con igualdad. A la larga, el triunfo será del pueblo. Pero hay que contribuir a ello.

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