Tiene razón E. Rodríguez (ver el Buzón de ayer). En lo que a mí concierne me vi obligado a intervenir por “alusiones personales”, como suele decirse, ínsitas en aquella misteriosa “B” de una de las respuestas de Juan Ángel Sánchez (ver texto de Raúl Rubio de ayer y las referencias completas en el ícono Pólemos/Filosofía de esta misma página electrónica). Poco después, el diablo que todo lo añasca permitió la intervención de un individuo tan risible como Raúl Rubio, y el asunto se despeñó por el rumbo de sus encendidos y delirantes “argumentos” y mis consiguientes burlas. El resto de los que habían opinado simplemente callaron por motivos que cada uno sabrá, y el “debate” sobre la facultad de Filosofía feneció. Ayer prometí no volver a cometer el pecado de perder el tiempo, aunque me fue divertido, con este hombre que se toma demasiado en serio a sí mismo aunque los demás sólo le dediquen sonrisas sarcásticas algunos, y otros de conmiseración. Regreso ahora sólo en atención a Rodríguez y para no dejar que la terrible, horrenda, horrísona acusación de Rubio (ya sólo se redujo a una, cuando muy en su límpido estilo había hablado de muchos otros pecados míos que, dice, tiene bien documentados pero se los ahorra “por consideración al público lector”) quede en el aire. Es un ejercicio casi escolar, pues ni este diario es el New York Times ni lo que pueda decir el Puk impresiona a ninguna inteligencia promedio. No son 150 mil pesos. Para la cotización de Rubio eso seguramente es mucho, pero yo no soy tan barato. Y tampoco es un secreto ni un trato urdido en la oscuridad; de hecho, varios de los implicados en este debate (de algún modo hay que llamarlo) lo sabían desde que empezó mi investigación, hace un año: yo mismo se los comenté. Mucho menos es un regalo que se me haya hecho por atractivo y encantador (a pesar de mi calidad de alfeñique, según el dicho del físicoculturista Raúl, conservo mi “pegue”). El trabajo está muy avanzado, y desde ahora aprovecho para anunciarlo al escaso público lector: será una obra en dos tomos de las “Memorias” –no “sobre la vida”, como dice este “hombre de acción”, héroe popular y amigo más de los libelos que de los libros, que no fue capaz de pergeñar ni siquiera ocho cuartillas a las que se había comprometido conmigo, hace tan solo unos meses, cuando no le parecía yo la mierda que ahora dice que soy– de fray Servando, en una edición anotada y cotejada que jamás se ha intentado, con un muy extenso aparato crítico y un largo estudio preliminar en el que este humilde servidor hace cera y pabilo prácticamente a todos los editores anteriores de dichas Memorias, y, en general, a una buena porción de quienes se han ocupado de la obra y la figura de Mier, algunos de ellos auténticas glorias nacionales y uno que otro local. Me desilusionaría mucho que los participantes en esta trifulca no acudiesen en su momento a la presentación de este libro, para exponer ahí sus conocimientos teórico-históricos. Quienes así lo deseen podrían también desplegar sus ardores polémicos, los que les vengan en gana. Veremos si es lo mismo vomitar las fobias, los complejos y las acusaciones falsas y sostenerlas en la contra-argumentación directa. Con esto, sustentado además en la alta y sabia filosofía de aquel refrán sobre los chuchos hueveros, doy por concluida mi participación en esta zacapela. Por lo menos, me comprometo a no volver a hacer víctima de mi sarcasmo a este desequilibrado mental, falso como moneda de tres pesos. Del resto, los que pudiesen existir, me atengo a la sentencia del Quijote: “Y diga cada uno lo que quisiere; que si por esto fuere reprehendido de los ignorantes, no seré castigado de los rigurosos”. Y ahora la P.S. acostumbrada, casi tan larga como lo que “postdatea”: conociendo la infame calidad de la presentación de los libros que suele editar la UANL, y presumido como siempre he sido, puse como condición que el mío, no sólo por ser mío sino por el alcance de la obra y la calidad del padre Mier, fuese lo más cuidado posible, con diseñador competente y profesional, pasta dura y todo. Buscando hace algunos meses estos libros –nombre que la mayoría sólo merecen por la simple fuerza de la costumbre de llamar así a todo impreso encuadernado– para documentar mi juicio sobre aquella calidad, miren ustedes por donde, me vine a encontrar con uno de Rubio, escrito con las pezuñas y en el que su “investigación” no es más que un refrito formado por la reunión de anteriores textos suyos que, para desgracia de la humanidad, permanecían inéditos. Ahora que Raúl hace como que cree que los trabajos de investigación son gratuitos, y que sus autores los costean desde la actividad heurística, los “insumos”, el tiempo invertido y la final publicación, recordé aquel su “libro”, editado precisamente por esa UANL que ahora dice está empeñado con todas sus titánicas fuerzas en democratizar. ¿Le pagaron algo por eso? ¿O simplemente se conformó con que la vituperada universidad le hiciera el favor de darlo a la estampa? Yo por eso no pagaría; es más, ni siquiera lo publicaría: con todo y sus muchísimas deficiencias, lacras e insuficiencias, incluso a la UANL la desprestigia el auspicio de “libros” como ése. Pero insisto, a la vista de los alaridos de Casandra del Puk, el asunto es éste: ¿hizo de a gratis el simple trabajo de reunir sus tesoros escritos, o recibió por ello algún estipendio? Si la universidad estatal es la basura corrupta y antidemocrática que Raulito dice que es, ¿en esos momentos no lo era? A menos, claro, que todo el secreto de esta pésima telenovela sea que a mí se me costeó la investigación y a Rubio no. Si le pagaron algunos pesos, lo mejor sería callarse, rumiar su muina y no andar delatando el pago hecho a otros. Y si la publicación de su “libro” fue un acto de compasión de la UANL por el que, al contrario, el propio Raúl debió haber pagado, con mayor razón aun debería mantener los labios pegados el uno al otro. Y ahora me “araulrubiaré”: ¿quieres más o te guiso un huevo? ¿Desea dar su opinión? |
|