DE INBOX EN INBOX
Ricardo A. Martínez Espinosa
Tiende a comenzar con algo así como “tengo un amigo en el gobierno federal que me contó que…”. Yo pensaría que se trata en verdad del tiempo libre que nos han autoimpuesto a muchos de lo que nos dedicábamos a la academia antes de descubrir que es una actividad peligrosa para la salud pública. La idiotez que ronda el ambiente tiende a contagiarse más rápido que la influenza ¿Ya supiste que mañana declararán ley marcial?
Desconozco qué alimente a esas mentes enfermas que procuran aumentar la paranoia. Es un sentimiento bonito, sí. Nos hace sentir vivos, sí. Recuerdo una novela de terror de Dean R. Koontz (no recuerdo el título del libro pero seguramente era una de esas chafas que él normalmente escribe) donde un científico loco había logrado crear personas sin ningún tipo de emoción, pues así las podía hacer máquinas superproductivas. La única emoción que prefirió no quitar fue el miedo. Éste le permitía al ser humano mantenerse alerta y buscar su supervivencia a toda costa. El miedo nos alimenta. Ahí entonces caben esas decenas de cadenas que van de bandeja de entrada en bandeja de entrada, multiplicándose como si se tratara de cepas de un virus incurable y mortal. Casi escribo moral, pero me di cuenta a tiempo de mi error tipográfico.
Si todo lo que dicen fuera cierto, nuestro país ya estaría tomado por los enfermos iracundos que son incapaces de encontrar un cubrebocas en ninguna farmacia (¿y por qué no han ido a asaltar a la gente de Rodrigo Medina que parecen los únicos poseedores de estos accesorios hoy en día?, si eres capaz de no morir de náuseas ante su logo pegado en la parte exterior). También los hospitales estarían abarrotados en todas sus salas de emergencia con cientos de pacientes que intentan a toda costa ser cubiertos por la Secretaría de la Defensa Nacional (sí, en el Campo Marte están yendo a echar los cadáveres por millares para que la prensa no se entere). También el Gobierno del Distrito Federal ya dispuso anunciar dentro de unas horas el corte del suministro de alimentos y agua a la capital para evitar más contagios. Vamos todos a Wal Mart a comprar lo poco que queda o si no moriremos de sed y de hambre.
Vaya. La imaginación es la que nunca se nos termina. Insisto, todo esto es producto de nuestro aburrimiento ¿de verdad no hay nada mejor qué hacer? Ya he actualizado mi perfil en Facebook más de diez veces en estos tres días. Estoy a la caza de cualquier nuevo usuario que se conecte al Messenger para preguntarle cómo está. Y el alcohol, sí, ese buen compañero de momentos de aburrimiento como éste, el alcohol baja las defensas así que sería un acto suicida emborracharse (espero que más de uno se haya sorprendido con esta noticia). Las ventas de FEMSA siguen yéndose al cielo casi a la par que las de las farmacias. Ya no hay alcohol (el de caña, el que usamos para esterilizar ahora) en ningún lugar. Nos lo untamos por todo el cuerpo buscando matar al virus antes de que nos alcance.
El mejor antídoto es la felicidad, me han dicho. Practiquémosla. Esto se va a acabar más pronto de lo que pensamos, y entonces nos olvidaremos otra vez de nuestras ocurrencias con los cientos de pendientes que nos recibirán en la oficina.
http://lasillaquevuela.blogspot.com
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