ANÁLISIS A FONDO
50 AÑOS
Francisco Gómez Maza
- La mujer, sujeto con dignidad y derechos, vista como objeto
- Con jTatic Samuel Ruiz García, las mujeres levantaron su voz
Mariana Gómez Álvarez Icaza es hija mía; es teóloga por la Universidad Iberoamericana, y ayer, en su condición de teóloga, fue invitada por las mujeres de la Codimur (Coordinadora Diocesana de Mujeres) a hablar en el Congreso Teológico Pastoral para conmemorar los 50 años episcopales de jTatic Samuel Ruiz García – en San Cristóbal de Las Casas –, acerca de Los pueblos indígenas y las mujeres, sujetos privilegiados del Reino y portadores de la Palabra que libera. Ahí puso de manifiesto, y no sólo dirigiéndose a las mujeres creyentes, sino a todas las mujeres del mundo que son excluidas de los modelos político económicos, explotadas laboralmente, maltratadas, usadas, prostituidas, agredidas, torturadas, asesinadas, que el gran desafío sigue siendo el pobre y el olvidado, el reconocido por muchos como desechable de la historia. Y se preguntó ante un auditorio repleto de representantes indios de las diversas comunidades y pueblos indios de la diócesis católica de San Cristóbal: ¿Cómo dejar de verlo como objeto (de uso o abuso, de asistencia, de apoyo, de solidaridad, de evangelización) para reconocerlo sujeto con dignidad y derechos?
Desde su identidad de teóloga, Mariana ha dedicado su vida profesional a trabajar con las mujeres de varios estados de la República Mexicana y con la Codimur, acompañándolas en su caminar para encontrar caminos de liberación de la opresión, de la exclusión, del maltrato, y caminos para hacer conciencia de que las mujeres tienen un lugar que tiene que ser respetado y querido en una sociedad racista, exclusiva y no inclusiva, porque las mujeres tienen tantos talentos como el varón, quien aún no capta que lo que separa al hombre de la mujer es solamente eso, que los varones son varones y las mujeres, mujeres, pero que aún no entiende que la historia la escribimos hombres y mujeres. Marianita compartió algunas ideas acerca de la libertad y la dignidad de los pueblos indígenas y mestizos quienes, desde su identidad de Pueblo de Dios – desde la perspectiva eclesiología -, se saben protagonistas y herederos del Reino de justicia y verdad – sencillamente un mundo más humano, justo, equitativo, en el que se suplanta la rudeza por la ternura, la prepotencia por la igualdad, el odio por el amor, el egoísmo por la solidaridad, la concentración de la riqueza por su redistribución justa etc. -, actuando en consecuencia y comprometiéndose en la construcción de alternativas de vida para todas y todos. Y en ese Pueblo oprimido durante siglos, pero sensible al don del Espíritu, las mujeres – advirtió Mary - tienen un lugar muy importante, pues al ser las oprimidas de entre los oprimidos, las más pobres de entre los pobres, son ellas las que, desde su condición de marginación y exclusión, van descubriendo en la Palabra de Dios (del Dios liberador, por supuesto, porque un dios que no es liberador no es Dios) su propia Palabra y se atreven a alzar la voz y a gritar, de forma valiente, sabia y con autoridad, que están aquí y que son, al igual que los hombres, Hijas amadas de Dios, seguidoras y discípulas del Jesús del Reino, y fieles comprometidas con el bienestar y bienvivir de sus comunidades.
Les dijo también que los pueblos indígenas y mestizos se reconocen Pueblo de Dios en su compromiso de solidaridad con las y los que sufren; en su denuncia de las injusticias perpetradas de la forma descarada por las y los representantes del sistema capitalista, y en su anuncio evangélico en medio del sufrimiento, pues Dios quiere la vida buena para sus hijos e hijas y nos invita a irla construyendo entre todos. La opción preferencial por los pobres es el tronco firme de la identidad cristiana de la Iglesia de San Cristóbal, cuyas raíces están en la experiencia liberadora de la vida y tradición de la Iglesia Latinoamericana y se remontan al testimonio evangélico de Jesús en su lucha por anunciar el Reinado de Dios, principalmente entre las y los más empobrecidos y vulnerados de la sociedad. Esta relación hace que el pueblo viva una alianza entre la fe y la vida, y le desafía a dar una respuesta creativa a los retos de este tiempo nos plantean. De ahí, brota la fuerza del Pueblo, fuerza de vida que nos descubre el tiempo y el lugar adecuado para anunciar y celebrar la presencia liberadora de Dios entre la humanidad, expresó.
Mary habló una hora ante su auditorio y compartió el micrófono con mujeres indias que dijeron su palabra. Ella las reconoció – a las mujeres indias - como las pobres de entre los pobres, al ser doble o triplemente marginadas y oprimidas. Las mujeres indígenas y mestizas habitantes de estas tierras (de Los Altos de Chiapas) son reconocidas como las víctimas más sensibles de las situaciones de mayor pobreza. La mujer pobre, a pesar de su papel fundamental en la economía doméstica y, en la mayoría de los casos, en la responsabilidad de los trabajos del hogar, en la vida comunitaria y en la iglesia, sufre habitualmente de pésimas condiciones de salud pública y educación; es relegada a un plano secundario y muchas veces infantilizada, reduciéndola a una minoría de edad o, peor aún, cosificada y tratada como objeto. Ellas, que se reconocen personas dignas en el encuentro con otras y exigen con su testimonio cotidiano que les sean respetados sus derechos, asumen responsablemente los retos y desafíos a que las lleva esta opción, sobre todo en un mundo que no está acostumbrado a verlas y mucho menos a escucharlas y valorarlas, dijo Mary, en un congreso que está siendo trasmitido por internet y que los lectores interesados pueden ver y escuchar desde: http://www.livestream.com/50aniversario
Las mujeres de la diócesis, sin embargo, a lo largo de todos estos años, han ido aprendiendo a salir a la luz, se levantan y caminan juntas como pueblo creyente que va buscando su experiencia pascual en la vivencia diaria de los pueblos indígenas y mestizos. Y con luces y sombras, dolorosas sombras, van caminando a paso firme y profundo, convencidas de que su liberación no será completa si no es también la liberación de los pueblos; y que la defensa de sus derechos es la expresión más clara de su presencia como protagonistas y promotoras de nuevos cielos y nuevas tierras para todos, concluyó.
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