542 20 de mayo de 2010 |
¿Dónde está Don Diego? (Cuento político) Miguel Treviño Rábago LOS HOMBRES llegaron por la noche al rancho del ex-presidente. Iban en elegantes camionetas y resguardados por hombres armados. Habían sido invitados para discutir un asunto cuya urgencia ameritaba su presencia en la casa del hombre que pretendía imponer su candidato en las próximas elecciones presidenciales. La guerra estaba declarada y era feroz. El ex-presidente estaba decidido a imponerse por encima del gobernante en turno que ya no le contestaba ni el teléfono, cuando lo buscaba para solicitarle un favor.
SILENCIOSAMENTE los hombres del ex-presidente fueron entrando en la sala principal donde eran recibidos con un fuerte apretón de manos y un abrazo por parte del hombre de gran estatura. A su lado, como siempre, estaba su infatigable esposa que a pesar de ser tan chaparrita, desbordaba gigantescas ambiciones por el poder. Eran la pareja dispareja pero políticamente muy activos, habían decidido adelantarse en la sucesión presidencial organizando prácticamente un "complot". No podían aceptar el quedarse "fuera de la jugada".
AL ENTRAR el hombre que vestía siempre de ranchero, los llamaba por su nombre en forma entusiasta: ¿Cómo estás Manuel? ¡Bienvenido Santiago! ¿Qué pasó contigo Fernando? ¡Mi amigazo Diego que bueno tenerte en casa! ¡Señor Obispo es un honor tenerlo aquí! ¿Cómo está el Cardenal? y así fueron llegando los trece invitados que habían sido seleccionados cuidadadosmente, luego de considerar su influencia política y sobre todo su lealtad al ex-presidente. Todo era jolgorio, risas y bromas acerca de su apariencia o sus últimas actuaciones políticas. Las burlas entre ellos no podían faltar, pero siempre guardando las distancias.
EL ANFITRIÓN los invitó a pasar a su estudio donde podrían instalarse cómodamente para dialogar. Conforme fueron pasando les fue ofrecida una copa de su bebida predilecta que sostenían en charolas, dos asistentes a la entrada del espacioso salón que servía al ex-presidente para de vez en cuando leer un periódico con sus botas sobre el escritorio. Así eran sus costumbres rancheras. Había allí cientos de libros que jamás serían abiertos por nadie de la casa. Invitando a todos a tomar asiento donde fuera su gusto, el grupo se instaló no sin antes brindar por el éxito de los planes que estaban por discutirse esa noche.
EL EX-PRESIDENTE agradeció la presencia de "sus amigos más leales" y sin rodeos les planteó el asunto que les congregaba: Mis amigos -dijo- tenemos que ponernos de acuerdo para impulsar al compañero de nuestro grupo, que merece ser el próximo Presidente de la República. Ya he intentado hacerle la propuesta al "Chaparro" pero el cabroncito -ya saben- ha llegado al extremo de no hacerle caso a nadie. Me comentan que todos los días agarra su botella y termina ahogado gritando e insultando a todos los que según él, lo han traicionado. Lo peor, es que él se cree con derecho de imponer al próximo presidente sin reconocer que ya desgració al partido y al país. Vean el desmadre que hay a nivel nacional. Así que, ó le ponemos un "gallo" nuestro o nos lleva la china Hilaria....Con éste hasta fraude hicimos y miren con lo que nos salió...
A PARTIR de ese momento, todos los asistentes parecieron animarse y empezaron uno por uno a expresar sus opiniones. Manuel se quejó de que estaba a punto de ser expulsado del partido por expresar opiniones contrarias y hasta expediente le habían abierto; Santiago manifestó que él seguía aspirando a la presidencia, pero que entre el "chaparro" y las televisoras no perdían oportunidad de golpearlo, al grado de destrozarle hasta su vida familiar; Fernando señaló que él ya había renunciado al partido porque era una vergüenza que el titular del gobierno un día se comprometía en algo y al siguiente se rajaba, por su falta de palabra y de hombría; El obispo presente, un multimillonario cínico, casi a gritos dijo que la jerarquía estaba indignada por tanto libertinaje propiciado desde el gobierno que no se decidía a modificar a fondo las leyes que están "corrompiendo" a la sociedad mexicana...
DIEGO EL JEFE, con ese aire aristocrático que lo caracterizaba, le dió una chupada a su habano de la mejor calidad, se puso de pié y recorriendo con la mirada a todos, dijo en tono grave: Señores, respetable señora, creo que nuestro señor presidente ha cometido el más grave de los pecados. Y ese es la soberbia. Se ha olvidado todo lo que hicimos, legal e ilegalmente, para sentarlo en esa silla presidencial. Está hinchado de soberbia y prepotencia y es hora de darle una lección. Lo que está haciendo es entregar la próxima presidencia a los del partido tricolor y eso no se lo podemos permitir. O una de dos: O entiende por las buenas y nos toma en cuenta, o por las malas le declaramos la guerra y nos apoderamos del partido. Ya de allí saldrá el candidato que nosotros sabemos es el mejor. No hay vuelta de hoja. Aquí, a ser cabrones, nadie nos gana. Dicho todo esto con todo respeto para la dama presente.
EL EX-PRESIDENTE sonrió satisfecho. Su esposa más discreta aprobó con un movimiento de cabeza lo dicho por Don Diego que era un hombre con reputación de duro y bueno para el golpeteo político. Los asistentes apuraron el trago a sus copas, y alguno hasta hizo el intento de aplaudir, pero se contuvo. No era el momento. Sin embargo Diego el Jefe no había terminado. Tomó airé y pidió atención: Señores, estamos a tiempo; aquí ni el señor que está en el Palacio Nacional ni nadie es dueño del país. En este barco vamos todos y todos tenemos el derecho de ser escuchados. Es una verdadera majadería que ni siquiera a nuestro ex-presidente le tome una llamada éste mentecato que nos ha llevado a una "guerra" sin estrategia y por la cual nos hemos desprestigiado nacional e internacionalmente. Es la hora de ponerle un hasta aquí a éste señor presidente. Y terminó diciendo: Si le quieren llamar complot, que lo llamen, pero esto no puede continuar así. Así como paramos en seco a López Obrador, así vamos a parar en seco a los tricolores que se mueren por meter al señor ese del copetito ridículo en la residencia oficial.
NO LEJOS de allí, en una cabañita estratégicamente construída, tres técnicos en comunicaciones escuchaban la conversación de los congregados. Su asombro era total y rápidamente comunicaron a sus superiores, la naturaleza de la reunión y la calidad del material que habían recopilado. El asunto era de de máxima seguridad y debería ser entregado al presidente en turno para su conocimiento y toma de decisiones. Cuando la reunión en el rancho cercano finalizó, los "espías" tenían dos horas de conversaciones y propuestas. Lo peor, tenían los nombres de los presentes y ausentes que compartían sus proyectos en el corto plazo. El material era explosivo y muy delicado.
SIN EMBARGO a la mañana siguiente, el mandatario "crudo" y medio aturdido escuchó la insólita grabación. Después de todo para eso se había montado un sistema nacional de espionaje político con el pretexto de combatir a la delincuencia organizada. Sin embargo, al escuchar las conversaciones en el rancho del ex-presidente, no pareció inmutarse y dió una orden sorprendente a uno de los oficiales que lo acompañaban en su desayuno: "Entréguele una copia de este material al gobernador del copetito ridículo que allí mencionan. El ya sabrá qué hacer y qué medidas tomar". El oficial se quedó helado al escuchar eso y sólo acertó a decir: Sí señor.
UNA SEMANA después la camioneta del señor Diego apareció abandonada en un camino de terracería que lleva a su mansión-rancho. La prensa informó que había rastros de sangre, pero no aparecía el cuerpo de Don Diego, el mismo que se había expresado fuerte contra el regreso de los tricolores al Palacio de la República y particularmente a la imposición del hombre del copetito ridículo. Es fecha que nadie sabe dónde está el señor Diego. Pero lo más extraño es que todos los asistentes a la reunión, recibieron un pequeño sobre con una tarjeta dentro que decía: "Para que aprendan a respetar".
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