590 28 de julio de 2010 |
FRONTERA CRÓNICA Aparecidos J. R. M. Ávila
De repente, cuando cualquiera diría que la guerra entre narco y gobierno entra en su etapa fría, cuando todo aparenta que se ha firmado un armisticio entre los bandos, cuando las fuerzas “del bien y del mal” abren un paréntesis para tomarse un “merecido” descanso, empiezan las apariciones.
Los primeros aparecidos se encuentran en fosas no comunes, en fosas que nada tienen que envidiar a las de la Alemania nazi. Sólo que aquí los muertos no son judíos, sino de nuestros alrededores. Cadáveres vueltos rompecabezas difícilmente armables, sepultados casi al filo de las aguas del río Santa Catarina; tantos que, como diría Macedonio Fernández, si faltara uno, no cabría. Pero de los ejecutores, nadie sabe, nadie supo, no aparecen.
Los siguientes aparecidos son los presuntos responsables de la masacre en Torreón. La Procuraduría General de la República concluye que los asesinos eran reos del Cereso II de Gómez Palacio, Durango, a quienes los guardias y la directora de la cárcel, Margarita Rojas Rodríguez, permitían salir por las noches para que cometieran crímenes por encargo.
Estos aparecidos han viajado por todo el planeta. Han estado en medios periodísticos de Estados Unidos como Los Angeles Times, US Today, Washington Post, Chicago Tribune, Boston Herald, CNN; en La Nación, de Argentina; en la agencia de noticias BBC de Londres, Inglaterra; en el periódico El País y en la agencia EFE de España. Y esto por mencionar sólo algunos.
Por otra parte, un secuestrado al que mucha gente suponía difunto, da señales de vida en una carta de procedencia dudosa, reclamando a su hijo Diego: Ya te hicieron una propuesta concreta y no has contestado con una contraoferta razonable. Tienes que hacerlo ya, de inmediato. Si no puedes llegar a lo que piden, negocia, no le hagas al pobre. Me siento débil, he tenido desvanecimientos y dolor en el pecho.
Sus misteriosos secuestradores aparecen también y afirman categóricos en un comunicado (también de procedencia dudosa): No hemos reducido el monto del rescate. No ha existido comunicación telefónica alguna entre el secuestrado y su familia. A más de dos meses de su desaparición, le ha dado por confiarnos algunas de sus cuitas, de sus negocios, así como de sus amores y desamores personales y políticos. Tiemblen quienes tengan que temblar.
La verdad, uno ya no sabe en qué aparecidos creer. No sabemos si los culpables que la PGR apareció en Gómez Palacio son reales o inventados. Tampoco sabemos a estas alturas si han vuelto a desaparecer. Pero más dudas deja el caso de Diego, el aparecido intermitente. Mucho tiempo ha pasado como para que no se haya negociado su rescate y siga aún con vida.
Los verdaderos aparecidos, los que podrían tocarse pero a nadie se le antoja hacerlo, son los encontrados en las fosas cercanas al Río Santa Catarina, los cadáveres que rebasaron la capacidad del Servicio Médico Forense de Monterrey: 51. Y aún así, no son suficientes cuerpos como para cubrir el número de quienes han desaparecido en los últimos cinco años. Cuánta saña, cuánto silencio. Y todavía falta que el paréntesis se cierre y la guerra narco-gobierno se vuelva a calentar.
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