631 23 septiembre 2010 |
TRANSICIONES Este miércoles 22 de septiembre se festejaron los primeros 100 años de fundación de la Universidad Nacional Autónoma de México; la institución de educación superior más importante de América Latina. Bastaría sólo referir algunos datos: para el ciclo escolar 2009-2010 se matricularon un total de 314 mil 577 alumnos; y estuvieron activos 35 mil, 057 académicos; 11 mil 536 de ellos son profesores de Tiempo Completo. De este último grupo, 3 mil 442 pertenecen al Sistema Nacional de Investigadores. Ahora bien, del total de artículos científicos publicados por académicos mexicanos, 35 por ciento corresponden a investigadores de la UNAM. La mayor riqueza de una institución son sus recursos humanos; de la UNAM han egresado tres Premios Nobel: en 1982 Alfonso García Robles recibió el Nobel de la Paz; en 1990 Octavio Paz el Nobel de Literatura y en 1995, Mario Molina el Nobel de Química. Por si fuera poco, como institución, la UNAM fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias apenas el año pasado. Este país no podría entenderse sin el aporte de los estudiantes, egresados, maestros y trabajadores de nuestra Máxima Casa de Estudios. En los momentos más importantes de la historia moderna mexicana ha sido un referente fundamental. La UNAM fue el eje principal del movimiento del 68; que a su vez permite explicar el proceso de apertura y liberalización del sistema político mexicano. Un ejemplo de dignidad y coherencia fue Javier Barros Sierra (su rector en el periodo del 5 de mayo de 1966 al 5 de mayo de 1970). Ante la represión del ejército en la Preparatoria Uno, en San Ildefonso, la mañana del 30 de julio izó la bandera a media asta en Ciudad Universitaria; dos días después, el 1 de agosto, encabezó la primera gran marcha del 68. Pero muchos otros científicos e intelectuales han desfilado por la rectoría: refiero sólo a cinco de ellos: José Vasconcelos (bajo su rectorado se creó el escudo actual de la institución y su bello lema: “Por mi raza hablará el espíritu”), Antonio Caso, Pablo González Casanova (sucesor de Barros Sierra), Juan Ramón de la Fuente y José Narro Robles, su actual rector, nombrado el 17 de noviembre de 2007. A propósito, los rectores de la UNAM son designados por su Junta de Gobierno para un periodo de 4 años, con posibilidades de repetir un periodo más: 8 años como máximo. Lo interesante es que dicha junta de gobierno, aparte de la responsabilidad de nombrar rector, tiene la de nombrar a directores de facultades, escuelas e institutos, además del Patronato Universitario. Sus integrantes son 15 reconocidos académicos de la misma institución que no pueden tener cargos administrativos de ninguna índole, salvo cuando dejen de pertenecer a ese cuerpo colegiado y haya transcurrido un periodo mínimo de dos años; sólo así podrán aspirar a ser rectores o directores de escuela, facultad o instituto. Los ex rectores no pueden pertenecer a la Junta de Gobierno. Quizás la crítica que se pudiera hacer a esa composición sería por la posible endogamia, ya que todos sus integrantes pertenecen a la institución; pero tiene sus ventajas: a ella llegan por méritos académicos y no por ocupar un puesto circunstancial en alguna dependencia de gobierno. Como otros muchos egresados, me identifico plenamente con mi institución. Es un orgullo haber estudiado en la UNAM; por ello me siento PUMA de corazón. Es un orgullo identificarse con la UNAM, cuando la discusión más inteligente sobre México, su pasado y su futuro la siguen dando sus cuerpos académicos; cuando los grandes intelectuales de este país se formaron en sus aulas. Cuando frente a las adversidades que sufre nuestra Nación se alza una voz enérgica e inteligente que llama a las cosas por su nombre: lo mismo en el tema de seguridad, que en el reconocimiento del número de jóvenes que ni estudian, ni trabajan y que llega ya a 7 millones, a pesar que la SEP sólo contabilizaba 285 mil; o al denunciar que el autoritarismo es enemigo de la educación. Al rector José Narro Robles no le tiembla la voz para llamar a la gran transformación que requiere este país. Y lo hace con la autoridad científica y moral producto del reconocimiento que le dispensa su comunidad. Por desgracia UNAM sólo hay una. Por eso vale la pena el festejo y la conmemoración. victorae@colef.mx
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