694 21 Diciembre 2010 |
LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO Decía, ya hace tiempo, Miguel S. Wionczek, que quien no “piensa correctamente” no puede escribir correctamente. Con ello quería decir que: escribir correctamente, no es sólo una cuestión de conocimiento de las reglas ortográficas, sino también de conocimiento sobre el tema del que se escribe, de la capacidad analítica para interpretar los hechos y tendencias relativas y a claridad mental para expresar lo que se quiere transmitir. La Real Academia de la Lengua Española acaba de publicar una nueva norma ortográfica. Le tomó ocho años a la Academia transitar por un proceso en el que participaron las academias de la lengua de Hispanoamérica. En la presentación de la publicación se mencionó que no sólo establece y describe las normas, sino que también hace referencia a sus orígenes y explica la razón de ser de cada una de ellas. Hace unas semanas, en el contexto de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, se reunieron los representantes de las academias y expresaron su aprobación a la nueva Ortografía. Ahora, hace un par de días, se hizo la presentación formal de la publicación y se destacaron algunos de los cambios más significativos. De entrada hay que señalar la desaparición de las letras ch (che) y ll (doble ele). Si bien se dice que ya no formarán parte del alfabeto, no se aclara lo que parece obvio: que los sonidos correspondientes a la expresión de la conjunción de las letras ce y hache no se pueden eliminar. Monosílabos como guión o truhán se deberán escribir sin acento. La letra o, cuando se escribe entre números, como en 4 ó 5, tampoco deberá llevar acento. Dos casos interesantes son los cambios que se refieren a la y ( la i griega, hasta ahora) y la v ( uve, aquí en el ámbito local). Para la i griega se propone la denominación de ye. Y para la v, se debe utilizar la denominación de uve (en lugar de b baja o b corta). Estas dos normas se presentan como una “Propuesta de futuro”, es decir como sugerencia, que en el futuro podría ser obligatoria. Otra “propuesta de futuro” es la que se refiere a la acentuación de sólo, cuando equivale a solamente. A partir de ahora la recomendación es que se use o se escriba sin acento. Se afirma que el uso de las mayúsculas y minúsculas es uno de los aspectos que más dudas produce. La regla que se impone es la de que: los sustantivos que designan títulos nobiliarios, dignidades y cargos o empleos, de cualquier rango (sean civiles, militares, religiosos, públicos o privados) deben escribirse con la letra inicial minúscula: a) en usos genéricos, como: “El rey reina pero no gobierna”; o b) en persona concreta: “El papa es la más alta autoridad del catolicismo”. En las fórmulas honoríficas, a las más altas dignidades de acuerdo al protocolo, la mayúscula inicial es admisible pero no obligatoria. Otra regla interesante es la que se debe observar para referirse a un “accidente geográfico” como en: la península ibérica o la cordillera andina; tanto el sustantivo como el adjetivo se escriben con minúscula. En el caso de: “El golfo de México”, se respeta el nombre propio y México se escribe con mayúscula. Hasta aquí, una breve reseña de algunos de los cambios. La “españolización” de términos de otras lenguas ocupa un espacio importante: yudo, para judo, por ejemplo. Al reconocer que la adopción de las nuevas normas no es un asunto que se resuelva por decreto y que se inicia ahora un largo proceso para su adopción en el uso común del lenguaje, la Real Academia empezará a promover su aplicación en el sistema educativo. Habrá que ver qué proyectan las autoridades educativas al respecto. Tomando en cuenta que el dominio del Español es una de las debilidades manifiestas en el caso de México. Como sugerencia, sería bueno pedirle a la Academia Mexicana que diseñe una estrategia para actualizar a los maestros en las nuevas normas ortográficas.
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