Ciudad de México.- ¿Qué podría salir mal? Si desde hace tiempo ya hay registro de situaciones de privación de la libertad que exceden la norma legal migratoria mexicana en el sur del país, casos acreditados de detención de personas aun con visas de refugiados en el norte, extranjeros en huelga de hambre para denunciar la violación a sus derechos humanos en el centro, deportados de manera exprés, revisiones secundarias a extranjeros en el aeropuerto a quienes se elige, sin ningún motivo salvo su perfil étnico-racial asociado a un origen nacional, lo que en si mismo ya es racismo.
Entonces ¿por qué no detener literalmente a madrazos a un grupo que decidió echarse a andar, desesperados por no poder concluir sus trámites que acrediten su estancia en el país? Pero no vaya usted a creer que el problema es la reacción violenta de la autoridad migratoria mexicana, sino que el verdadero problema es que esta vez se tomaron fotos y videos de estas agresiones que le dieron la vuelta al mundo. Resulta que sólo hasta que una cámara inoportuna registró los hechos que se denuncian desde hace tiempo, el dicho del que denuncia se volvió creíble y entonces si, ni como negarlo. El detalle es que para enfrentar esta situación y hacer un control de daños urgente, se asumió que los madreadores son funcionarios que desatendieron el protocolo, excedieron sus atribuciones y fallaron al juramento de respetar la ley. Malos elementos pues.
Sin embargo, las imágenes de agentes golpeando y literalmente cazando personas migrantes, solo son la punta del iceberg que expresan lo que una institución como el Instituto Nacional de Migración, INAMI, ha tenido como queja recurrente desde hace más de 20 años en que se ha depurado infinidad de veces su personal y se han establecido controles internos para evitar el abuso y la corrupción, con que se ha descrito su operación desde hace años. http://insyde.org.mx/pdf/informes/Diagnostico-del-Instituto-Nacional-de-Migraci%C3%B3n_Completo.pdf
El problema más profundo que está detrás de esta situación es la concepción misma que desde el gobierno se ha establecido sobre el proceso migratorio que suele reducirse al control del tránsito y a emitir, condicionar o rechazar visas, cuando la migración toca muy diversas facetas de la vida de quien cambia de país, estado o ciudad. Lo que nos está pasando en México es que no estamos instrumentando soluciones novedosas, creativas y acordes a la época que vivimos y en realidad, se mantiene un enfoque defensivo como si los migrantes fueran invasores y se pudiera contener la movilidad de las personas.
En la coyuntura actual, pretender que no haya movilidad humana es tanto como negarse a aceptar que hay un virus llamado COVID y con solo no mencionarlo, desaparece, lo cual no ocurrirá y sabemos al contrario que tenemos que vivir con él. Con la migración ocurre igual, tenemos que aprender a vivir juntos. México ocupa un lugar geográfico estratégico por lo que este proceso será cada vez más diverso y generará grandes cambios en la sociedad mexicana del siglo XXI.
Por ahora, la crisis que ocasionó un grupo de agentes migratorios con el uso de violencia desmedida y sin justificación alguna, le está generando un costo político a la mismísima presidencia. Justo en el contexto del Tercer Informe de Gobierno, López Obrador se vio obligado a mencionar el tema con el aviso contundente de la suspensión de los agentes violentos. Aunque esta acción por parte del ejecutivo mandó un claro mensaje, la realidad es que la postura política desde el ejecutivo no implica cambios profundos ni estructurales en el planteamiento que el país debe desarrollar sobre la migración en todos sus niveles y experiencias.
La propuesta de generar condiciones de desarrollo para evitar la migración forzada sobre todo desde Centroamérica es una apuesta correcta que ayudará en mucho a mediano plazo en el desarrollo de esos países, pero sigue siendo una visión que no atiende la dinámica migratoria, sino que la sigue viendo como un problema, cuando se trata de una realidad humana e incluso una oportunidad enorme para cada sociedad.
Por ejemplo, en medio de esta coyuntura hay que atender los diferentes flujos más allá de cualquier tipo de propuesta que replique modelos que busquen la privación de la libertad, que además van en sentido contrario a los pactos mundiales de migración y refugiados firmados por el gobierno mexicano en diciembre de 2018.
Para tener un panorama general baste decir que al día de hoy, los principales países solicitantes de refugio en México son, con mucho, Honduras y Haití (26,700 y 18,833 respectivamente), países que nadie dudaría que tienen condiciones que justifican plenamente por qué esas comunidades no pueden regresar de los países de donde alguna vez salieron. Frente al millón de venezolanos que han llegado los últimos años a Colombia, los extranjeros que han llegado a México son números comparablemente menores. Esto no implica que no estemos frente a un desafío mayúsculo porque más allá de la numeralia migratoria, por primera vez nuestro país tiene solicitudes de refugio de personas de 99 países, lo que habla de la situación compleja del planeta entero, donde México a su vez continúa siendo un alto expulsor de población.
Un último punto que es imposible negar en este esfuerzo por cuestionar la acción policiaca frente a los flujos migratorios que indignó a tantos hasta que lo vieron en foto o video. Se trata de la necesidad de voltear a ver a la sociedad mexicana como conjunto y ubicar nuestras partes oscuras, algunas de las cuales repiten visiones parroquiales, trasnochadas y decimonónicas de la idea de nación que somos, con lo que pretenden negar un derecho humano como es la hospitalidad. Por eso, la xenofobia debe señalarse sin rudeza, pero con la misma agudeza crítica con la que se ha alzado la voz contra el uso de la violencia como mecanismo de control de parte del estado. Más abrazos por fas y omitamos los madrazos.