AL BORDE
Blood in, blood out
Jorge Castillo

“… Es mentira que la sangre se lave con sangre,
crece la mancha, crece el crimen y la infamia…”

El Señor Cura sobre la ley del talión en
‘Vuelven los García’ (1947),
de Ismael Rodríguez

“The dead have been covered with lime.
The dead know only one thing,
it is better to be alive.”

Joker
‘Full Metal Jacket’ (1987),
de Stanley Kubrick

Monterrey.- En recientes días se desató una polémica sobre si fue o no adecuado el calificativo de “valientes” que el historiador Pedro Salmerón utilizó para referirse a los jóvenes guerrilleros que intentaron secuestrar al insigne empresario Eugenio Garza Sada la mañana del 17 septiembre de 1973 en Monterrey, pues hubo quienes le señalaron de hacer apología de la violencia y del crimen.

     Acusaciones por agravios criminales que, históricamente, han sido mutuamente constantes entre aquellos que se ubican y simpatizan del lado de los que detentan los poderes (estatales o fácticos) y del lado de los que buscan subvertirlos.

     Expresión de Salmerón que no sólo descalificaron algunos sectores de la opinión pública, sino por la que también pidieron su cabeza (renuncia) como director del INEHRM; tal vez para ponerla en un salón virtual de trofeos y con su pixeleada sangre marcar, como mezuzah 1, el dintel de su portal de internet. Esto encuadra con un largo análisis y reflexión que he realizado sobre las bases simbólicas, retóricas y materiales de eso que denomino: «violencias sacrificiales».

     Si consideramos a la violencia sacrificial como una metáfora y una práctica altamente significante en nuestros imaginarios y representaciones sociales sobre aquel personaje expiatorio cuya vida es “ofrecida” y “tomada” para y por el bien de la comunidad –para procurar su protección, purificación y preservación (salvación) moral y espiritual–2  podemos entender mejor el ethos, de corte tribal y arcaico, 3  que sigue definiendo nuestros actuales valores y prácticas de interacción en los espacios y asuntos públicos, tanto físicos como discursivos.

     Valores y prácticas fundadas en una visión de «reduccionismo dicotómico» –con base religiosa, mistificada y esencialista– y que en el terreno de lo público se constriñe al desarrollo de discursos y acciones que definen quién es el bueno y quién es el malo; quién, por tanto, tiene una opinión y posición válida o inválida en términos morales e ideológicos, y por ende, quién merece ser considerado como actor social, histórico e institucional legítimo (incluido) o ilegítimo (excluido).

     Estos marcos representacionales reduccionistas son, por definición y evidencia, omnímodos, verticales e impositivos, pues no conceden lugar para todo aquello y aquellos que no sean considerados como aceptables en el terreno de lo político o de la esfera pública; y donde la compleja diversidad de opiniones y de posturas comúnmente son encasilladas en lo no aceptable 4. Pero quién define y acredita qué o quién es aceptable, quién y bajo qué condiciones y perspectiva ideológica considera a sus propios héroes y próceres como los aceptables o más genuinos que los de los demás.

    Como herederos todos, tantos buenos como malos (ubíquese donde quiera), de esta base de pensamiento lógico-simbólico y de definición ético-política, es que nos resulta muy poco significante que consideremos como válidos y eficaces los valores y las prácticas de inclusión, igualdad, respeto y tolerancia, desde los que podamos desarrollar negociaciones, acuerdos y consensos políticos de amplio espectro.

     Este menosprecio por formas «no-oposicionales» de participar en lo público se debe a que dicho principio político excluyente de corte –yugular y– sacrificial también se expresa, como la “natural” e incesante caída de agua de una cascada, en las dinámicas sociales de aprobación/desaprobación que condicionan la subordinación, la segregación, la marginación y la pobreza de amplios grupos y sectores socioculturales; los cuales sostienen de forma permanente y sin retórica esos tormentosos ciclos de sangrienta violencia sacrificial que hacen reverdecer los valles de sombra de muerte donde se asienta el incuestionable orden jerárquico de nuestras sociedades piramidales.

     Y en este amplio sentido considero que nuestro mayor reto es que empecemos a desestimar este competitivo código binario-jerárquico de valores y prácticas políticas que, sin metáforas, hoy en día tienden, con más frecuencia y facilidad, a materializarse en el terreno extremo de las trágicas violencias físicas y armadas.

     Violencias perpetradas y padecidas por aquellos “valientes” de todo grupo y bando, quienes estamos convencidos de que no hay mejor vía para dirimir nuestros desacuerdos y conflictos, más que la de matar (excluir) o ser muerto (excluido como non grato) para afirmar, defender e imponer a los demás, de forma sublime, triunfalista y revanchista, nuestra postura e interés político-económico e ideológico-moral.

     Ahora bien, si queremos poner en su justa dimensión aquellos hechos históricos descritos por Salmerón, mínimo podríamos reconocer el arrojo de esos jóvenes si consideramos que, desde la lectura desesperada que hicieron de esos momentos políticos y de sus referentes de inspiración, decidieron, con desacierto estratégico, tomar las armas para enfrentarse a ciegas, y a muerte 5, a un imperceptible pero bien articulado aparato social, religioso, empresarial y gubernamental marcadamente represor y conservador, de impregnada señal sacrificial.

     Amplia estructura social que utilizó no sólo la condena ideológico-moral de la “malevola” conjura comunista y terrorista 6  de esos jóvenes, sino que también aplicó, de forma pragmática, cómplice y soterrada, recursos y tácticas paralegales, parapoliciales y paramilitares –arbitrarias e impunes todas– en su contra; hasta el grado de desaparecer sus rastros y sus cuerpos, imponiéndoles el limbo de la no-existencia absoluta, ese
no-descanso que sus familiares y camaradas también han padecido por décadas.

     Actitud de arrojo muy similar al recio perfil 7 de ese venerable octogeniario quien, ante un probable pero imprevisible secuestro, anunció “que haría frente a quienes lo intentaran”; pero de quien, al menos, sus restos reposan dignamente en lugar conocido para el consuelo y recuerdo de sus seres queridos y sus prosélitos.

     Así, yo distingo con toda su absurda, burda e infértil potencia a estas polémicas sobre la valentía, con tamiz criminal, de uno u otro sector. Polémicas de signo excluyente acerca de procesos, igualmente excluyentes, en los que uno y otro bando se confrontaron ideológica y materialmente de forma vaga y clandestina –por propia (pistola y metralleta en) mano–, y motivados, en la hora de la verdad, por el empuje de una misma y honorable ideología de «muerte salvadora», de desigual, excluyente e irremediable muerte ofensivo-defensiva y libertaria.

@alborde076
@alborde15diario
alborde15diario.tumblr.com

Imagen: Fotograma del filme ‘Blood In Blood Out’ (1993), dirigida por Taylor Hackford. 



1  Hay quienes relacionan al mezuzah como recordatorio de aquella marca que cada hogar judío hizo con sangre de cordero en el dintel de sus casas, para que no padecieran las plagas que Jehová envió para presionar su liberación ante los hijos y la tierra de Egipto.
2   El sacrificio, por definición, también es un acto simbólico y ritual de intercambio recíproco, en el que se ofrece algo para recibir algo a cambio.
3   Uso estos términos de forma descriptiva, equiparando sus analíticos sentidos históricos y antropológicos con fenómenos actuales, no como calificativos de infravaloración.
4  Verifique también la práctica del ostracismo como mecanismo de exclusión social y política a lo largo de la historia. 
5  Cito lo siguiente: “De tal manera, el periódico Madera dotó a los revolucionarios de una actitud escatológica en la cual la glorificación de los militantes capturados, el homenaje ritual a sus muertos, la exaltación sacrificial de dar la vida por la causa contribuyó a generar modelos formadores a través de los cuales se preparaba a los militantes en un combate en donde iba la vida de por medio, bajo la convicción de que su muerte ayudaría a la construcción de una nueva sociedad en la cual sería efectiva la redención social de los oprimidos gracias a la continuidad de otros combatientes.” Tomado de: https://www.redalyc.org/jatsRepo/4075/407556818006/html/index.html?fbclid=IwAR1XaPL2uJmx1Wl3VBl_1Uv82iq7bnmHQy3GqfGfWNmpub63sPmhXxb2BFo. 
 6  Estos son fragmentos del discurso que pronunció Ricardo Margáin Zozaya durante el funeral del empresario: “Que sus asesinos y quienes armaron sus manos y envenenaron sus mentes merecen el más enérgico de los castigos es una verdad irrebatible […] Sólo se puede actuar impunemente cuando se ha perdido respeto a la autoridad, cuando el Estado deja de mantener el orden público, cuando no sólo se deja que tenga libre cauce las más negativas ideologías, sino que se les permite que cosechen sus frutos negativos de odio, destrucción y muerte”. Tomado de: https://www.eluniversal.com.mx/estados/el-caso-garza-sada-el-asesinato-que-marco-nuevo-leon.
7  Apreciación del mismo Pedro Salmerón sobre Eugenio Garza Sada. Tomado de: https://lacabezadevilla.wordpress.com/2019/09/20/el-asesinato-de-eugenio-garza-sada/.