Ciudad de México.- Para el 2 de octubre se esperan manifestaciones, estudiantiles y populares, como un recordatorio de la gran represión y los crímenes de lesa humanidad, cometidos en esa fecha de 1968 por el presidente Gustavo Díaz Ordaz, con el apoyo de su secretario de gobernación, Luis Echeverría Álvarez, en la Plaza de las Tres Culturas del pueblo de Tlatelolco, ahora convertido en símbolo de la historia moderna de México, escrita con bayonetas por los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional, autocalificado heredero de la Revolución.
Y en las manifestaciones volverán a infiltrarse los falsos anarquistas, provocadores que destruyen todo a su paso, cobijados en el anonimato de lo negro y de las caras cubiertas con pasamontañas, pañuelos, trapos y al servicio pagado de fuerzas que actúan al amparo del anonimato.
Esperamos que sigan actuando en la impunidad, a la orden y pagados por personajes de las fuerzas más oscuras de la sociedad, mientras el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha renunciado a usar la violencia legítima, la de la ley, para meter al orden a los tales falsos anarquistas, hombres y mujeres, que parecen seres irracionales cuando están incendiando puertas de edificios históricos, o asaltando comercios, rompiendo vidrieras, destruyendo todo por donde pasan.
Afirma el presidente López Obrador que no los va a reprimir porque “eso es lo que quieren que él haga quienes patrocinan” a estos facinerosos que se infiltran en las marchas pacíficas celebradas en la ciudad de México y, por imitación, en otras ciudades de la república. Y lo que al final quieren es acusar al gobierno actual de represivo. Sin embargo, hay un gran descontento entre muchos sectores conscientes de la sociedad que están muy molestos por la inacción de los cuerpos policíacos para detener a estos destructores de todo, hasta de librerías, porque “sólo leen los burgueses”.
Tradicionalmente, la conmemoración del 2 de octubre es tumultuosa en la Ciudad de México, en donde estamos redactando esta nota periodística. Y habrá que volver a las tácticas de aquel inolvidable Consejo Nacional de Huelga que decidía por el Movimiento desde las aulas de la UNAM en aquellos días de la ira del año del parteaguas de la historia de los mexicanos: 1968: Si la policía no interviene es mejor, decíamos en aquellos días. Cuando en una manifestación no había policías, la manifestación transcurría en santa paz. En aquel año, además de los infiltrados porriles, también la policía, los granaderos, actuaba con sus infiltrados y los estudiantes se organizaban para aislarlos, o como en las tácticas policiales, reducirlos. Eso tendrán que hacer los manifestantes a partir de ahora.
No es posible continuar soportando que los enemigos de la sociedad se solacen con la destrucción de la ciudad. Al respecto, en su conferencia matutina de este lunes desde el salón de la tesorería de palacio nacional, el presidente López Obrador, anunció que el orden de los actos del 2 de octubre estará en manos de Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad y activista del Movimiento Estudiantil de 1968. Ella tiene un plan para lograr que la manifestación transcurra en orden y paz y los y las rufianes autollamados “anarcos” sean neutralizados sin violencia, sin represión.
Sin embargo, todo ciudadano que comete un delito, que viola la ley, que rompe el orden jurídico tiene que ser presentado ante la justicia y, si el culpable, ser penalizado, ser castigado. Esto no es represión. Es la aplicación de la ley para proteger la justicia, para salvaguardar el bienestar y la paz de la sociedad. Y es muy obvio que estos “anarcos”, cada vez que hay una marcha popular, cometen muchos delitos que merecen la cárcel.
Por otra parte, independientemente de que algunos de los actores del Movimiento Estudiantil de 1968 argumenten que no podemos seguir viviendo del pasado, este escribidor tiene conciencia de que el pasado ciertamente no existe, como el futuro; que lo importante es vivir con intensidad el presente, el aquí y ahora. Sin embargo, el pasado es como un archivo, que permite revisar el comportamiento humano, individual y colectivo. El pasado, entonces, que ya no existe, sirve para mejorar las acciones justas y para no repetir las injusticias, para no repetirlas nunca más. Así, el pasado se presenta como algo muy importante en la vida de los individuos y de las sociedades, de los pueblos y comunidades. Y, aunque algunos consideren que el 68 ya “murió” en su vida, este escribidor sigue escribiendo, y gritando desde lo más profundo de su corazón: “2 de octubre no se olvida”.