Ciudad de México.- La panista Laura Angélica Rojas Hernández, presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, habló de los enormes retos y deficiencias en materia de igualdad “sustantiva” (¿?) y los niveles de violencia contra las mujeres, que todavía son altos.
Y vaya que existe una indignante desigualdad, tanto entre las mujeres mismas, como entre las mujeres en general y los varones.
A las mujeres también se les puede aplicar aquel populachero axioma de que todas las mujeres son iguales, pero hay unas que son más iguales que las mayorías.
No es lo mismo una señora que vive en una enorme residencia lujuriosa en las zonas doradas, que una señora que apenas cabe, con sus cuatro o cinco hijos, en una covacha de cualquier ciudad perdida, como llamábamos hace años a los barrios donde florecen la pobreza y la miseria.
Y son infinitamente más las señoras que apenas tienen para sobrevivir y para mantener a sus hijitos. Muchas no saben dónde van a dormir esta noche, o si van a tener comida para el día siguiente y cómo alimentarán y curarán a sus hijitos, si no es que se les mueren en el sueño por hambre.
Son incontables las mujeres que nunca toman unas vacaciones, y ya no los fines de semana, o que jamás podrán manejar un BMW y tienen que transportarse en una de esos destartalados transportes públicos, o en los transportes eléctricos, los trolebuses, o el metro.
Son mujeres que no disponen de las facilidades de las señoras ricas – antes se les llamaba “señoras de sociedad”–, menos de las comodidades, de los vestuarios de marca, de las finuras y delicadezas de las comidas, de los servicios médicos de súper lujo, de los viajes de fin de semana a San Antonio o a Veils, o a Nueva York, o cuando menos a Acapulco y ya no digamos a Cancún, en donde se gastan lo que quieren y pareciera que sólo le hubieran arrancado un pelo al gato.
Son pocas las mujeres más iguales. Y ya no le entro más al chisme, aunque aún me faltarían otras suculentas comodidades, como las joyas de lujo, de metales preciosos, entre otros muchos.
Es realmente insultante la desigualdad que el sistema ha alimentado entre las propias mujeres. Y aquí yo no sé en qué tipo de mujeres esté pensando la señora Rojas Hernández, si en las de su clase o en las que tienen que tomar una coa para remover la tierra de su parcela, o cuidar su pequeño sembradío de flores, o a las que van de casa en casa, lavando la ropa de la patrona, haciendo el aseo de su residencia, o planchándole los vestidos, o tienen que pararse en las zonas de tolerancia para vender su cuerpo porque tienen dos o tres hijos que mantener y no saben hacer otra cosa.
La desigualdad entre hombres y mujeres es la más sonada. Hay una profunda desigualdad aún en todos los terrenos, en la escuela, en los servicios médicos, en los centros de trabajo, en los templos religiosos, en las asociaciones religiosas, en los ingresos, en las relaciones humanas o sexuales.
En lo sexual, el varón sigue imaginando que la mujer fue creada para satisfacción de sus instintos primarios, sólo por mencionar una de las causas gravísimas del maltrato de un hombre sobre una mujer, o una de las causas del odio que lleva al asesinato llamado ahora feminicidio, que por cierto se ha incrementado a la par de la violencia familiar, en ocasión del confinamiento por la pandemia del coronavirus.
Pero, además, las mujeres tienen ingresos muy inferiores que los hombres por trabajo igual. Y son objeto de acoso cotidiano de parte de muchos varones, en el trabajo, en la oficina, en la fábrica, y hasta en la iglesia, cuando el cura es un enfermo que es adicto sexual y que viola a mujeres, niñas y hasta niños.
Dejemos aquí este asunto que, conforme uno va adentrándose en él, se va sintiendo náuseas y dan ganas de vomitar.
A DESFONDO: A propósito de igualdad “sustantiva” (sería bueno que los diputados nos explicaran con palabras llanas, populares, que ellos y ellas mismas entiendan, qué es eso de “igualdad sustantiva”.), la diputada Rojas informó que se creó el Grupo de Trabajo Plural por la Igualdad “Sustantiva”, con cinco grandes objetivos: trabajar en contra de las violencias, erradicar el feminicidio, legislar a favor de la paridad, eliminar la brecha salarial entre mujeres y hombres, y supervisar el ejercicio del presupuesto pro igualdad, aprobado por la Cámara de Diputados.
En la presentación del informe de actividades del grupo la diputada presidenta recalcó que impulsar la agenda de igualdad sustantiva fue uno de sus principales compromisos al asumir la presidencia de la Mesa Directiva.
Ay, señora. Cuántas veces hemos escuchado este mismo mensaje de la igualdad y la desigualdad se profundiza. ¿Usted no cree que con estos temas y proyectos no están sólo llenando los tiempos y los espacios de la agenda legislativa y una vez terminado su tiempo quedará todo olvidado? Esto es lo que ha ocurrido siempre. Por ello, la gente no le cree nada a los legisladores. Es más, los desprecia. Unos dicen que la gloria y el honor de ser diputado o diputada dura tres años. Y la ignominia dura toda la vida.