GOMEZ12102020

ANTOLOGÍA DE AUREO SALAS
Ángel
Unsu Jeto 

Monterrey.- ―Soy tu ángel de la guarda ―susurró.

     Yo me levanté de la cama, azorado.

     Era una persona normal, hasta donde entendía modorramente que era una persona sin nada en particular. Estaba parado frente a mi cama y me sonreía con desdén, como cuando dices algo importante y te vale un reverendo cacahuate si alguien te entiende. Su rostro reflejaba una especie de calma acumulada, casi brillante. Pero poco a poco fui despertando, las ideas se aclaraban. Había una persona mirándome desde la orilla de la cama…

     Fue como si esa cosa lo hubiera intuido. Y le digo cosa porque desplegó unas hermosas alas grisáceas. Las extendió con orgullo, como un águila que pavonea su plumaje. Dejé de ponerme en alerta, estaba a punto de buscar un arma para golpear al tipo, que ya no era un tipo, sino algo más superior en lo que nunca creí hasta ahora.
La televisión se encendió.

     ―El incendio inició en uno de los departamentos ―decía el conductor del noticiero. Encima, del lado derecho, se leía la hora y los grados―, así despertamos hoy en Monterrey, anunciando esta tragedia donde ya hay varios fallecidos.

     En la imagen, un edificio, en donde vivía, ardía en llamas grotescas al momento que la luz del alba se pintaba de un naranja rojizo anunciando la llegada del sol. Miré el reloj, eran las 4:57 de la mañana y afuera estaba oscuro, en la tele eran las 7: 16. Un sabor amargo me subió por la garganta e intenté ponerme de pie, pero tropecé con el abanico y tumbé una lámpara.

     La lámpara chisporroteo en luces azules y naranjas soltando chispas, la cortina comenzó a arder. Es increíble cómo avanza el fuego en lo que piensas el plan a seguir. Fui a la cocina, regresé con una jarra de agua, pero ya había fuego en la cama y en un buró destartalado. El humo comenzó a llenarlo todo. Esa cosa seguía ahí… Mirando las llamas, las cuales se reflejaban como pequeñas películas en sus ojos vacíos.

     Quise gritarle que era todo aquello, se suponía que era un ángel, pero tuve un ataque de tos. Otra vez, esa cosa pareció intuir lo que iba a decirle. Su sonrisa afloró de entre las llamas, una sonrisa escueta que parecía decirlo todo.

     Esta vez fui yo quien lo adivino. Después de todo, si era un ángel.