GOMEZ12102020

ANÁLISIS A FONDO
La derecha desde el altar
Francisco Gómez Maza

Ciudad de México.- El clero católico conservador, preconciliar, que defiende la misa rezada en latín, el idioma de los emperadores, de los explotadores, y de espaldas a sus feligreses, y que es un muro protector del capitalismo salvaje, no para de intentar revertir los cambios que se dan tanto al interior de la iglesia católica como en el mundo, en la política y en la economía. Esta clase de obispos son los acérrimos protectores de quienes detentan los grandes medios de producción. Y en México hay preclaros ejemplares como el cardenal Juan Salvador Íñiguez.

Éste ex arzobispo de la Arquidiócesis de Guadalajara, ligado, y muchas veces cabeza, a los grupos de interés económico y político partidistas más nefastos del país, es uno de los paradigmas del conservadurismo vaticano-mexicano (los que quisieran ver defenestrado al papa Francisco, fiel de la doctrina de los cambios profundos y del compromiso de la Iglesia con los pobres), navega en el límite, en la frontera de la sedición.

Y su más reciente acto de perversión política fue un video, llamando a no votar por el Movimiento de Regeneración Nacional (lo que debió de haberles caído como anillo al dedo a los grupos de interés económico y político ligados al pripanismo, víctimas del movimiento democrático que triunfó apabullantemente en las elecciones federales de hace tres años y que llevó a la silla presidencial a Andrés Manuel López Obrador.

No podía esperarse una acción más democrática de los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación al anular las elecciones en el municipio guadalajarense de Tlaquepaque, precisamente por considerar que la intervención ilegal de Íñiguez fue determinante para el resultado de las elecciones en el municipio mencionado. (Un ministro religioso no tiene derecho de hacer propaganda política a favor de ningún bando partidista y menos hacer llamados que caen en el terreno de la subversión, de acuerdo con la Constitución Política).

Con justa razón el Tribunal electoral anuló la elección.

Como todo el mundo sabe, o debería de saber, el prelado acaba de dar otro zarpazo en contra de la democracia, con su abierta defensa de las fuerzas conservadoras, cristeras, sinarquistas, panistas, en Jalisco.

En el colmo de su incultura teológico política – jamás entendió el espíritu renovador del Concilio Vaticano II, de un cambio necesario para la sobrevivencia de la iglesia católica y para entender y comprender al mundo moderno, Sandoval Íñiguez se pone del lado de las fuerzas más reaccionarias, simpatizantes de los movimientos antidemocráticos como la lucha armada de los cristeros que, al grito de Viva Cristo Rey, intentaron imponer un régimen antidemocrático, bajo el imperio del clericalismo faccioso.

La intervención mediática del cardenal Íñiguez en las pasadas elecciones del 6 de junio, sin embargo, no será la última. Él no entiende de cuestiones democráticas y antidemocráticas. No entiende a su propia iglesia que, bajo el callado de Francisco, está a favor de los pobres y menesterosos, y reclama a los poderosos su indiferencia, y más su consciente explotación de la mano de obra de los trabajadores.

No tiene remedio el cardenal. Mientras la Naturaleza no lo recoja en su seno, no cejará en sus intentos de contribuir a que el cambio democrático cese y el mundo vuelva al régimen patriarcal del pastor “apacentando” a sus ovejas y éstas obedeciendo en todo, tanto en la vida religiosa como en la política.

Muy bien por el TEPJF. Es fundamental, por lo menos, sentar un precedente. Y una advertencia a otros ministros religiosos, no sólo de la iglesia católica, sino de otras denominaciones eclesiásticas. Los ministros religiosos tienen derechos y obligaciones. Tienen derecho de votar, pero no de ser votados. No tienen derecho de tomar partido y llamar a votar por una determinada formación política.



Imagen: Refugio Ruiz, revista Proceso