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Ciudad Victoria: Al Pie de la Sierra Madre
Francisco Ramos Aguirre

Ciudad Victoria.- Hoy se cumplen 270 años, desde aquel seis de octubre de 1750 cuando un grupo de colonizadores encabezados por el Coronel José de Escandón, Conde de la Sierra Gorda, decidieron fundar a un cuarto de legua de la boca del Río San Marcos, la Villa de Santa María de Aguayo, hoy Ciudad Victoria bajo la advocación de la Virgen de la Purísima Concepción de María.

     El grupo colonizador estuvo de acuerdo que el paraje donde ahora se localiza la capilla de San Isidro, era el mejor sitio para establecer una población que al paso de los años, se convirtió en la capital tamaulipeca. Aquel día fresco y otoñal, entre encinos, pinos, nogales, abundante, abundancia de fértiles pastizales propios de la agricultura y ganadería, los forasteros contemplaron con tranquilidad el verde esmeralda de la Sierra Madre Oriental y escucharon al Río San Marcos arrastrar abundantes aguas cristalinas que por muchos años alimentaron las acequias que los victorenses de antaño, llevan en su memoria desde la infancia.

     La mayoría de los historiadores, opinan que en total arribaron del centro del país, veinticuatro familias de criollos y mestizos descendientes de españoles. Además se sumaron indios pizones encabezados por el jefe Diego. Una vez establecidos alrededor de la Plaza Principal, les fueron entregados terrenos, sitios de ganado, caballos y aperos de labranza, con la condición de no venderlos ni abandonar la villa en diez años. Como primera autoridad del gobierno de Aguayo, Escandón entregó la "...vara de la Real Justicia" al capitán José Olazarán. Luego arrancó tres puños de hierba, con la espada dio tres golpes a la tierra y retó a quien se opusiera a la posesión. Como el resto de la Provincia de Nuevo Santander, los terrenos de nueva villa eran prácticamente vírgenes.

     En el contexto de esa vida placentera y laboriosa, se inició el proceso de construcción de una sociedad con enormes resonancias y características propias al pie de la Sierra Madre. Pese a las adversidades de la época, en breve tiempo logró su propia dinámica económica, identidad cultural y autonomía en el ámbito norestense. Además, se trataba de una comunidad que gracias a su ubicación geográfica, se benefició como una de las rutas más confiables del comercio con Coahuila, Nuevo León y Texas. Esta ventaja, ayudó a su desarrollo político y económico, sobre todo en la etapa posterior a la guerra de independencia.

     Entonces se construyeron edificios de argamasa y modestos hogares de adobe, sillar y piedra con techos de palma. En el diseño del primer plano urbano, destaca la Plaza Principal, centro histórico donde una ocasión el cadete Antonio López de Santa Anna, escribió una carta a su familia; además de escenario ceremonial del tránsito de los restos de Iturbide. Hablamos de la parroquia de Nuestra Señora del Refugio, que abrió las puertas de la sacristía al cura Miguel Ramos Arizpe, uno de los primeros maestros y fundador de escuelas en Aguayo.

     Ramos Arizpe acondicionó a pocas leguas cerca de Caballeros, un espacio para catequizar a los indios pisones en la Misión de San Pedro Alcántara. Más tarde, el coahuilense nos habría de representar en las Cortes de Cádiz, España y después fomentó el federalismo. En tiempos de la independencia, calle Real que ahora Hidalgo fue empedrada por los presos insurgentes. En esta ruta y sus alrededores floreció el comercio, fue paso de un tranvía, se levantaron residencias, oficinas de gobierno pequeñas fábricas, hoteles y oficinas de empresas de diligencias.

     En la tercera década del siglo XIX, llegaron los primeros comerciantes españoles: Pablo Lavín, Martin Dosal, Francisco Cortina, Juan Cortina, José Zorrilla, Manuel Bustamante y Francisco Escandón. Ellos tuvieron una temprana presencia en el abastecimiento de insumos y accesorios, indispensables para vida cotidiana y ramo agropecuario. Al mismo tiempo, instalaron los primeros hoteles, restaurantes y almacenes, donde vendían de todo, desde una alcayata hasta una carrera o un piano. Uno de los primeros mesones se llamó San Ignacio, habilitado como escuela en el gobierno del general Juan Gójon.

     En tiempos posteriores, a finales del siglo XIX y principios del XX, Victoria se convirtió en un territorio multinacional. De pronto, arribaron inversionistas extranjeros que hablaban otros idiomas: Libaneses, judíos, palestinos, italianos, chinos y norteamericanos. Algunos como los padres de Salvador Novo y Gabriel Zaid estuvieron de paso y marcharon a diversos destinos. Otros, integraron familias que permanecen hasta nuestros días. ¿Quien iba a pensar? Victoria se transformó en un puerto seguro y recibió de buen corazón a cientos de migrantes de otras culturas. Ese momento histórico de convivencia, debió llenar de orgullo a sus habitantes.

     La llegada del ferrocarril, prácticamente transformó la vida de los victorenses quienes vieron cristalizados sus sueños, no sólo para viajar sino también movilizar más rápido sus mercancías hacia destinos más lejanos. Lo mismo llegaron artistas de teatro y cirqueros que hicieron más placentera y menos monótona la vida de sus habitantes. Teresa Montoya, Virginia Fábregas, Amparito Guillot La Bailarina de los Pies Desnudos, Lupita Tovar, primera Santa del cine sonoro mexicano, Maslova primera bailarina rusa del Ballet de Ana Pavlova.

     El primer sentimiento de la mayoría de los viajeros que han pisado esta tierra, es de admiración sobre la vitalidad asombrosa, sustentada en el sentido de pertenencia de cada uno de sus habitantes. Desde tiempos ancestrales, sus vínculos con la cultura, historia, educación, trabajo y apego a la naturaleza, son características del ser victorense. La capital tamaulipeca, recibió la visita de célebres viajeros que dejaron testimonio a su paso por estas tierras: George Ward, Manuel José Othón, Ignacio Montes de Oca y Concha Lombardo, esposa del general Miguel Miramón.

     A 270 años de su fundación, Victoria es una ciudad históricamente joven. A lo largo de todo ese tiempo, ha enfrentado numerosas adversidades, ciclones, pandemias y períodos de climas extremosos. Sin embargo, se sostiene en la fortaleza de su historia, educación, deporte, gastronomía, música, literatura, cultura y personajes célebres. Por eso y por mucho más, hoy queremos decir: ¡¡¡Que Viva Victoria, por Siempre Gloriosa!!!

* Cronista de Victoria