Berriozábal, Chiapas.- Solo teníamos el recuerdo del 68; el presente del 70 y 71 era de rabia y coraje. Por un lado la universidad, la preparatoria, la secundaria nos había hecho reflexionar, pero también había un anhelo de cambio que sacudía al mundo.
En muchas partes se estremecía con el ímpetu de jóvenes pensadores que rompían con los cánones establecidos y mostrándonos a todos los trajes del emperador derruían los mitos del poder.
No eran solamente los crímenes del capitalismo lo que movía al mundo, también el colapso del corporativismo socialista, la crisis del éxito del populismo y del liberalismo del capitalismo moderno y los milagros económicos de posguerra. También el sueño permanente por la libertad, la fraternidad y la igualdad superados por el compromiso adquirido de encontrar una salida a la expropiación capitalista, a la necesidad de obtener ganancias producto de la extracción de valor no pagado.
No era solo un sueño ideal, sino la misma historia; nos decía que era una agenda pendiente, a la orden del día, una posibilidad al alcance de la mano, y los jóvenes nos veíamos con la capacidad y la fuerza para hacerlo.
La crisis del socialismo realmente existente, que forma a los espartacos mexicanos, también sienta las bases del nuevo dogmatismo militarista que después se expresara tan acremente en nuestras filas. La banda de los cuatro, encuentra sus herederos en la construcción de panteones revolucionarios y una historiografía basada en las proezas y desventuras anecdóticas. Y ese mito igualitarista construyó una pléyade de señores de la guerrera y algunos usureros y oportunistas. Las críticas se convirtieron en monstruos que desviaron los objetivos comunistas. Pero entonces ni siquiera lo intuíamos.
El trabajo minucioso de análisis, que en los lejanos 70 se transformó de modelo académico a quehacer guerrillero, tuvo un breve desarrollo en el tiempo, pero sus luces trascendieron el momento. Sus principales argumentaciones y temas de interés, que en alguna medida recuperaban un esfuerzo metodológico temático, pensar sectorialmente y hacer los programas específicos, fue un sueño metodológico enciclopedista: los sindicatos, el campo, los estudiantes, la universidad, las diferentes esferas del quehacer económico, los mineros, los acereros, los copreros, los productores de caña de azúcar, los obreros metalmecánicos, los indios, junto al concepto de la subsunción y entender el “terciario” o el estado burocrático, fueron temas que pedían mucho más trabajo y profundidad; y se llegó solo a las consignas, al desmenuzamiento particular y quedaron pendientes muchas más reflexiones y argumentaciones necesarias que pudieran deconstruir ese –entonces– presente que exigía razonar las intervenciones para salir del destino manifiesto, de la condición de procesos históricos sometidos a los intereses de la clase dominante y la respuesta de los oprimidos para convertirse en sujetos de la historia, en nuestro anhelo de ejercer la dirección de la sociedad.
Los jóvenes liberados por la violencia política, organizados militarmente, nos desbocamos buscando respuestas y tomando en las manos las posibilidades de transformar el mundo radicalmente.
Calificar al enemigo militar por su quehacer bélico implica calificarnos a nosotros mismos. La actividad política radical y en particular la guerrillera no avisaba, saltaba por sorpresa y atacaba en los puntos más débiles del enemigo, se apoderaba de recursos para desplegar su propaganda y organización y buscaba ocasionar el mayor daño y desencadenar reacciones que pudieran debilitar al enemigo político.
Pretender que estábamos inermes y que no teníamos programa es escamotear la parte más importante; no éramos samaritanos, ni ascetas que mediante el sacrificio pretendiéramos cambiar el mundo; habíamos identificado la necesidad de hacerlo militarmente, sin concesiones, si aceptar cuartel, sin darlo. Ahora algunos vemos como graves errores algunas decisiones o derroteros, desde el terrorismo, las ejecuciones de enemigos, a las sangrientas purgas internas que sacrificaron cuadros, militantes y simples ciudadanos de manera tan injusta como las brutales torturas y suplicios a las que nos sometieron y sometieron a nuestros camaradas, amigos, familiares y a inocentes inermes.
Por largos años se ocultaron nuestras flaquezas, por no dar más armas a los enemigos, pero eso ha sido una debilidad, ha impedido el tránsito a un estado superior de conciencia y acción.
Sin llegar a las caricaturas impuestas por el autoritarismo, la autocrítica es una herramienta organizacional, pero también ha sido una forma de demeritar, esconder y distorsionar la herencia comunista.
Y valorar lo construido y la responsabilidad por lo no construido, arrojamos de bruces a la izquierda democrática a los brazos del populismo, al salir de las cárceles o de la clandestinidad y quedarnos sin ubicación fuimos útiles peones de estribo y breves comparsas que rápidamente fuimos anulados.
También es un lastre ese irracional descrédito al enemigo. Ni son monstruos inhumanos, ni cadáveres, ni mercenarios de dioses intergalácticos; al fin, son otros seres humanos, que tienen y tuvieron una posición de clase contraria a la nuestra y ejercieron y ejercen el poder utilizando su principal arma, el sometimiento y sumisión social. Desproveerlos de su identidad nos impide reconocer su lugar y poderlo combatir eficientemente. Combatir sombras deviene en pesadillas y es solo idealismo, mientras se siguen repartiendo el botín.
La confrontación moral, anecdótica, sensiblera, ha prohijado continuamente el recambio de esas estructuras, su enriquecimiento desde nuestras propias fuerzas, Y nos hemos quedado escasos, los antiguos jóvenes rebeldes ahora somos viejos necios y aferrados, marginales, excluidos.
Con escasos vínculos sociales, políticos y, menos, juveniles.
Y nuestra actual tarea es difundir el legado comunista; ya nos vamos y estos pensadores comunistas radicales nos dejaron una herencia que debemos pasar a otras manos, el legado de estos pensadores que renunciaron a sus destinos estructuralmente determinados y optaron por adscribirse a la clase revolucionaria, al proletariado.
Ahora las palabras parecen huecas, sin sentido, han sido desposeídas y desprovistas de sentido. Ese particular abstraído que nos permitió definirnos y tomar partido hasta mancharnos, esas categorías raídas, siguen, necias, plenas de contenido político, económico y social.
Recuperar el legado comunista radical, recuperar a “Los Procesos”, significa recuperarnos a nosotros mismos, a nuestra razón de ser e intentar comunicar a los otros ese legado. Al fin una herramienta de conocimiento y de dirección política, económica, moral. Una herramienta en continuo proceso de cambio, y dijéramos de subsunción.
El capitalismo como sistema dominante subsume los estados rivales o alternos, previos o en surgimiento. Es un proceso económico en continuo cambio. Y la lucha de clases también. Los intelectuales, las teorías y procesos de conocimiento, las diferentes formas de producción, son sometidos a los procesos de extracción de valor, de producción de mercancías.
Seamos o no protagonistas, aunque alguna vez reclamáramos el derecho a serlo, con las armas en la mano, el proceso social continúa, la producción, la generación de valor, la apropiación particular, enajenada, alienada de la riqueza, del valor no pago, no ha cedido ni un ápice; antes al contrario, la explotación se amplía y profundiza, dice algún clásico que la expansión capitalista no conoce frontera alguna.
Y pareciera que no hay respuesta alguna, pero la clase se expresa, los creadores de la riqueza, los obreros de la labranza o el conocimiento, del arte, la industria o los artefactos, continúan produciendo bienes alienados, enajenados que replican esa condición, pero también ensayan continuamente rebeliones.
Ahora no formamos parte de la vanguardia, los comunistas, los antiguos comunistas armados, los radicales marxistas, aunque semillamos esta realidad, hemos sido rebasados hace tiempo.
En la guerra cayeron nuestros pensadores, nuestros guías, quedamos huérfanos y no pudimos rehacer nuestro equipaje teórico. Así como Genaro, Diego y Raúl Ramos, muchos más siguieron su camino, su compromiso radical los llevó al frente de guerra y ahí cayeron. En el resto de América sucedía algo semejante, al fin compartimos el destino; en Centroamérica se logró conquistar importantes victorias y las derrotas actuales de los sectores del capitalismo militarista en el cono sur se sucedieron, como en México con la llegado de liberales y demócratas, algunos de fuerte contenido étnico, que reivindican la herencia comunista, la lucha por el socialismo y un buen número de banderas de reivindicación social. Y sus descalabros y decepciones también debieran ser parte de nuestro análisis radical.
Nos quedaron sin embargo las bases sentadas por nuestros compañeros, que en los años posteriores, al confrontarlas con las discusiones que se sucedían en el mundo, encontramos su coherencia y continuidad.
Ciertamente nuestros compañeros tuvieron una visión mucho más global de lo que pensamos inicialmente y el movimiento comunista radical estaba bien afianzado en las discusiones que se libraban en las arenas internacionales.
No era solo la lucha contra el autoritarismo y la rapiña gubernamental la que desencadenaron ferozmente; también lo era por construir una teoría crítica y organizaciones que pudieran encabezar la lucha por el socialismo, combatiendo con la misma vehemencia las visiones corporativizantes de la izquierda amaestrada de aquella época, como la de ahora que sigue con sus misma prácticas, aunque con importantes diferencias internas, el oportunismo y la enajenación.
El legado de quienes nos antecedieron ni está en nuestras manos ni nos pertenece, es una herencia a la lucha comunista, proletaria y radical, es una herramienta de entendimiento, un ejemplo de organización y un llamamiento a la insurrección permanente.
No solo fueron un corte epistemológico de la historia, derrumbaron barreras conceptuales y orgánicas.
Ahora tenemos retos actuales, entender esta nueva fase capitalista y seguir impulsando acciones, que pudieran estar desarticuladas espacialmente, que aunque existan modalidades tecnológicas que posibilitarían la comunicación eficiente, los movimientos siguen dispersos.
Peor aún: sigue pendiente el reto de articular a los comunistas y dotar de programa a la lucha comunista actual.
Aún los tiempos siguen esperando cuadros, personajes, militantes, dirigentes, que puedan realizar las tareas que nuestros compañeros realizaron en varios momentos, con algunos de los que aún sobreviven y continúan las tareas.
Sirva este breve encuentro para refrendar compromisos y mantener en alto las banderas rojas de la lucha comunista.
¡Larga vida a nuestros compañeros y compañeras caídos!
¡Su herencia seguirá por siempre en la historia de los pueblos por la construcción del socialismo!
* Texto preparado para su lectura en el Homenaje a Raúl Ramos Zavala, Ciudad de México, 6 de febrero de 2022.