GOMEZ12102020

El monstruo ejecutivo
Luis Valdez

Monterrey.- Scrooge no fue el primer monstruo centavero, ni Patrick Bateman el único ejemplo en el mundo capitalista. Las oficinas de Nueva York, Monterrey, París y Dubai están repletas de tiburones, anguilas y carnada.

Mary Harron, la directora de la versión fílmica de la novela American Psycho, cuatro años antes de atreverse a juguetear con este personaje de un ejecutivo enfermo, tuvo la valentía de hacer otra película igual de transgresora: la historia de la activista Valerie Solanas quien disparó al artista Andy Warhol en su Factory. De una criatura que desconoce la bondad en el mundo, activista por los derechos civiles y la igualdad de género, teórica feminista con el corazón roto, Solanas fue buen perfil para brincar a ese otro amoral. El yuppie que maneja inversiones en Wall Street y en unos pocos meses ya tiene su millón de dólares, viaja de limosinas, y consume las drogas más costosas de su tiempo.

La crisis crea monstruos, y así como los maravillosos años del arte pop crearon sus propias leyendas urbanas (la feminista radical), los años 80 y 90 soltaron a una bola de jóvenes vampiro no en motocicletas buscando una cueva en la cual meterse, sino habitando departamentos de lujo y vistiendo trajes finos. Los vampiros de finales del siglo XX. Tataranietos de ese Scrooge que odia a muerte a los indigentes, que trata a sus empleados como herramientas del capitalismo, que es su dios.

Bret Easton Ellis es el autor de estos nuevos monstruos que ya perdieron amigos en la adolescencia, víctimas del divorcio de sus padres, del consumo de drogas o de la prostitución. Así es su primera novela, Menos que cero (también llevada a cine, en una época en que era común que el cine independiente norteamericano tratara el tema de la prostitución adolescente). ¿Será que estos chicos crecieron decepcionados tempranamente de la moral y optaron por renunciar a ella?

Todavía hay unos momentos de dignidad y cuestionamiento al monstruo gigante capitalista, cuando en Wall Street, el poder y la avaricia, un Charlie Sheen intenta cuestionar a su maestro (todo un tiburón ejecutivo) Michael Douglas. La experiencia no resulta tan bonachona como en El lobo de Wall Street cuando un ingenuo Jordan Belfort (interpretado por Leonardo Di Caprio) se topa con un jefe cool que lo lleva a comer y le cuenta tips de negocios mientras esnifa cocaína.

Pero cuando hay poder, ya no importa la dignidad ni el respeto social. Nosotros vemos con resentimiento a los poderosos y pensamos: “¿cómo puede dormir por las noches?”

¿Cómo pueden dormir por las noches los que dirigen empresas como en la película La Corporación, donde destruyen no solo carreras sino vidas? ¿Y los que cierran plantas ensambladoras de autos y se las llevan a un lugar más barato? ¿Cómo pueden vivir los que se hacen millonarios vendiendo cigarros, refrescos carbonatados, leche y otros alimentos procesados que producen cáncer?

Fácil: Es un mundo donde el dinero ha llegado a tener más poder que la moral.

Sin embargo abundan las películas ingenuas donde un niño quiere acercarse al brujo para ser su aprendiz de hechicero. Hace unos días estrenaron una película de un mesero que salva a un empresario de morir ahogado. El tipo le entrega su tarjeta y el empleado decide hacerse pasar por un “Sada de los de Monterrey”. Sus amigos no paran de decirle que sus sueños de tiburón son una obsesión y que no debería negar su naturaleza. Pero cuando el pequeño pez piensa que puede crecer tanto como un pez gigante, no le queda de otra que acercarse demasiado a sus fauces. No es una película dramática como Poder y avaricia, ni de horror social como Psicópata Americano, y por lo tanto El mesero no pasa de ser una película totopera. Y si deja algo en claro (entre lo ridículo) es, que ciudades como Monterrey tienen un problema social, entre tantos jóvenes y no tan jóvenes que están dispuestos a pedir dinero prestado para meterse al curso de un couch de negocios donde sólo van a ver cómo garabatea un pizarrón mientras les grita “escribe, güey, escribe” para que no te detengas a pensar. Para que sigas alimentando a ese monstruo que en Monterrey tiene un gran culto (“porque nos hizo la industria y la empresa”) con la proclama de “pónte la camiseta, eres bien chamba, sigue la filosofía de la chingonería”. Y Scrooge, uno de los grandes apóstoles del capitalismo, creado por un hombre sabio como lo fue Charles Dickens, recibe a manos llenas a los sacrificados.