Monterrey.- Yo no duermo siesta. Mito sí. Este hábito lo siento muy alejado de la gente de México, a excepción de los veracruzanos, que sí suelen sestear en sus hamacas, arropados por la brisa del mar y el grácil revoloteo de los pinches zancudos.
Yo prefiero dormir en la noche, a pierna suelta, como suele decirse. De ser posible, con la pistola colgada de un clavito, en el respaldo del camastro, como dormían antaño los rancheros, para lo que fuera a ofrecerse. Aunque yo no tengo pistola.
Digan lo que digan, la siesta es hábito que no deja nada bueno. Por cumplir la siesta, los mexicanos perdimos la mitad del territorio. El General Santa Anna se echó un coyotito con su tropa, cerca del Río San Jacinto, y le cayeron los texanos: 16 de abril de 1836.
Por cumplir la siesta, a una tía mía le picó un alacrán y murió fatalmente (mi tía, no la alimaña). 14 de agosto de 1971. Un descuido igual de triste que el de Santa Anna. Los texanos y los alacranes andan siempre con el ojo pelón. Y por eso les ganan la partida al retozón General Quince Uñas y a mi tía (que también era Generala pero para roncar plácidamente).
Si con todo y lo que acabo de escribir, te da sueño y quieres echarte un coyotito: adelante. Solo prevente. Cuelga una pistola del respaldo de tu cama, agarra una chancla para apachurrar alacranes y deja a la mano un matamoscas para los zancudos (si vives en Veracruz). Y de pasadita te mando a Mito que también es un león para eso de dormir en los atardeceres.