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971 13 Enero 2012

Cerro del tanque de agua
Hugo L. del Río

M
onterrey.-
En lo alto del cerro de la Colonia Independencia, donde las ráfagas de fusiles de asalto son un constante ruido de fondo y los cadáveres un espectáculo cotidiano, viven Aristóteles, don Daniel Cosío Villegas; Montaner y Simón, los increíbles enciclopedistas españoles.

No están solos: forman la vanguardia de todo un ejército de hombres y mujeres de todos los pueblos, de todas las épocas, de todas las lenguas, quienes con genio, amor y coraje, le negaron a la muerte la cosecha del olvido.

El tanque de agua, antiguo referente, sigue ahí: nos recuerda que el mundo pertenece a los amorosos locos y furiosos dedicados a hacer de la vida lo que pidió Dios:

Una experiencia de belleza, un mensaje del querer, la sinfonía que rompe los frascos de nepente. La biblioteca del Macrocentro Bicentenario de la bravía extensión de Monterrey al sur del Santa Catarina es el exitoso desafío a las drogas y la violencia, a la desesperanza y al olvido, al fatalismo y a esa resignación que paraliza al hombre, lo degrada y lo acerca al final de sus días.

Hace cinco meses, esto era un basurero donde güercos de una escuela vecina protegían, con el AK-47, los “clavos” de droga de los sicarios. La crisis no está superada, pero docenas y docenas de jovencitos entendieron –gracias al valor, la tenacidad y la vocación, más que de enseñar, de salvar almas y cuerpos, de los maestros y promotores de uno y otro sexo de este centro— que nunca es tarde para entenderse con la vida.

Esta sala de lectura que atiende Verónica Lozano, es el nuevo hogar amable y cálido donde jóvenes y adultos, quienes se creían condenados a la marginación social, encontraron en la palabra el camino a la dignidad.

Grolier Jackson está presente en todos sus libros de cubierta verde: la Colección Clásicos tiene la obra de esos grandes maestros, viejos compañeros de nuestra infancia a la edad madura. Una hueste de inmortales nos lleva de la mano a los espacios luminosos. Montaner y Simón publicaron la primera edición de su Enciclopedia en 1888: la tipografía es una de las bellas artes.

La obra está superada en muchos rubros, pero seguirá vigente en otros y, sobre todo, nos recuerda ─tú también, amigo John Donne, estás ahí─ que el hombre no es una isla.

Nuestro paso por este mundo sólo se justifica si damos, sin saber a quién, lo mejor de nosotros mismos.

Y el maestro Cosío Villegas, gigante de la Academia, la Economía, la Historia; joven corsario navegante en los mares de tinta que dan su nobleza a las rotativas del periódico.

Lo entrevisté hace muchos, muchos años. Hablamos de sus trabajos: don Daniel era un economista que sabía de Economía. Y de repente me disparó a quemarropa: “He hecho un par de cosas, pero mi sueño es escribir una novela de detectives y asesinos”.

Sí: el libro no es refugio sino caballo brioso que impaciente te espera para galopar a la aventura de la vida.

No me da por hablar bien del gobierno de Rodrigo Medina, pero es de justicia elemental reconocerle el mérito de haber creado esta catedral donde un equipo de gente esforzada se ha comprometido en llevar la luz allá donde reinaban las tinieblas.

El macrocentro ofrece muchas otras enseñanzas y diversiones sanas, desde la lucha olímpica hasta la teoría musical, pero de eso hablaremos en otra entrega. Sí: me vendí. Estos instructores me compraron con su entrega.

El diálogo con ellos, el recorrido por el macrocentro, me devolvieron la confianza: vamos a ganar.

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La Quincena Nº92

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