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1207 10 Diciembre 2012

 

LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
Suavizar el modelo neoliberal
Edilberto Cervantes Galván

Monterrey.- Con la llegada del nuevo gobierno mexicano se empiezan a hacer interpretaciones de las “señales” que está generando; en particular, en materia de política económica.

De entrada habría que señalar que la política monetaria, que ha sido pieza central en la estrategia de estabilización, no depende del Ejecutivo Federal. Desde los años noventa es el Banco de México, conforme al modelo alemán, el que de manera autónoma decide el qué, el cómo y el cuándo. Eso sí, siguiendo las líneas de acción ortodoxas del Fondo Monetario Internacional.

La estabilidad que se ha logrado mantener, desde hace ya unos quince años, se implantó desde el gobierno de Zedillo. La estrategia monetaria que se ha seguido, junto con un retraimiento del gobierno nacional en matera de inversión, se aplicaron para que el gobierno mexicano no sea más motivo de inquietud en los mercados financieros internacionales. Se han esterilizado los ingresos extraordinarios del petróleo via la reservas de divisas internacionales, con el consiguiente aumento “extraordinario” de las reservas del Banco de México.

La estabilidad ha sido acompañada de un estancamiento de la economía, con tasas de crecimiento muy menores, no sólo respecto de los niveles de otros países latinoamericanos, sino en relación con las necesidades que plantea una población en crecimiento. Los costos sociales del estancamiento han ido aumentando; la pobreza afecta cada vez a más millones de familias mexicanas. La tendencia hacia abajo en el poder adquisitivo del salario es un dato.

Con motivo de la reciente visita del nuevo presidente mexicano a Estados Unidos y Canadá, uno de los voceros del equipo de transición señaló que, al replantear la política de México hacia el vecino del Norte, se daría mayor importancia a la estrategia de integración económica de los tres países de Norteamérica. Esto significa activar un tema que se ha quedado sin evolucionar desde que se puso en marcha el Tratado de Libre Comercio a mitad de los años noventa. Se han seguido firmando tratados para liberalizar el comercio a diestra y siniestra, sin mayores consecuencias; la más importante interacción económica internacional de México sigue siendo con los Estados Unidos.

Esto significa que se mantendrá la prioridad en impulsar las exportaciones y en facilitar la interacción con el mercado internacional; estrategia que hasta ahora ha dado pobres resultados. La mayor parte de las exportaciones no petroleras son las de la industria automotriz, casi un 65 por ciento; exportaciones que tienen un alto contenido importado. A pesar de lo que se ha intentado, o dicho sobre el asunto, el hecho es que no se han generado  cadenas de proveedores nacionales de importancia.

Dado que la economía global pasa por una serie de desórdenes en el ámbito financiero y el mapa de las manufacturas se desplaza hacia el oriente, el fortalecimiento de las ligas de México con Norteamérica va a elevar la ya de por si alta simbiosis con el ritmo de crecimiento de la economía americana.

Puesto que el escenario económico global no se visualiza muy positivo en el futuro próximo, las medidas de política social anunciadas por Peña Nieto parecen acertadas. Se trata de atemperar los rigores sociales que impone el estancamiento: la pobreza creciente, el desempleo generalizado (aún con la aceptación del “empleo” informal como condición de carácter positivo) y la extrema desigualdad. Los apoyos económicos directos a los ancianos, a las jefas de familia, el seguro de desempleo, entre otras medidas anunciadas, responden a una apreciación realista del futuro inmediato. Dígase lo que se diga, la “propensión marginal a delinquir” aumenta en la medida en que se extienden la pobreza, el desempleo y la impunidad. Allí aparece la Comisión Nacional Anti corrupción.

El Presidente anticipó el establecimiento de un sistema de seguridad social universal, que protegerá a quien trabaja y a quien no trabaja. Siguiendo al parecer el modelo diseñado por Santiago Levy. Si esto fuera así, supondría la aplicación generalizada del IVA y el descargo a los patrones de los aportes para la protección social de los trabajadores. Sería una forma de protección social con cargo a los impuestos, que al mismo tiempo reducirá los costos directos del trabajo para los empleadores; una forma directa de aumentar los niveles de competitividad, al menos en cuanto los “costos del trabajo”.

Frente a la crudeza con la que se ha aplicado la ortodoxia neoliberal desde el gobierno de Zedillo, pasando con Fox y Calderón, ahora se estaría diseñando un esquema de amortiguamiento del sacrificio social. Hay que ver lo que está pasando en Europa, en particular en Grecia y España, con suicidios provocados por la voracidad financiera y el alto desempleo.

Otra línea en ese sentido es la de promover la construcción de infraestructura, como una manera de resolver problemas de eficiencia logística que podrían desatorar algunos cuellos de botella en el funcionamiento del espacio económico interno y su conexión con el exterior.

Hay margen para la innovación sin modificar la estrategia económica. Aún sin plantear la conveniencia o necesidad de impulsar el desarrollo de una dinámica económica interna. Una política energética nacional orientada hacia fuentes limpias y renovables, con aprovechamiento integral de los hidrocarburos (incluso hasta la producción de alimentos); una política agresiva de utilización  productiva de la banda ancha y las TIC, en base a una estrategia nacional lidereada por el gobierno (como se ha hecho en Brasil y otros países); una fuerte inversión en investigación y desarrollo tecnológico, como corresponde a un entorno internacional que se sustenta en la innovación, a base de generación y utilización del conocimiento.

Todo esto es urgente, antes de que la planta productiva en manos de mexicanos acabe desnacionalizándose por completo.

 

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