Margarita sobre rieles
Hugo L. del Río
Monterrey.- Margarita Arellanes no está torpedeando la única obra digna de tal nombre que, posiblemente, emprenderá nuestro pequeño gobernador con lana federal. Al sabotear o, por lo menos, intentar hacerlo, nos está dañando a cuatro millones de habitantes de la Zona Metropolitana.
Todo por sus mezquinas ambiciones de hacer quedar mal al pobre de Rodrigo Medina –esa sí es duplicación de funciones: Rod se devalúa solo– para, así le dirán sus asesores, allanar el camino que en sus sueños de guajira la llevaría a ser la primera mujer gobernadora de Nuevo León.
La política, lo sabemos, nunca fue ni será oficio de santos .Como en la lucha libre (no sé porqué, el deporte-espectáculo del pancracio se me hace cada vez más parecido a la política a la mexicana) se tolera el juego sucio, pero hasta cierto punto. Nuestra alcaldesa de repente se puso muy estricta y muy legaloide: no legalista, sino legaloide. Pide un reordenamiento de todo el transporte urbano.
Pero, ¿acaso hace algo ella en lo que le corresponde? Las líneas de camiones que recorren Monterrey son el ejemplo más acabado de lo que es un desmadre sobre cuatro llantas. El peligro –gravísimo– que representa para nosotros el tren elevado es que se pueden “duplicar las funciones”. Qué bueno que así fuera: nos darían la oportunidad de escoger entre varias opciones. A mi no me molesta en lo mínimo que algunos buses circulen por la misma ruta del Metropolitano.
Arellanes les quiere echar el petate del muerto a los habitantes de dos pozos de putrefacción: la Agencia Estatal del Transporte, ejemplo de cómo la ineficacia casada con la corrupción inmoviliza a un ente público, y esa vaina pomposamente llamada Secretaría de Desarrollo Sustentable, que nunca se ha sabido para qué carajos sirve.
Es obvio que Arellanes nunca leyó a Lope de Vega. Sabría que, hasta que se pruebe lo contrario, el mejor alcalde es el rey. La presidente municipal tiene ahora a su guardia imperial de politránsitos, que no sirven ni como gendarmes ni como inspectores viales; ella se queja del pavimento o falta de él en las colonias marginadas, pero no se le ocurre asfaltar las calles y sus muchachitos de mucha pistola y, lo que es más peligroso, de abultado cuaderno de infracciones, ni se dan por enterados de que los buseros fuman, hablan por celular mientras manejan, hacen altos para desayunar y corren a velocidad demoníaca.
Vamos, Arellanes ni siquiera puede con los puesteros (qué hará la pobre con todo y sus fusileros navales cuando Ismael Flores le alce el gallo) ni con la recolección de basura ni con el alumbrado público ni con nada. Dedíquese, señora edil, a su tarea municipal y olvide la Línea Tres.
De Rodriguito ni se apure: hace muchos años se hizo el harakiri político. Si quiere ser gobernadora –Ozú, qué espanto– déles más tiempo a sus maquillistas, estilistas y modistas porque la guapura física es su única arma política.