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1929 17 Septiembre 2015

 

 

Macario
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.-“Macario” es un doble prodigio. Como cuento, es uno de los menos conocidos de El Llano en Llamas, de Juan Rulfo.

Este monólogo de un enfermo mental, que derrocha ternura y que construye un mundo aparte, fantasioso y benévolo, al margen del pueblo mexicano donde mal vive, no ha merecido la atención a fondo de los especialistas. Pero la sutileza psicológica que destila su protagonista es superior a otros personajes provincianos más celebrados por los lectores, incluyendo los del principal discípulo no reconocido de Rulfo, Gabriel García Márquez.

Macario es la visión que quisiéramos forjarnos para no padecer los estragos de la existencia, a la larga siempre miserable. Este remanso de paz que Macario se inventa, para no desintegrarse como planta resecándose al sol, sirve como modelo de felicidad, incierta y frágil, pero felicidad a fin de cuentas. Ningún otro personaje de Rulfo es más edénico e inocente que Macario: por eso su vida limitada a un par de seres que lo rodean y que a su manera lo someten, es un coraza en contra de la desgracia. Es un ser más inteligente de lo que aparenta.

Pero Macario es también la fuente de otro prodigio que nos atañe a los regiomontanos. Rafael Félix y Joel Navarro, cineastas de oficio, se han basado en el cuento de Rulfo para filmar un cortometraje excepcional. Con un ritmo cinematográfico que nunca se desborda, nos mete en un atmósfera poética que re-crea al personaje rulfiano, y al mismo tiempo, lo transforma hasta volverlo parte del entorno norestense. La locación (Villa de Santiago, Nuevo León) y la voz en off del propio personaje que más que narrar describe pasajes circulares de su vida, dan la sensación de que la historia es netamente regiomontana. 

Con Macario, Rafael Félix y Joel Navarro, junto a notables interpretaciones de actores oriundos de Nuevo León, y ese gran maquillista que es Paco de Luna, ganaron el año pasado el primer lugar del Festival Internacional de Cortometrajes de Barcelona, España. Y es que tras asistir como espectador a esta experiencia sensorial, uno sale convencido de que la realidad es dúctil, maleable, y que en nuestro interior podemos hacer con ella lo que se nos antoje.

Al cabo con la hechicería del amor conjuramos los demonios que nos asedian, y convertimos en placer candoroso todo acto sexual que las almas pudibundas sentencian como pecados eróticos.

En Macario, el alma está en la carne y la bondad está en la leche que mama de los pechos de una joven que lo utiliza como objeto sexual, cuando en el fondo es ella la que vive, con Macario, su ración de eternidad.

 

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