ANÁLISIS A FONDO
Chiapas, la jugosa encomienda
Francisco Gómez Maza
Ciudad de México.- Dónde nos perdimos, preguntó Alfonso refiriéndose a los chiapanecos, que no ven la suya desde siempre. Para quienes pareciera una condena el sobrevivir eternamente en el subdesarrollo, bajo el yugo de gobiernos infames.
En los primeros tiempos, Chiapas era algo así como la Siberia mexicana en el trópico centroamericano, porque ha de saber que Chiapas es parte de América Central; el ostracismo político para los enemigos del presidente.
Hoy es todo lo contrario: la oportunidad para el saqueo del erario y el enriquecimiento descomunal. Una jugosa encomienda otorgada no por el rey sino por el tlatoani sexenal que ocupa Los Pinos. Y bajo el cobijo de la impunidad.
Pregúntenselo a cualquier chiapaneco medianamente leído y escribido.
Y es que el amigo Al venía manejando su vehículo sobre la estupenda autopista Guadalajara-León, una genial obra de la ingeniería moderna. Qué chulada, exclamó y me mandó el textito en un mensaje a través del feisbuc.
La pura buena envidia de un chiapaneco que vive de su trabajo. Muchos miles, cientos de miles sólo sobreviven gracias a un trabajo injustamente remunerado, o en el campo o en los empleos de la servidumbre. No se conoce mucho de la economía informal, pero igual porque la demanda es inelástica.
Es que siempre hemos estado perdidos, le respondí al amigo que retornaba de Ciudad Guzmán rumbo a Tuxtla. Nos bajamos, o nos bajaron, del mundo cuando nos anexaron a México, porque ha de saber que quienes votaron la anexión fueron los señores, los dueños, los que después serían los Mapaches, que fueron quienes hicieron la revolución mexicana en Chiapas, pero al revés. Para defender sus tierras, que quedaron intactas; nos federalizaron con un país gobernado por una runfla de patanes, facinerosos, ladrones, corruptos...
Y esas ratas se llevaron todas las riquezas del suelo chiapaneco: las maderas preciosas, las plantas medicinales para hacer píldoras, las caguamas del mar, el camarón, inundaron cientos de miles de hectáreas de buena tierra para producir la energía hidráulica que es más cara para los chiapanecos que para los colombianos, los recursos minerales, empezando con el petróleo.
Hubo un presidente que, asociado con un gobernador de infeliz memoria, a pesar de que los descendientes pretendan convertirlo en héroe, se dedicó al saqueo de las maderas preciosas de la selva lacandona. Actualmente, un poblado de aquellas tierras, otrora selváticas y ahora pobladas de acahuales, lleva el nombre de tal prócer perverso, ladrón y embustero.
Se llevaron –se llevan– todo y nos dejan miseria, pobreza, hambre, enfermedades curables, y gobiernos de advenedizos, que sólo van por la rapiña, el saqueo, al amparo de la ley inclusive y con la bendición del presidente de la república y del poder judicial... ¡No los conoceré!
Muy triste nuestra historia patria, querido primo, le reviré a mi amigo Al. Y agregué: duele tener que salir a otros lares porque en el nuestro no hay oportunidades, más que de sobrevivir en la pobreza. Ante una oferta de trabajo absolutamente rígida. Sólo unos cuantos han tenido el privilegio de vivir bien y tú lo sabes mejor que nadie porque convives diariamente con el empresario que quiere sobresalir y no lo dejan.
Cuando miras otros estados y te das cuenta de cómo han progresado, afirmó otro internauta del feis, es cuando te das cuenta de qué malos gobernantes hemos tenido en Chiapas. Tenemos todo para ser un gran estado, pero todo es para los ganadores. Para quienes llegan con los bolsillos vacíos y, después de seis años, se van –porque no se quedan a vivir en Chiapas, y nunca vivieron ahí, salvo los seis años de atracos– con las talegas rebosantes de riqueza.
Y los chiapanecos siguen en las mismas. Masticando su impotencia.
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