Manuel Scorza Vive
Eligio Coronado
Monterrey.- Manuel Scorza (Lima, Perú, 1928-1983) no escribía sus poemas, se los arrancaba de las entrañas. Pero su arte no era visceral, lo presidía la inteligencia de un espíritu comprometido con su tiempo.
Su obra es solidaria, incisiva y sin concesiones: “Alta eres, América, / pero qué amarga, / (…) en estas tierras / golpean a los hombres hasta sacarles chispas, / y uno, a veces, / con sólo mirar envenena el agua” (Las imprecaciones, 1955), “En el principio el hombre abandonaba a sus muertos. / Hace cincuenta mil años comenzó a cavar tumbas. / En la piel de las cavernas cinceló sus miedos bellísimos. / Inventó el alma. / Por esos estoy aquí / Aventando palabras contra el cielo indiferente” (Epístola a los poetas que vendrán y otros poemas, 2008).
Sus poemas no se limitan sólo a denunciar y exigir, también convocan a la reflexión en las aguas universales de la filosofía: “¡No pueden ser bellos los ríos / si la vida es un río que no pasa! / ¡Jamás serán tiernas las tardes, / mientras el hombre tenga que enterrar su sombra” (Las imprecaciones, 1955), “dormí bajo la luna sangrienta, / despintaron mis ojos las lluvias; / el cruel atardecer / me dio su enredadera de pájaros violentos” (Las imprecaciones, 1955).
Scorza luchó por los derechos de los indígenas, mineros y campesinos de su país, y deploraba que los demás poetas eludieran la realidad que los sacudía a todos: “Matad la tristeza, poetas. /Matemos a la tristeza con un palo. / No digáis el romance de los lirios. /Hay cosas más altas / que llorar amores perdidos: / el rumor de un pueblo que despierta / ¡es más bello que el rocío!” (Las imprecaciones, 1955), “Yo no conocía el rostro de mi patria. / Tuvo que caérseme el corazón a un pozo; / tuve que verla con su cartel de ciego en los suburbios, / tuve que oírla llorar de miedo en las prisiones, / para comprender que la patria / era quien me dolía bajo tanto dolor” (Las imprecaciones, 1955).
También narrador y ensayista, Manuel Scorza estuvo exiliado dos veces de su patria (1948 y 1970), pero regresó para seguir arañando las paredes de las dictaduras, en un titánico esfuerzo que terminó en un accidente de aviación en el aeropuerto de Barajas, España (donde también murieron los escritores Marta Traba, Ángel Rama y Jorge Ibargüengoitia).
Algunas obras literarias están hechas de hastío, para pasar el momento nada más. Otras se incrustan en la médula de su realidad para tratar de cambiarla. A éstas pertenece la de Manuel Scorza: “Yo canté porque los dolores / ya no cabían en mi boca: / yo siempre estuve aquí / peleando con mastines de pavorosa nieve” (Epístola a los poetas que vendrán y otros poemas, 2008), “Mientras alguien padezca, / la rosa no podrá ser bella; / mientras alguien mire el pan con envidia, / el trigo no podrá dormir” (Las imprecaciones, 1955), “Como piedra atravesé la vida, / las miserias, las prisiones, / anduve por los pueblos, / llegué a la comarca / donde el pan sólo se viste de fantasma. / (…) / ¡Oscura es la vida, / la tierra sólo sirve para enterrarnos!” (Las imprecaciones, 1955).