Pachuca.- Las nuevas condiciones políticas en el estado de Hidalgo marcan una nueva etapa de la transición política en el largo trayecto por la democracia local. Bien lo decía Antonio Gramsci: El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”, que significa que las prácticas y actores del viejo régimen no han desaparecido del todo y lo nuevo, instituciones y promototres del cambio, aun no son determinantes.
Desde 1988 cuando Cuauhtémoc Cárdenas se levantó contra la arremetida neoliberal y autoritaria con el sello de imposición priista de Salinas de Gortari en el estado de Hidalgo encontró un eco inédito referido a la historia caciquil con la que estaba gobernado. En ese año, una gran corriente de hidalguenses votaron por la izquierda.
Paulatinamente, se fue perfilando una oposición, simbólica y real, contra el autoritarismo del sistema político local, caracterizado por el control político para una elite y familias caciquiles y oligárquicas que se manifestaba en el acaparamiento solo en la gubernatura sino también en todos los cargos locales y federales: diputados, Senadores y alcaldes, además del control de la justicia, con jueces, magistrados y agentes del ministerio público.
La transición política hacia la democratización de instituciones locales ocurrió en 45 años, es decir desde 1977 al 2022, que marca un conjunto de momentos históricos y de lucha política de insurgencia ciudadana, movimientos sociales y todo tipo de protesta ciudadana contra el autoritarismo.
En todo este largo periodo, con momentos destacados, de heroísmo ciudadano se impuso un poder ciego y sordo, y las más de las veces represivo, en contra de toda inconformidad, no solo simbólica, de amenazas y descalificaciones sino principalmente de exclusión e inclusive que costó la pérdida de empleos, patrimonios familiares, cárcel, y otras muchas acciones, golpes y afrentas. O bien la artera descalificación utilizando sus medios de prensa y sus lacayos pagados a su servicio. Todavía eso no desaparece del todo.
Desde las elecciones locales de la transición política mexicana en los años ochenta, el municipio como eslabón más débil del sistema político se convirtió en un espacio privilegiado de lucha política y conflictividad social. En Hidalgo, desde una entidad dominada por la hegemonía y la cerrazón política, el territorio municipal se fue configurando como una instancia de disputa y confrontación de proyectos sociales, de reivindicación ciudadana pero también de control político. Como dijo Miguel Ángel Granados Chapa, la rebelión en la aldea sigue siendo una real válvula de escape y un desfogue para la inconformidad ciudadana.
A partir del 2006 con la formación de un polo de votantes a favor de la izquierda, en ese momento encabezada por Andrés Manuel López Obrador, en Hidalgo hubo una votación muy alta, con más de 385 mil votos sobre los demás partidos. En 2018 se repitió con claridad el deseo de los hidalguenses por un cambio político nacional y local, cuando por Morena, AMLO obtuvo el beneplácito del 61% de los electores. Todavía hubo otros capítulos de lucha, 2020-2021, pero la tendencia por el cambio se dio en 2022 cuando Julio Menchaca Salazar encabezó el triunfo sobre el viejo régimen.
En el estado de Hidalgo a partir del cambio de condiciones políticas en 2024, los protagonistas del cambio político, formado por activistas y promotores de la izquierda, organizaciones ciudadanas, desde diferentes trincheras reclamaron un cambio verdadero. Ante la cerrazón de Morena, de la falta de operación política, pero sobre todo por engaños y falta de consulta a las bases, dará lugar a una nueva movilización social.