Monterrey.- Las recurrentes crisis económicas se convirtieron en un rasgo del capitalismo. La última había sido de índole financiera en el 2008 y antes de esta la provocada en la bolsa en torno de las corporaciones digitales, a principios de siglo. Así podríamos ir hacia atrás en el siglo XX haciendo cuenta de las crisis.
Las quiebras de los modelos soviético y chino de la segunda posguerra, a fines de los ochenta, abrieron paso al intento de una globalización financiera y comercial liderada por los Estados Unidos y Europa; por fin, se abría la posibilidad de que el capitalismo se extendiera en el mundo imponiendo su racionalidad en todos los rincones del planeta.
Pero ni logró extenderse a todos los rincones ni la racionalidad capitalista pudo superar los nacionalismos. Por más tratados de libre comercio y por más convenciones para el libre flujo de recursos financieros, no todos los países resultaron ganadores o beneficiarios de la globalización, ni todos los territorios o regiones al interior de los países se vieron beneficiados. El capitalismo se vio incapaz de incorporar a su dinámica de crecimiento a todos los países y a todas las regiones.
Con el impulso a la globalización en los años noventa se llegó a vislumbrar el fin del estado-nación. Lo que se requería era eliminar toda barrera impuesta por criterios nacionalistas a fin de liberar las fuerzas y energías del desarrollo capitalista. La integración de la comunidad europea era el mejor ejemplo de la posibilidad de trascender los prejuicios nacionalistas y los regionalismos.
El régimen financiero de los grandes consorcios se fue abriendo paso, con el apoyo de los organismos financieros internacionales. Se impusieron reglas estrictas y draconianas a los países que requerían apoyo financiero para seguir operando en el mercado internacional. México recibió, en los años noventa - todavía no sabemos bajo cuales condiciones- un apoyo directo del gobierno norteamericano por 50 mil millones de dólares, para salvar al país de la llamada crisis de diciembre. La Argentina tiene lustros negociando y renegociando su deuda externa. En Grecia, en el 2014, los acreedores financieros impusieron condiciones desproporcionadas e inhumanas. Pero allí la llevábamos.
Los organismos internacionales no financieros fueron perdiendo presencia en las relaciones entre los países. El caso de la ONU es paradigmático. En lugar de evolucionar hacia un esquema de reglas globales de convivencia y de liderar los esfuerzos de la comunidad internacional hacia la atención de los problemas de la humanidad, la ONU fue perdiendo iniciativa dejando el espacio de cooperación a fórmulas impuestas por los países poderosos. El Foro de Davos (el foro de los poderosos) suplió la carencia de convocatoria de la ONU.
Hasta que llegó Donald Trump y señaló que los Estados Unidos, o bien grandes segmentos de los norteamericanos, estaban siendo perjudicados por el liberalismo comercial. La globalización se estaba volviendo en contra de los Estados Unidos. Trump decidió replantear las relaciones comerciales de su país con el resto del Mundo. Desconoció acuerdos internacionales de todo tipo; planteó las renegociaciones en todo instrumento en el que veía desventaja e igual se pronunció contra la Organización de las Naciones Unidas. En cuanto a México, decidió que debía levantar un muro que impidiera la indeseable inmigración.
La confrontación de Trump con el gobierno Chino ha ido escalando y si la cuerda no se ha roto es por, suponemos, la paciencia que otorga una visión a largo plazo que tienen los chinos. Por su parte la comunidad europea se encuentra en proceso de desarticulación; debatiendo si los recursos financieros que requieren son un esquema de solidaridad o si más bien es caridad. El desorden en el mercado petrolero mundial vino a cerrar el cuadro de una economía global desajustada.
Y en ese mundo de poca concordia, con países paliando graves crisis económicas internas; con las economías del 1 por ciento. en donde la concentración de la riqueza se da en unas cuantas familias; en las que grandes capaz de población viven en la miseria o sobreviven al día; en donde no hay mecanismos que promuevan la solidaridad internacional. En donde cada quien jala para su lado…allí apareció el ahora famoso Coronavirus COVID 19. En un contexto de sistemas de salud públicos desarticulados y semi-privatizados.
¿Qué podemos esperar?
Que la competencia comercial entre las empresas farmacéuticas promueva el desarrollo de una vacuna, para ver quién se queda con el negocio de la salud humana.
O bien que haya el consenso activo suficiente para replantear las estrategias de desarrollo. Definir un nuevo para qué de los esfuerzos de la humanidad.