Monterrey.- La explotación del petróleo es un tema que corre a lo largo del siglo XX mexicano y global. Desde las negociaciones en los Tratados de Bucareli en los años veinte. La expropiación petrolera y la creación de PEMEX en los años treinta. La paulatina apertura a los inversionistas privados y extranjeros en la segunda mitad del siglo. Hasta las reformas de Peña Nieto de hace unos años que significaron la mayor apertura al capital nacional y extranjero.
En todas esas décadas el gobierno mexicano utilizó a PEMEX como fuente de recursos Alguien podrá decir como “caja chica”. Pero nunca ha sido “chica”. En el último auge petrolero los beneficiarios fueron los gobiernos de Fox y Calderón, que nada más dilapidaron inmensos recursos.
El propósito actual de AMLO de recuperar a la empresa PEMEX es criticado, como sus otras iniciativas, por sus “adversarios”. Argumentan que desde el punto de vista financiero la empresa está quebrada y que no tiene caso meterle más dinero. Se puede inferir que para ellos es mejor dejar la explotación del petróleo a la inversión privada. Es un debate ya muy sobado sobre que la iniciativa privada es mejor gestora que el gobierno. En el mundo hay ejemplo de ambas formas de gestión que funcionan bien.
El asunto de fondo es que en México, desde la Constitución de 1917, los recursos del subsuelo pertenecen a la Nación y que los beneficios de su explotación deben derivar hacia la Nación: que somos todos. NO, no se trata de repartir bonos de petróleo entre la población; sino que se utilicen los recursos que genera la explotación del petróleo para impulsar el desarrollo social-que no el crecimiento económico per se.
Con respecto al asunto de la tecnología. Se dio preferencia, desde los años setenta, como en todas las demás industrias en México, a la adquisición de la tecnología y soluciones técnicas extranjeras. Hasta entonces fue el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) el principal proveedor de tecnología y soluciones tecnológicas para PEMEX. Después, se desmanteló al IMP.
El embargo petrolero decretado por la OPEP en los años setenta hizo que países como Inglaterra o Brasil, que no producían petróleo, se empeñaran en buscar yacimientos en dónde nunca hasta entonces se había explorado: en el mar. Y para ello tuvieron que inventar la forma de estabilizar las torres de perforación en medio de las aguas profundas. Ahora son esos países los que negocian su tecnología como principal activo. México se rezagó y ahora tiene que “negociar” el uso de esa tecnología; aunque no todo el petróleo se ubica en aguas profundas.
Un debate permanente en torno al petróleo es el de la contaminación que provoca la quema de hidrocarburos. De que es necesario para cuidar el medio ambiente migrar hacia soluciones energéticas limpias o menos contaminantes. Además de que, se dice, ya no queda gran cantidad de “reservas probables” por descubrir; por lo que dentro de pocos años ya no habrá petróleo.
Con una perspectiva estratégica, esto es una visión a 25 o 30 años, las preguntas relevantes tienen que ver con el llamado “balance energético” y la mezcla de fuentes de energía. No solamente el petróleo sino las alternativas, como la energía nuclear, la energía solar, la eólica, la geotermia, la mareomotriz, etc.
Debido al subdesarrollo tecnológico en que se encuentra México, ahora no tenemos tecnología propia para aprovechar la enorme irradiación solar que recibe el territorio mexicano. Lo mismo sucede con las posibilidades del viento. Tenemos ahora que depender de la buena voluntad de las empresas extranjeras, las que si han desarrollado las tecnologías de conversión directa, para la energía solar y los generadores, para el viento. Cuando aquí, en los ranchos, siempre se han aprovechado los vientos con los papalotes. Otro rasgo de la situación en México, es que las empresas privadas mexicanas no han encontrado rentable invertir en investigación tecnológica, más que en muy contados casos.
En esa visión a futuro el uso más racional de los hidrocarburos no es precisamente como combustible. Aunque lo peor es la situación actual, en la que vendemos el petróleo crudo sin ningún procesamiento e importamos gasolinas. La industria petroquímica es el mejor ejemplo de los usos alternativos del petróleo. Pero no sólo para producir plásticos o fibras sintéticas que también acaban contaminando. La industria petroquímica se perfila en los próximos lustros a la producción de alimentos a partir de los hidrocarburos.
Así que no sólo se trata de salvar la situación financiera de PEMEX sino de visualizar el futuro de los hidrocarburos y la petroquímica e invertir en investigación tecnológica. Ver el petróleo con los ojos del siglo XXI.
Superando la visión corto-placista del enfoque neoliberal, deberíamos analizar para qué y cómo vamos a utilizar el petróleo en el futuro. Hay que abrir los ojos a lo que está pasando en el resto del Mundo. Se afirma que hay petróleo para rato.