La Quincena No. 48
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El segundo día Francisco Ramírez Acuña, gran impulsor de las libertades políticas, del diálogo, la tolerancia y a la postre titular de la Secretaría de Gobernación, en su alocución a los heraldos nacionales enfatizó que la cuestión tecnológica y régimen de concesiones pasaba a un segundo plano, puesto que lo importante es establecer un compromiso compartido entre concesionarios y el Estado acerca de la revisión de los contenidos para su mejoramiento y adecuación. Dichas estas palabras, el recinto se cimbró y por momentos provocaron gesticulaciones indescriptibles en nuestros egregios empresarios de radio y TV. Acto seguido, el actual presidente de la CIRT , Enrique Pereda, con la gracia propia de un túrgido joven, saltó al podio y espetó ante el micrófono, con suma severidad, que la buena calidad de contenidos en los medios electrónicos de la nación era incuestionable, ya que comunicadores de incalculable calidad ética y profesional se esmeraban en su trabajo de esparcimiento e información cotidianos para la audiencia nacional, sin embargo aceptó que en un afán conciliador y de diálogo con el gobierno, los miembros de la cámara someterían a escrutinio la cartas programáticas y de contenidos de sus empresas. Con esto, el ambiente de la semana de la industria de radio y televisión nacionales se animó, propiciando una adecuada atmósfera para el acostumbrado platillo fuerte del encuentro: la presencia del jefe del Ejecutivo, el presidente de la república.
El tercer día En las 49 reuniones anuales efectuadas hasta el presente, jamás, ni en las circunstancias más apremiantes y difíciles de México, el presidente del país ha faltado al clásico banquete con que el gremio de tele y radiodifusores se congratula con el primer mandatario, lo cual habla de la ingente preponderancia que ambos, empresarios y poder ejecutivo federal, le otorgan al evento; empero, algo notable marcó a la congrega de esta ocasión: ausentes estuvieron dos conspicuos jefes: Azcárraga Jean y Salinas Pliego. Las grandes y temerosas expectativas de los miembros de la CIRT , gestadas a partir de la recién aprobada reforma electoral, eran manifiestas en la mayoría de los semblantes. Sin embargo, tal escenario mutó paulatinamente. Felipe Calderón señaló en principio estar “absolutamente comprometido con la responsabilidad de cumplir y hacer cumplir la ley” (aplausos). Señaló las “legítimas preocupaciones” del gremio (muchos aplausos). Luego manifestó que su gobierno ha cerrado “más de una docena de estaciones de radio y televisión que operaban en forma ilegal” y adelantó que están por “clausurar otras decenas de emisoras no registradas” (aplausos a rabiar). Ofreció facilidades para renovar concesiones y que en conjunto con la CIRT se definiera “el mejor camino” con la finalidad de establecer procedimientos “asequibles y claros” para quienes buscan tal renovación (aplausos casi delirantes). No obstante, Calderón, al mencionar el debido respeto a las ideas y a la libre manifestación de éstas, ensalzó que la responsabilidad es también de los medios y los comunicadores (aplausos médium). Luego, hizo “un llamado muy respetuoso” para que asumieran el papel conferido por “ser concesionarios y permisionarios de un servicio de interés público y de carácter social” (simplemente aplausos), mismos que contrastaron reivindicativamente con los que sucedieron al ofrecer definir “de una buena vez” la política pública “para lograr la transición digital”. Lo anterior significa, entre otras cosas, que las estaciones de radio AM convencionales tengan acceso, a la vez, a la transmisión por FM; los denominados “combos”. El aplausómetro hubiera sido el instrumento más adecuado para constatar que la 49 reunión de esta cofradía no se marcará como un hito en los anales históricos de la nación, ni mucho menos, pero sí da visos ominosos, por ejemplo, acerca del futuro de muchas radiodifusoras permisionarias que funcionan amparadas o toleradas gracias a permisos tácitos de la autoridad (indigenistas, comunitarias, universitarias, campesinas) que representan alternativas mediáticas, voces y visiones diversas de nuestra compleja realidad. En este contexto, entonces, arranca también la consulta nacional, el análisis sobre la reforma de las leyes federales de radio, televisión y telecomunicaciones, y cuyo trabajo de reflexión debiera de competir no sólo a especialistas, académicos y legisladores, sino también al amplio espectro ciudadano, incluidos los empresarios de medios electrónicos, claro está, y con ello evitar la confrontación social y posibles tempestades.Q
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