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HEMEROTECA

La Quincena No. 48
Octubre de 2007
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Luis Lauro Garza

Subdirector:
Mario Valencia

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Asesor de la Direccion:
Gilberto Trejo

Relaciones Institucionales:
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Coordinador de Cultura:
Adolfo Torres

Comunicación e Imagen:
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Asesor Legal:
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Diseño:
Rogelio Ojeda

Fotografía:
Erick Estrada y Rogelio Ojeda

Ilustraciones
:
Chava

Distribución:
Carlos Ramírez

Internet:

El tema del voto a los religiosos en México se ha vuelto un tabú. Nacionalismos trasnochados y liberalismos mal entendidos nos han orillado a opinar que los religiosos deben mantenerse en sus conventos rezando y olvidándose del resto del mundo. Grave error. Si hay dos grupos que pueden convertirse en agentes (des)integradores de una sociedad esos son los maestros y los religiosos. Son capaces de establecer redes a su alrededor y conformar visiones de comunidad que hoy en día necesitamos. Leyendo al multicitado (hasta la náusea, como dicen) Robert Putnam, la sociedad puede desarrollarse sólo a través de la formación de capital social. Hasta ahí la paráfrasis.

Si algo he leído constantemente en nuestra realidad política mexicana es que carecemos precisamente de ese capital. Los maestros se encuentran, desafortunadamente, limitados en su actuar y pensar por sus poderosísimos sindicatos, quienes les plantean la obediencia ciega o la muerte profesional: plaza por tu silencio. Los religiosos, por otro lado, aunque hay nefastas excepciones, en su gran mayoría están caracterizados por una abierta capacidad de formación de redes, que en algunas ocasiones van encaminadas a la construcción de valores notables. No es casualidad que mucha de la resistencia indígena y no indígena en el sur mexicano está organizada por religiosos. Habría que distinguir entre el religioso sujeto a la arquidiócesis y aquél que trabaja en hermandades más humanitarias. Sin negar la posibilidad de que el primer grupo también actúe para el bien, la enorme mayoría de los verdaderamente vocacionados se encuentran en el segundo grupo. Las órdenes religiosas son quienes han transformado este país, impulsando la educación, formando redes comunitarias, ayudando a estos mismos grupos para aprender el español, comerciar sus productos, y un largo etcétera.

Más allá de las opiniones personales que tengo contra la religión, nada me cuesta aceptar estas verdades. Y ahora la pregunta que desde el principio tengo: ¿Por qué no permitir que ellos voten cuando significan un grupo representativo de la sociedad? Conste que no me estoy yendo por la justificación hueca de decir “60% de la nación es católica”, sinceramente creo que quienes sostienen ese argumento están promoviendo la intolerancia que ellos mismos padecen. Cuando hablo de religiosos, cabe aclarar, no me refiero únicamente a esa iglesia sino a todas. Las argumentaciones más comunes contra permitir el voto son dos: nacionalistas o “liberales”. La primera va en el sentido de no darle al Vaticano la capacidad de influir en nuestros asuntos políticos. La segunda va en el sentido de que el voto al clero significa un retroceso a la sociedad (pero no dicen cómo es esto).

¿Les suena a cuando se hablaba del voto a los extranjeros? ¿Recuerdan aquellas argumentaciones que hablaban de hordas de chicanos votando y empujando nuestra agenda a sus propios intereses gringos? Sí, yo sí lo recuerdo. Y también recuerdo que no votaron más de 2,000 de aquellos 10 millones que supuestamente se abalanzarían a las casillas en los consulados. Les importó poco. Los religiosos creo que entrarían en el mismo supuesto ¿Creen que les importará más que al resto de los mortales? ¿Creen que tendrán una agenda definida impuesta desde el Vaticano? La verdad es que me suena tan ingenuo que sus argumentos se caen solos.

El voto a los religiosos sería un siguiente paso que este país requiere dar para asegurar que nuestra sociedad sigue avanzando en el camino a la completa tolerancia. Ellos tienen tanto derecho, como cualquier otro, de emitir su punto de vista sobre qué país quieren. Si estamos o no de acuerdo con lo que piensan y defienden, esa es otra historia.Q

* ram250998@gmail.com

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