LAQUINCENA 50

Un libro de niños: Conoce mi mundo

Guillermo Berrones

En el concierto de la diversidad cultural, las diferencias también unen. Y sólo el ejercicio de la democracia y la práctica de los valores de tolerancia, respeto, paz y solidaridad harán posible que la convivencia humana tenga como rasgo fundamental la armonía de los pueblos del mundo. Para lograrlo, es urgente retomar las directrices de una educación comprometida, en serio, con los retos de una sociedad plural y demandante, donde la aparente frialdad de la tecnología y la inmediatez de la información, habrán de ser las herramientas formativas que robustezcan el humanismo de la ciencia y las artes como fuente del conocimiento moderno.

La sociedad actual enfrenta el impacto de un fenómeno históricamente inédito, marcado por la globalización de las economías que han roto el vallado de las naciones, donde el sentido de identidad y de pertenencia deja de ser un paradigma cultural reduccionista, convirtiendo al ser humano en un ciudadano del mundo, sin fronteras, sin fundamentalismos y sin prejuicios socioculturales.

México, como país, y Monterrey, como ciudad sede, se han convertido desde el pasado mes de septiembre en el epicentro del mundo donde confluyen las más variadas expresiones culturales, sin barreras idiomáticas, sin el protagonismo absurdo de las ideologías, sin racismos. El Fórum Universal de las Culturas es un espacio y un momento para reencontrarnos, para fortalecer los lazos de la humanidad y afianzar los valores que nos permitan vivir, convivir y armonizar en las diferencias.

Más allá de la crítica acerba sobre dudas e incertidumbres tejidas en los entretelones de la organización, habrán de reconocerse algunos aciertos y logros de este evento. Los campamentos de la paz, que anualmente se llevan a cabo en diversas sedes del mundo, coincidieron o se hicieron coincidir con el Fórum y es una de las experiencias más enriquecedoras en el desarrollo de una cultura globalizante, que obliga al intercambio de expresiones juveniles. Gracias a la invitación de Patricia Burciaga tuve la oportunidad de convivir con los trescientos veinte niños (adolescentes) que visitaron la ciudad y con los que pude constatar la madurez de su pensamiento mientras compartimos lúdicamente una visión del mundo ideal.

En este marco festivo, científico, de reflexión común, se alza la voz y la inteligencia de los niños y jóvenes para hacer valer su derecho a expresarse, asumiendo con responsabilidad sus demandas y propuestas para lograr un mundo seguro, habitable, justo, donde la equidad no sea un mero discurso, sino compromiso y acción para eliminar las barreras de la marginalidad y la soberbia elitista de quienes se creen dueños del universo. Decir que los jóvenes son el futuro del mundo es una verdad inapelable, pero también implica una responsabilidad vedada que nosotros, los adultos, estamos heredando y evadiendo. Aquí valdría la pena reflexionar sobre qué mundo les estamos dejando a esas generaciones; qué futuro les estamos ofreciendo. La responsabilidad implica también, pues, el reconocimiento de nuestros errores para construir en conjunto un mundo mejor.

La oportunidad de leer el libro Conoce mi mundo donde la paz, la sustentabilidad, el conocimiento y la diversidad son las principales preocupaciones que se advierten en la voz de niños chilenos, canadienses, croatas, italianos, portugueses, coreanos, daneses, españoles y mexicanos, entre muchos otros de veintitrés países que nos ofertan conocer su cultura a través de pequeñas descripciones de su vida cotidiana donde se reflejan las inquietudes, sueños, alegrías y preocupaciones, haciendo que el lector se detenga y haga un acto de contrición para posteriormente unirse a esas demandas y construir el nuevo mundo que la juventud exige.

Retomo y comparto con ustedes sólo algunos fragmentos para que vean la relevancia del pensamiento infantil y juvenil de estos coautores del futuro y de este libro que aquí se comenta: Mycolas, un niño lituano dice: “Los niños de Lituania pertenecemos más bien a un solo origen étnico. De cualquier manera hay algunas excepciones, aunque no hay una gran diferencia racial en mi país”. Por su parte, leemos que Wei-Wei Wang, dice: “Poco más de la mitad de los niños filipinos viven en niveles de miseria o pobreza, incluyendo al millón de niños de la calle que sobreviven en condiciones de peligro y explotación”. Sharon Singh comparte con los niños del mundo que “los científicos más conocidos de Australia son el profesor Ian Fraser, de Brisbane, quien inventó una vacuna para prevenir el cáncer cervical”. Y para terminar estas referencias, por demás admirables, sabiendo que es el ingenio, la sinceridad, el amor y la franqueza de las mentes abiertas, en formación de los niños y jóvenes del mundo, lean lo que dice Yasmin Bonengel: “Niños del resto del mundo: por favor no se vayan a imaginar que los alemanes somos unos nazis horribles. La verdad es que somos muy diferentes y amables”.

En las voces de los niños que vinieron a los campamentos de la paz, y en las de los que escribieron desde cada uno de los veintitrés países, que se manifiestan en Conoce mi mundo , no sólo conocemos la geografía de su país de origen, los rasgos de su cultura, sus tradiciones y costumbres, sino que su lectura va más allá de la simpatía argumentativa y narradora de quienes lo escribieron. A través de sus páginas, de las palabras nacidas del corazón, del mundo de los niños y jóvenes, conocemos la esencia misma de la condición humana.Q

 

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La Quincena No. 50
Diciembre de 2007
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