LAQUINCENA 50

Cuando el destino nos alcance

 

Asael Sepúlveda *

 

Ése fue el título en español de una película hollywoodense protagonizada por Charlton Heston. Al calor de los temores malthusianos de que llegaría el día en que la producción de alimentos no alcanzaría para todos los humanos, la película sirvió para alimentar la fantasía de que ante una crisis semejante, el gobierno se volvería dictatorial y alimentaría a las masas hambrientas con unas galletas llamadas Soylent Green. El terrible secreto es que las galletas eran básicamente proteínas fabricadas a partir de los cadáveres humanos, única fuente de proteínas disponible y siempre en crecimiento.

Las predicciones malthusianas no nos han alcanzado. Al menos, no hasta ahora. Lo que sí es una realidad entre nosotros es la amenaza de los dos grandes comercios ilegales de nuestro tiempo: el tráfico de armas y el tráfico de drogas, que van de la mano. La inseguridad en nuestras calles y la cantidad creciente de asesinatos de quienes establecen las denuncias públicas son una muestra palpable.

Como lo demostraron los contrabandistas de licor en los Estados Unidos, poderoso caballero es Don Dinero. En pocos años, pasaron de la ilegalidad a la respetabilidad social.

En materia de armas y drogas, el problema es más grande aún. El mercado mundial de armas, que necesita permanentemente guerras para alimentarse, es controlado por la media docena de países más poderosos del mundo. Por supuesto, nadie los persigue ni les pide cuentas por la muerte y destrucción que siembran para alimentar sus ganancias. Y nadie los persigue porque ellos controlan los gobiernos y los ejércitos más poderosos del planeta.

En el caso de las drogas, particularmente las ilegales, el esquema es parecido. Aunque se les persigue, también es cierto que se les alimenta desde los países más desarrollados. El alimento que se les da se llama dólares y quienes los tienen en abundancia son quienes sostienen a las bandas de traficantes. Si no hubiera mercado, no habría vendedores. Los gobiernos persiguen a los traficantes, o cuando menos declaran que lo hacen. Los traficantes, a su vez, hacen su lucha y no es remoto que las actuales drogas ilegales sigan el camino del alcohol, que hace 80 años era ilegal en Estados Unidos y hoy no sólo es legal, sino que se publicita desde las pantallas de televisión hasta la respetable tienda de la esquina. El camino puede ser el que ya se ha denunciado: que los traficantes infiltren en mayor medida a los gobiernos hasta que ya no haya gobiernos que infiltrar, por la sencilla razón de que traficantes y gobiernos lleguen a ser la misma cosa. Ni más ni menos que lo que sucede con los traficantes de armas, que hasta filosofía patriotera tienen. Q

* asepulve@yahoo.com

 

 

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La Quincena No. 50
Diciembre de 2007
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