LA QUINCENA 53 MARZO 2008
Déficit de ciudadanía Claudio Tapia El enorme déficit de ciudadanía que nuestro país viene sufriendo es histórico. En efecto, desde que surgimos como nación, por siglos, lo normal para los mexicanos ha sido la ausencia de la sociedad civil en la toma de decisiones que afectan la vida pública. Los resultados están a la vista. Mientras la incapacidad del Estado para atender las acumuladas y crecientes demandas sociales se incrementa y disminuyen los recursos con que debiera contar para atenderlas, la incipiente ciudadanía se cuestiona, con sobrada razón, la credibilidad en los políticos y la confiabilidad en la política. Peor aún, sin atreverse a participar en la vida pública haciendo política, salvo excepciones, el habitante común de nuestra nación, no aspira ni pretende su inclusión en la vida política y social para alcanzar los ideales de igualdad y justicia. Ni siquiera parece darse cuenta de que, con esa actitud, hace inviable el tránsito hacia la largamente deseada pero insuficientemente buscada democracia. La resignación que aqueja a nuestros compatriotas resulta lamentable porque, para lograr ser seres plenos de la sociedad y desarrollar en ella todo el potencial humano, es indispensable que la ciudadanía sea capaz de expresar su concepción de la vida a la que aspira, que manifieste las creencias de lo que es valioso en sus vidas y, sobre todo, que participe y se comprometa en la solución de los problemas que les son comunes, convirtiendo a las instituciones públicas en la encarnación de sus valores. La decisión por participar no es nada fácil porque los protagonistas del cambio democrático simplemente no estamos preparados. Nuestra historia nos condena, los ciudadanos comunes tampoco hemos estado, salvo en momentos excepcionales, a la altura de los retos. Hoy, urgen ciudadanos que denuncien y pongan fin a la cada vez más evidente pérdida de contacto con la realidad de nuestra clase gobernante que, convencida de que en política todo es percepción, hace hasta lo inimaginable para cambiarla en su discurso, sin importar lo que suceda en el mundo de los hechos. Para no hablar de la corrupción y la voracidad desenfrenada de saqueo de las arcas públicas. Lo peor es que a medida que los gobernantes escuchan el monólogo de su discurso, comienzan a creer en sus propias fantasías acabando por aceptar como verdadero lo que antes habían considerado falso. Atrapados en sus propias mentiras, su capacidad para gobernar se ve entorpecida por la obsesiva tendencia a ocultar la verdad, incluso a sí mismos. Cuando el engañador y la víctima son la misma persona, triunfa la contradicción y la parálisis como lo hemos visto hasta el hartazgo. El futuro es desalentador porque los ciudadanos no parecemos estar mejor que los políticos. Víctimas de la tendencia despolitizadora de la sociedad liberal y del capitalismo tardío, los más, se encuentran retraídos, apáticos y desinteresados. Si bien, otra parte de la sociedad, colmada de la furia proveniente de la frustración, alcanza a expresarse en cualquier momento, a veces inesperadamente, por medio de impulsos irreflexivos que pueden variar desde un súbito estallido de conversación intensa hasta actos de violencia colectiva. Con poca claridad y menor precisión, los ciudadanos light buscan fines contradictorios que rayan en la esquizofrenia: deben ser activos aunque pasivos, interesados aunque no en todo, involucrados pero hasta ciertos límites, políticos pero sin politizar, deferentes si bien influyentes. Lamentablemente, integramos una sociedad de ciudadanos incompletos, apáticos, desinformados y desesperados, carentes de interés por lo público por costumbre o frustración, lo que constituye un déficit de virtud cívica: ingrediente indispensable para que la democracia sea. Tristemente, debemos admitir que hoy, aunque Diógenes con su linterna encendida nos ayude a seguir, esperanzados, “buscando al hombre”, no encontraremos los suficientes para transformar nuestra sociedad y su indignante realidad. No obstante, aunque el panorama esté así de negro, sin dejarnos abatir, debemos intentar formar ciudadanos. ¿Cómo? ¿Dónde? No lo sé.
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