Cuando vivía en Chihuahua, el presidente del comité municipal del PRD era árabe. Tras una de esas “tomidas” de fin de año, surgió la travesura de lanzarme de candidato del PRD a gobernador de Chihuahua: compré votos por mazapanes, pero mi amigo, junto con algunos líderes nacionales y estatales del partido, se tomaron en serio la broma. Él no entendía por qué yo decía que desearía ver la cara de los pendejos de siempre (y de Chucho Ortega a la sazón mandamás y futuro enterrador del partido), así que me preguntó: “¿Qué pasa entre tú y Chuco; te bajó una chava o tú se la bajaste?”
Interesante que se concibiera una rivalidad amorosa, pero le aclaré:
“Yo conozco las corruptelas de Chucho desde que estaba en el PST, y donde Aguilar Talamantes vendía conflictos. Ya no le dije que ese partido lo pagaba el IMSS, aunque en sus documentos básicos tuviera un tufillo de maoísmo.
La broma pasó y tiempo después me invitaron a una reunión con un crew del History Channel que visitaba El Paso, y el camarógrafo era el hijo de mi amigo el perredista, así que recordando la travesura me dijo en tono jocoso:
“Mi papá dice que lo mejor de eso es que un árabe se chingó a un judío”.
Aunque soltamos la carcajada, era claro que en su subconsciente estaba presente la pugna, pero ojalá que a eso llegara la lucha entre grupos sociales, étnicos, religiosos, nacionales, que terminan donde el chingado se ríe con el otro.
Un día hablando con Abu Sa’ada Asad, de Shfaram, un pueblo cerca de Haifa, él me dijo: “ya sabes que tienes un hijo aquí, yo soy tu hijo”. El recibió un riñón de mi hijo Adam, y establecimos la conexión porque nos lleva consigo a Adam y a mí. Para el hospital Tel Ashomer quedaba claro que no había diferencia religiosa entre sus pacientes y yo tengo un hijo árabe-musulmán.
Narrar dos experiencias con amigos árabes, el de Chihuahua que es maronita, lo que según dicen marca una gran diferencia con los musulmanes, y uno maoísta, es insuficiente para ejemplificar sobre conflictos añejos e irracionales.
Con mis otros amigos árabes en México nos une nuestro común denominador de mexicanos, y las diferencias ideológicas y políticas se manejan en el terreno de la tolerancia y la convivencia.
En 1967 estuve en Gaza sin sufrir peligro; en mi época estudiantil en Jerusalén en 1973, la diferencia era entre musulmanes y judíos; un musulmán asiduo al bar al que asistíamos, “My Bar”, famoso por su gulash, decía que estaba enamorado de una judía, y los amigos judíos trataban de persuadirlo de mejor dejarla, para no meterse en problemas entre las familias, tema que ha sido abordado en varias películas. No pareció hacer caso.
Se ha planteado el actual conflicto entre las comunidades musulmanas en países occidentales como una guerra de civilizaciones, y el conflicto entre Israel y Hamas de la mano de Hezbola-Irán, como un conflicto por la sobrevivencia.
El 7 de octubre fueron asesinados judíos que desarrollaron proyectos de paz con sus vecinos palestinos; proyectos de introducción de agua a Gaza y festivales de cometas por la paz; pero el odio se sobrepuso a esas vivencias y experiencias. Hay anécdotas de amistad que sirvieron para espiar a las comunidades israelíes, y un caso es de quien le habló a su amiga judía el día del ataque, para que le informara sobre soldados e inteligencia de seguridad. No todos los amigos lo son en realidad, ni todos los amigos se convierten en enemigos. Pecaré de optimista para pensar/desear que todavía pueden fructificar amistades y que se derrote al odio.
A mi amigo árabe de Jerusalén no lo volví a ver; hace poco pregunté por mi amigo árabe de Chihuahua, con el que tenemos pendiente darnos un abrazo; y con mi hijo musulmán sigo hablando para conocer sobre su salud y su familia.