Monterrey.- Solo porque nació rubiecito ya se siente modelo de revista. Chaparro, delicado, pulcro, melifluo, a todos los seduce con sus ojos de miel. Aunque habita en la penúltima casa de aquel sórdido callejón, madre prostituta y abuela en cama, le agrada vestir ropa de marca, joyas valiosas, atuendos exóticos, tener muebles finos en su cuartito, pero vive paniqueado por el temor a que lo roben. Para su fortuna todo el vecindario lo conoce y protege, el Brandon, le dicen y ese es su nombre real, Brandon sin padre. Dice que un día será tan famoso como Justin Bieber y, si fuera negro, como Michael Jackson.
Pobre iluso. Su soberbia y la sobreprotección de su madre y su abuela lo convirtieron en un pequeño monstruo de perversión. Vive cautivo en su propia egolatría. Su belleza, estar con él, implica gozar del placer de lo prohibido, pero también perder hasta los calzones, el empleo, la esposa, la familia… A ese grado llega su depravación. En sí, todo lo que tiene lo ha conseguido con el sudor de sus… manos.