Monterrey.- Estamos tan solos y vacíos, tan necesitados de afecto y compañía; de hecho, la mayoría es incapaz de amarse a sí mismos, por eso creemos fervientemente que el amor se puede comprar y vender; por esa razón el mundo entero, o por lo menos nuestro atribulado país, declaró un día exclusivo para celebrar el amor y la amistad, sin pesar que todos los días, todas las horas, todos los instantes, uno puede prodigar amor a raudales, sin necesidad de regalar absolutamente nada. Una sonrisa, una caricia, un gesto, un saludo, una llamada, un mensaje cautivador, una sorpresa, una visita, una canción, un abrazo, un beso, un hombro para llorar, hacer feliz a un niño, a una madre o a nuestro prójimo; en contraparte a la frivolidad que impera en un ramo de flores, unos chocolates, un perfume, una taza con dulces, un oso de peluche, una joya o un regalo cualquiera. El amor está en todas partes, pero lo hemos alienado u ocultado bajo el infamante signo de pesos y, parece ser que mientras más oneroso sea el obsequio, es más amor el que se da. Qué equivocados estamos. El abandono, la necesidad de ser queridos, admirados, carcome a la humanidad entera y no hay peor sociedad, así como la nuestra, que vive inexorablemente presa en la degradante venalidad.