RODRIGUEZ29112024

México: la nueva guerra contra el narco
Ernesto Hernández Norzagaray

Mazatlán.- Impensable, una nueva guerra contra el narco, cuando fue una de las escaleras de ascenso del obradorismo al poder que sostuvo una crítica constante y severa a la guerra que sostuvo el presidente Felipe Calderón (2006-2012).

Además, cuando la política de “abrazos no balazos” del presidente Andrés Manuel López Obrador empoderó a los cárteles del crimen organizado y sus efectos se irradiaron hacia las calles de los Estados Unidos que como nunca tuvieron drogas de diseño (fentanilo, metanfetaminas).

Sin embargo, la campaña por los votos y la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca visibilizó el problema del tráfico de drogas y señaló en campaña que estaba costando 100 mil vidas de estadounidenses cada año -o sea, más de los que morían en ese mismo periodo en las guerras del sudeste asiático.

Y eso sensibilizó, seguramente, la conciencia del estadounidense promedio y castigó a la candidata del Partido Demócrata.

“Donald Trump, encarna lo que yo quiero para mi país”, decía una mujer blanca del medio oeste y ese sentimiento de salvación, lo tenían muchos de los que veían en barrios de Chicago, Filadelfia, Los Ángeles… los efectos destructivos de la proliferación de este tipo de drogas.

Y este segmento de ciudadanos fueron a las urnas para votar masivamente por Trump sumándose a millones que, por razones ideológicas, políticas o económicas, decidieron, darle un triunfo rotundo, al político neoyorquino.

Aquella victoria impecable sacudió el estatus quo -véase la locura de las bolsas de valores del mundo-, pero, no solo eso, también, provocó agendas particulares con sus socios comerciales y una de ellas, fue la declaratoria de guerra a los cárteles mexicanos a los Trump que elevó a la condición de “organizaciones terroristas” y como tales, deberán ser destruidas.

Y este fue un mensaje poderoso para la presidenta Claudia Sheinbaum que no tenía entre sus prioridades el combate frontal de los cárteles, seguramente, veía que estos eran parte de la arquitectura que López Obrador había construido para el primer piso de la llamada Cuarta Transformación y no había que molestar más allá de detenciones y decomisos ocasionales.

Sheinbaum, estaba en la lógica, de continuar con esa agenda rutinaria frente a su principal socio comercial, sin embargo, el triunfo de Trump y sus mensajes poderosos contra los cárteles fueron cambiando hasta llegar a una confrontación directa con las organizaciones criminales.

Trump, había metido presión desplegando navíos espía en las aguas del océano Pacífico frente a la costa bajacaliforniana, los cielos mexicanos fueron testigos de la presencia de aviones capaces de capturar imágenes de viviendas del Triángulo Dorado -zona limítrofe de los estados de Sinaloa, Chihuahua y Durango- donde tradicionalmente ha sido refugio de capos, pero, también, reforzó la presencia en México de las agencias de seguridad estadounidenses.

Y fue así, como la política condescendiente y criminal de “abrazos no balazos”, empezó a desdibujarse dejando perplejos a los líderes de los cárteles que han seguido la estrategia de fuga hacia adelante generando una atmosfera de persecución y violencia en distintas regiones del país que ha costado ya la vida de miles de mexicanos. Se derruía así el mito de López Obrador de que “en México no se produce fentanilo”.

El problema, sin embargo, no solo son los cárteles y su capacidad de producir y distribuir drogas en las calles estadounidenses, sino todo el andamiaje político, para que funciones eficazmente el negocio, es decir, este no hubiera alcanzado los niveles que tiene de no ser por las complicidades de los políticos con los líderes o intermediarios de los cárteles de la droga.

Y si bien podríamos decir que Trump estaría contento, con los resultados de su presión, no es así. Ha dicho lapidariamente que el gobierno mexicano quiere hacerlo “feliz”, blindando la frontera norte, haciendo aprehensiones y deportaciones de capos, destruyendo laboratorios y hasta permitiendo que los agentes estadounidenses colaboren con el sistema de seguridad nacional incluso que los vuelos espía se realicen o los navíos naveguen amenazantes en las aguas del Pacífico.

Pero, aun con resultados sorprendentes, la presión continúa sea desde la tribuna pública como a través de la diplomacia.

Kristi Noem, la secretaria de Seguridad Nacional del gobierno de los Estados Unidos recientemente tuvo una entrevista con la presidenta en Palacio Nacional, donde más allá de las cortesías mutuas, lo que dio la nota, fue que de regresó a su país declaró que le había dejado a Sheinbaum una lista de peticiones para seguir mejorando la buena relación entre ambas naciones.

Y la presidenta Sheinbaum no salía de su asombro cuando se hicieron realidad los aranceles y es que si bien México y Canadá, no aparecen en el listado de países dados a conocer por Trump, fue porque antes de esa comparecencia frente a los medios de comunicación ya se habían definido para sus socios comerciales, es decir, se cobraría un arancel del 25 por ciento a la importación de acero y aluminio, lo mismo aquellos productos que no están bajo el techo del T-MEC que representan aproximadamente el 50% de las exportaciones de México al país vecino.

En definitiva, la presión de Trump sobre México ha cambiado la política sostenida por el obradorismo y opera la lógica de negociación trumpista de si el “adversario cede a la primera, puedes seguir presionando y obteniendo mayores beneficios” y hay quienes dicen que en esa lista diplomática están los nombres de muchos políticos en funciones.

Esa es la realidad, en medio de una narrativa anticrisis, que busca vender la idea de que las derrotas son triunfos y las pérdidas son ganancias. Y, pues, llega el momento de saber dónde se encuentra la línea roja de Sheinbaum.