Ciudad Victoria.- Es generalizada la idea que la historia se repite. Al menos, el sentido común de mucha gente considera posible eso, que acontecimientos del pasado vuelven a ocurrir en el presente. Como si la vida fuera un recurrente “deja vu”.
Sin embargo, acontecimientos, hechos, situaciones o personajes de otros tiempos se parecen a veces a lo que ocurre ante nuestros ojos, en nuestros días. Por ejemplo, el gobierno constitucional de Francisco I. Madero entre 1911 y 1913 –el primer gobierno resultado de elecciones limpias en la historia mexicana– fue objeto de constante golpeteo de la prensa conservadora de aquel tiempo. Periódicos como El Imparcial o El País encabezaban una permanente campaña antimaderista, atacando directamente al presidente o a su familia, magnificando los errores, reales o supuestos de la administración, y creando un clima de inestabilidad y zozobra con sus titulares, notas e informaciones que hoy llamaríamos tendenciosas, incluso “amarillistas”.
Fundado en 1896, El Imparcial era el primer diario moderno, industrial, que existió en México; venía del porfiriato, de cuyos gobiernos había recibido voluminosos subsidios; era, por tanto, un medio de comunicación del antiguo régimen, que a pesar del nombre siempre había sido parcial a don Porfirio y al grupo político de “los científicos”. El País era un periódico católico, que había apoyado a Francisco León de la Barra (el presidente interino) como candidato contrario a Madero; además, en la medida que este diario pugnaba por derogar las Leyes de Reforma vigentes desde el siglo XIX, más que conservador, en el sentido de conservar o mantener el “statu quo”, El País parecía un periódico reaccionario que, resentido con Madero, buscaba meter reversa a la historia.
Dice Charles Cumberland en su estudio clásico Madero y la Revolución Mexicana: “La prensa de la ciudad de México, que se volvía más violentamente antimaderista cada día, era fuente de constantes peligros para la administración. El gobierno comprometido con una política de respeto por las garantías constitucionales, vacilaba en cerrar algún periódico o imponer la censura, y por lo tanto la crítica era desenfrenada.” Para este autor, esa prensa “incapaz de distinguir entre la libertad y el libertinaje”, se oponía en bloque al gobierno maderista, con excepción de Nueva Era, –periódico fundado por Gustavo Madero– y unos pocos medios de menor importancia.
Es decir, la gran prensa, –conservadora en su mayoría– con esta actitud permanentemente contraria al gobierno democrático y constitucional de Francisco I. Madero, formaba parte de una especie de bloque opositor amplio (boa) donde confluían además, políticos porfiristas desplazados del poder, militares golpistas, banqueros y empresarios locales o extranjeros, partidos conservadores, etc.; aquellos que, inconformes o disgustados con la revolución maderista e incapaces de adaptarse a las nuevas condiciones democráticas, trataban de derrocar a un gobierno legal y legítimamente electo.
Opinión similar, desprovista de cualquier simpatía maderista, es la de Francisco Bulnes –escritor y periodista porfirista, miembro en su tiempo de “los científicos”– que, en su libro, Toda la verdad acerca de la Revolución mexicana confirma lo anterior: “Solo Madero era malo. Era un reptil que, de acuerdo con el consejo de El Heraldo, debía ser pisoteado. Debía ser derrocado, dijo La Tribuna; arrojado de inmediato, dijo El Mañana. Era una campaña salvaje en favor del regicidio.”
En efecto, terminaría en tragedia –el asesinato de Madero o “regicidio”– aquella intensa campaña periodística liderada por El Imparcial. Este periódico, que llegó a tirar 80 mil ejemplares durante esos años, no escatimaba crítica alguna, usando por igual verdades o mentiras: su edición del 3 de enero de 1912 –a escasos tres meses de iniciado el gobierno maderista– publicaba en portada una nota diciendo que muchos empleados públicos serían removidos de sus cargos; el gobierno de inmediato desmintió esto, pero el tema continuó porque El Imparcial volvió a publicar en portada la misma “información” el 10 de febrero, desmentida nuevamente en forma oficial; incluso, el periódico maderista Nueva Era afirmó en portada del 11 de febrero: “Estamos en aptitud de desmentir categóricamente esta malévola y falsa información, fraguada en un periódico que, en sus hipócritas editoriales clama por la paz, la conciliación y la concordia, y en sus notas informativas no desperdicia oportunidad para restar simpatías al Presidente”; no obstante, El Imparcial en su editorial del día siguiente insistía en el asunto y aprovechaba para defender a los empleados públicos del supuesto abuso maderista, sin registrar “ni antes ni después de febrero, ninguna noticia de despidos masivos de burócratas”, según nos hace saber el historiador Ariel Rodríguez Kuri en su artículo académico “El discurso del miedo: El Imparcial y Francisco I. Madero”.
Y así continuó su tarea desestabilizadora este medio de comunicación: vituperando a personajes del maderismo, como al vicepresidente Pino Suárez; defendiendo y promoviendo al ejército porfirista; acusando al gobierno de cualquier calamidad; exaltando el regreso de León de la Barra; en fin, golpeando y desgastando como el 8 de agosto de 1912, donde el editorial “La revolución en el parlamento; el primer congreso maderista” menospreciaba a los diputados electos, tildándolos de “ campesinos hechos demagogos jacobinos, socialistas librescos”. El rol de este periódico estaba definido en el complot antimaderista, de acuerdo con Rodríguez Kuri: “Crear un ambiente y exponer los temores de ciertos grupos privilegiados como si fueran los de toda la sociedad; hablar del porfiriato como de un pasado perfectible pero infinitamente superior a ese presente lleno de campesinos armados; preguntarse por el mañana con evidente y contagiable angustia, fue la tarea de El Imparcial.”
Desde luego, no fue esa agobiante campaña de prensa el único factor para el derrocamiento de Madero y la usurpación de Victoriano Huerta. La compleja situación política, los levantamientos armados, los errores del gobierno maderista y la conducta de Madero, considerada por muchos como “tibia” o indecisa, crearon el caldo de cultivo para el golpe de estado en febrero de 1913. Pero, el vendaval popular desatado por la Revolución constitucionalista terminó pronto con la dictadura huertista y reivindicó a Madero y al maderismo; también en 1914 – no hay que olvidarlo - clausuró para siempre a El Imparcial y El País, estandartes de la prensa conservadora.
Existe paralelismo o alguna similitud entre aquel pasado que comentamos y lo que sucede actualmente entre el gobierno de la llamada “cuarta transformación” y la prensa calificada de “conservadora” por el presidente López Obrador; lo cierto es que se trata de situaciones históricas diferentes. Los medios de comunicación siguen representando intereses políticos y económicos y ahora muchos están molestos porque no cuentan con las prebendas que tenían en gobiernos anteriores.
La política de “barrer la corrupción” los afectó en serio y los cambios en curso, grandes o pequeños, les crean problemas o no los entienden ni aceptan. Pero estamos en 2020 no en 1912, y aunque ciertos periódicos impulsen una permanente campaña de prensa contra el presidente para desgastar este gobierno, acariciando la idea de derrocarlo; es necesario tener claro que Reforma, El Universal o El Financiero, no son El Imparcial o El País; ni López Obrador es Madero. No, la historia no se repite, por más que así parezca.