PEREZ17102022

Pepe Franco
Ernesto Hernández Norzagaray

Mazatlán.- A la muerte de Pepe Franco, sobrevino el tiro en la sien de Raúl Padilla, el exrector de la UdeG y presidente de la FIL de Guadalajara.

Hechos inconexos, pero ambos personajes, con amor confeso por la promoción de la lectura, de los libros y las artes que en estos tiempos borrascosos, ayudan mucho a tener una vida más llevadera con las vidas de otros.

Pepe, cuando maduró la idea de la Feria del Libro y las Artes (Feliart) convocó a un grupo de amigos para estar acompañado en la tarea de la promoción de los libros y su lectura.

Una vez expuesta su intención, nos invitó a ir con el notario Luis Ernesto Escobar y firmar el acta constitutiva de la Feliart; y con ello, daba inició a una travesía de aproximadamente una década, con el apoyo financiero de la Universidad Autónoma de Sinaloa y los permisos del gobierno municipal de Mazatlán.

Ah, pero además, empresarios que brindaban apoyos en especie para que los escritores invitados tuvieran una habitación, una mesa con comida y tragos.

Mazatlán y su gente, pondrían el paisaje y no menos importante un grupo de entusiasta de colaboradores que estuvieron en la parte operativa.

Y así fue como vimos pasar por la Feliart a Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, Juan Villoro, Sergio Pitol, Paco Ignacio Taibo II, Rius, Elmer Mendoza, Carlos Montemayor, Virulo, y tantos otros, que sería imposible mencionarlos a todos en este espacio breve.

Nunca, ni después, ha habido una feria en Mazatlán de arraigo popular y una selección de escritores de primer orden, como fue esta experiencia de promoción en la mismísima Plazuela Machado, cuna de muchas iniciativas culturales desde el siglo XIX.

Lamentablemente no faltaron las intrigas contra Pepe y un año, cuando se acerca hacer el trámite municipal para una nueva edición –creo que fue en 2011– Alejandro Higuera, entonces alcalde de Mazatlán negó el permiso y la UAS suspendió la aportación que hacía para los traslados desde distintas partes del país, y anunció que haría su propia feria en el campus.

Aquella decisión de uno de los alcaldes más rupestres que haya tenido Mazatlán, devastó al Pepe y nunca logró recuperarse totalmente; incluso, con cierta desfachatez los organizadores de la nueva feria fueron a pedirle que les pasara la agenda de los contactos, a lo que se negó, porque no eran solo la UAS, sino el clic que hacía la relación de escritor con escritor.

Coincidía aquello con la separación de su familia, que habían decidido mudarse a Venezuela, donde vivían los padres de Marisela Ricciuti y desde donde se encuentran con la tristeza encima.

Jorge Abel López Sánchez, como alcalde lo nombró director del Instituto de Cultura, donde sobraban los recomendados sin capacidad técnica, que imposibilitaban una buena operación cultural; pero Pepe supo sacar lo mejor de sí para que el Instituto cumpliera con su cometido.

En ese tiempo faltó a sus responsabilidades académicas como maestro de asignatura en la UAS y un día le levantaron un acta por abandono de trabajo.

No se inmutó, ni reclamó; es más, lo aceptó (eso lo lamentaría cuando terminó el ciclo de director del Instituto de Cultura, cuando se queda literalmente sin ingresos).

Y bueno, hay que recordar al buen amigo Rosendo “Chendo” Quezada, que como dueño de un restaurante en Olas Altas, le ofreció comida todos los días; y por ahí nos encontrábamos con él y bebíamos cerveza, mientras mirábamos pasar a “esa gente sola”.

Luego vendría el accidente domiciliario que lo postró y complicó su salud, hasta llevarlo años después a la muerte.

Me enteró de su muerte cuando estoy fuera del país y me asaltan muchos recuerdos de las convivencias que realizaba en mi casa, o algunas veces en el Tráiler Park Las Iguanas, de El Canelo Castelo, por allá rumbo a Los Cerritos, con nuestros niños (ahora todos hombres y mujeres mayores de edad dispersos por el mundo).

Recuerdo con nostalgia de esa época lúdica, etílica, creativa, a Pepe Franco (+), Roberto Pérez Rubio (+), Paco Farriols, Chito Wa-Wa (+), Marisela Ricciuti, Sigfrido Bañuelos, Elmer Mendoza, Juan José Rodríguez, Renato Ramírez (+), Lorena Schobert, Reyes Ayala (+), René Jiménez, José Manuel Villanueva, Prócoro Hernández, Aura Puyana, Enrique Vega, Roxana Loubet, Luis Antonio Martínez Peña, Alberto Zaldívar, Carlos Morg, Nino Gallegos, entre muchos otros, con los que compartíamos la vida y nuestra juventud.

Pepe Franco nunca debió tener el final que tuvo, lastimado físicamente, dañado mentalmente, pero sobre todo, en un abandono terrible, porque la familia mayor no aceptó ayudo; pero tampoco se la dieron, como lo exigía su estado de salud; y de pilón, por ahí anda medrando su cercanía un briboncito, hablantín, que le desapareció una buena colecta que hicimos un grupo de amigos para que su familia regresara de Venezuela.

Y por último, no me puedo sacar de la cabeza la extraña coincidencia de su muerte, con la de Raúl Padilla, padre de la FIL de Guadalajara.

Descansen en paz estos grandes promotores culturales.