• Cuantiosa ausencia de inversiones privadas
• Cuellos de botella en cadenas de suministro
Ciudad de México.- En honor a la verdad, 2021 fue un muy buen año para la economía mexicana. Aunque usted no lo crea. A pesar de todo. Pese a las fracturas aparentemente irreparables, en las relaciones sociales y políticas. Pese a la pandemia. Pese a la pobreza que aflige a las mayorías.
El producto aumentó en un 5%, crecimiento que resultó mayor a lo esperado. A pesar de todo. A pesar del retraimiento del sector privado corporativo de la inversión nacional. A pesar de la confrontación de buena parte de las clases dominantes con el presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien acusan de todos los males reales e imaginados, o inventados.
La caída de 2020 por el cierre de empresas, despidos masivos de trabajadores, al parecer todo fondo. Y vino el repunte. Hubo inclusive importante recuperación de puestos de trabajo.
Superado el trauma, ahora la CEPAL prevé que América Latina y el Caribe, y por supuesto México, después de un buen crecimiento en 2021, irremediablemente afrontarán la desaceleración en el año que está ya en curso. 2022, año de realismo económico.
El decaimiento, junto con la confrontación social y política, afectarán seriamente el comportamiento de la economía.
Los grandes empresarios, obviamente, no hacen equipo con el gobierno actual, el cual ha endurecido la política fiscal, castigando a los grandes evasores, consentidos de los gobiernos anteriores, paladines del neoliberalismo que tampoco tuvieron mucho éxito en el manejo de la economía, la cual sólo venía creciendo en una mediana de 2% anual, en los últimos años.
Así, basada fundamentalmente en la inversión pública en las magnas obras en construcción –Tren Maya, Aeropuerto de Santa Lucía, Refinería Dos Bocas, interoceánico del Istmo–, y apoyada en parte por inversiones extranjeras y el ingreso de remesas, pero afectada seriamente por los cuellos de botella, como el de las cadenas de suministro, la economía registrará una desaceleración importante en 2022.
Según estimaciones de la CEPAL, a diferencia de la tendencia general de la región latinoamericana, este año los cuellos de botella en las cadenas de suministro están afectando, en una magnitud mayor a la prevista, la producción manufacturera de los países que cuentan con importantes centros de fabricación, como Brasil y México.
La verdad, los cuellos de botella de las cadenas de suministro son lo que explica, en buena medida, las revisiones a la baja en las estimaciones del crecimiento de las dos más grandes economías del subcontinente.
Por varias razones –ausencia de los grandes inversionistas, inoculados por el odio político, los problemas propios de la relación económica, los cuellos de botella–, la CEPAL proyecta ahora una tasa de crecimiento de un 3.3%. Que, si lo ve con ojos realistas, es un porcentaje muy por encima del que venía manejándose en los tiempos del capitalismo salvaje. De hace poco más de tres años todavía. El de ahora es conflicto ideológico. “Capitalistas” (?) contra “comunistas”. (Jejeje.)
Desde el punto de vista de la composición de la demanda agregada, la recuperación proyectada descansará principalmente sobre el componente interno, dado que se prevé que el aporte del sector externo al crecimiento del PIB no sea significativo.
Hay que tomar en cuenta, y muy en serio, la incertidumbre sobre la situación sanitaria que aún persiste y persistirá en 2022. Muchas personas están asumiendo que la pandemia va en retirada. Sin embargo, no ceden los altos números de contagios y fallecimientos. Que poco a poco van convirtiéndose en hechos rutinarios que ya no afectan el sentimiento humano, ni llaman a la compasión ni a la solidaridad comunitaria. Poco a poco se vuelve al individualismo al que le importa un bledo la tragedia de los otros.
La menor tasa de crecimiento proyectada por la CEPAL para 2022, para todo el subcontinente, y por tanto para la economía de México, se explica por varios factores que afectarán a la baja el desempeño productivo este año.
Desde el punto de vista del contexto internacional en que está inmersa la región latinoamericana, para 2022 se espera un menor crecimiento mundial y, con ello, una demanda externa menos dinámica y un menor crecimiento del comercio mundial. Además, se espera que los precios de los productos básicos permanezcan estables o sean incluso algo más bajos que en 2021.
Por último, está la incertidumbre asociada a la propia evolución de la pandemia y la posibilidad de que la aparición de nuevas variantes —como la ómicron— desemboque en nuevas restricciones a la movilidad, más o menos generalizadas.
Esto tendría impactos dañinos sobre la actividad económica, que no pueden descartarse. Y aún más para las clases populares.